“Nuestra ciencia siempre ha querido supervisar, contar, abstraer y castrar los sentidos, olvidando que la vida es ruidosa y que sólo la muerte es silenciosa: ruidos del trabajo, ruidos de los hombres y ruidos de las bestias. Ruidos comprados, vendidos o prohibidos. No ocurre nada esencial en donde el ruido no esté presente.”
Jacques Attali
Las situaciones sociales y políticas han contribuido para que los artistas reorienten su creación, convirtiéndola en un instrumento de acción y penetración social, una construcción de un discurso contrahegemónico que cuestiona el sentido común. Los años 60 se caracterizaron por la incorporación de intelectuales, escritores y artistas en una lucha política contra el sistema, tratando de constituirse en la vanguardia política de masas. Dentro de estas revoluciones artísticas, la música tiene un desenvolvimiento interesante, pues pasa de ser un objeto exclusivo de entretenimiento y un reflejo pasivo de las relaciones políticas y económicas a hablar como portavoz de todo un movimiento social y ha adquirido protagonismo en regímenes totalitarios.
Con la música nació el poder
Rouget de Lisle, un poeta, músico y militar, escribía un cántico para unificar a las fuerzas armadas, un cántico- que con el paso de los años- sería unificador de una nación entera: La Marsellesa, un canto que añora la libertad y enemista la tiranía al igual que la esclavitud y la opresión. Si bien este himno sería prohibido en la instauración del imperio francés, su censura no sería para siempre, pues su perfil revolucionario se encargaría de renacerlo. Al fin del triunfo de la revolución francesa, este sería un símbolo de la victoria sobre los enemigos de la revolución y libertad.
El uso del término revolución ha sido aunado a este fin y medio que genera un cambio en estructuras sociales, económicas, políticas y culturales: cambios que generan consecuencias trascendentales en una sociedad. Cuando nos referimos a este, es imprescindible tocar la revolución proletaria promulgada por Karl Marx y su gentita, que promovía el arrebato de poder a la clase “burguesa capitalista”. Estos actos tuvieron un impacto mundial ya que- de cierto modo- cambiaron la visión del mundo.
Con el rock nació la subversión…
Herbert Marcuse, un filósofo alemán, toma parte de estos postulados y define a la revolución como el “derrocamiento de un gobierno y de una constitución legalmente establecidos, por una clase social o movimiento cuyo fin es cambiar la estructura social y política”. Este autor relaciona el término revolución a cualquier clase, grupo o fenómeno social que desee cambiar la estructura del Estado.
Las ideas son tomadas por los jóvenes, quienes, sin estar necesariamente en un movimiento social, utilizan la música como un instrumento para derrocar al status quo para unir a un grupo de la población de un mismo bando cultural y reclamar por violaciones que han sufrido bajo algún régimen político. Este arte ha tenido un papel en las relaciones de poder, pues puede reforzar imaginarios totalitarios o articular resistencias -ante esto- se le ha atribuido al rock como el lenguaje de protesta universal. En Latinoamérica, la muestra más grande de esta exposición ha sido la que se desarrolló en la época de la dictadura argentina.
Rock y dictadura: ¿Enemigos íntimos?
Desde 1930, Argentina ya se veía sumergida en continuas dictaduras militares, la manipulación del lenguaje y de la opinión pública eran estrategias represivas favoritas. El régimen militar usaba un lenguaje orwelliano con el que construía un discurso donde el “enemigo” y una situación de guerra eran sus ejes principales. En la última dictadura militar (1976-1983) el rock argentino llegó a ser uno de los más imponentes en el mundo, un crecimiento obtenido por la censura y el discurso militar que se basaba contra un supuesto “enemigo”: aquel joven cuya adicción lo convertiría en un subversivo, por algún tiempo.
No obstante, al desatarse la guerra contra Inglaterra en 1982, el enemigo fue otro. El 2 de abril de 1982, el General Galtieri durante la Guerra de las Malvinas emitió un discurso donde a través de un decreto dispuso la prohibición radiofónica y televisiva de la música anglosajona. A partir de ese entonces el rock cobraría un protagonismo sin precedentes en el país. El régimen vio en los jóvenes un apoyo para persuadir a la población a través de la música, a apoyar la guerra y de esta forma le cedió espacios públicos. Sin embargo, el rock nacional sería usado para resistir, disentir y expresar solidaridad con los rockeros y ciudadanos ingleses.
En fin, la política de las manifestaciones
La música se ha mostrado como una forma de manifestación y las manifestaciones a lo largo de la historia poseen una relevancia en su factor político. Pues, es un espacio para mostrar una postura respecto al tema que afectan a muchos y el concepto de participación política puede homologare a la manifestación ¿de qué modo? Esta es una actividad que tiene por objetivo influir en la ejecución de la política pública o indirectamente en la elección de las personas que hacen política y las manifestaciones operan dentro de los causes de esa dinámica política y es aquí que la música contribuye con ese objetivo de cambio.
A lo largo de nuestra odisea rumbo a las últimas elecciones, las manifestaciones han cumplido un rol fundamental, al hacer valer nuestro derecho de protesta y buscar un impacto. Es así que su rol político debería entenderse como lo describe Attali “Desde hace 25 años el saber occidental intenta ver el mundo. Todavía no ha comprendido que el mundo no se mira, se oye. No se lee, se escucha” y vaya que un candidato ha decidido escucharlos -en medida que ha podido- y para demostrarlo, prefirió recitar a Galeano en su campaña política.