A mediados de agosto logré visitar todos los lugares de interés que un turista con suerte de tiempo tiene la posibilidad de frecuentar, sin la necesidad constante del apuro injusto de por medio. Desde el barrio de “San Telmo”, donde creció Borges1, hasta perderme por los callejones del colorido “Caminito”, con el afán de sentir el ambiente de nostalgia de los tangos y milongas que son el emblema que caracteriza a la nación gaucha. Y todo eso mientras que en las calles, la ciudad se colmaba de protestas y plantones por la grave crisis social del país, un tema de nunca acabar. Quizá por eso un famoso cantante dijo alguna vez, con tanto acierto, que se vive en la ciudad de la furia; pues Buenos Aires seduce hasta cuando todo alrededor está mal (donde nadie sabe de mí, y yo soy parte de todos2).

La noche antes de tomar el vuelo de regreso, me topé con un anuncio que encontré en la recepción del hotel, acerca de la presentación de una artista plástica de cierto renombre en la capital bonaerense. Para mi suerte, la galería donde se presentaba estaba a dos esquinas de donde me alojaba; así que, sin dudarlo demasiado, me encaminé a lo que sería mi última experiencia turística en la ciudad.

La galería se ubicaba en un piso subterráneo de un edificio apenas iluminado, y una vez en el interior la primera sensación me sumergió en  un fuerte olor a incienso que flotaba por el ambiente. Las pocas personas en el interior daban paso a ver con detenimiento ciertos cuadros y acuarelas, todos sin ningún nombre en específico, salvo algunos señalados por números en romanos. Y fue entonces que me topé con la propuesta de la artista, o cabe decir en este caso, la propia artista era la propuesta misma. Estaba con el torso semidesnudo, pintado por completo por un color que exageraba lo dorado. Sin embargo, lo que más llamó mi atención fue la posición de su cuerpo, con las extremidades extendidas hacia los extremos, tratando de completar con manos y pies el círculo concéntrico imaginario a su alrededor.

¡Eureka!, era el hombre de Vitruvio3 en versión femenina (pero claro, ni el mismísimo Dan Brown4 lo hubiera imaginado ni mucho menos lo hubiera descubierto el astuto de Robert Langdon5). Sobre los pies de la artista, un pequeño letrero coloreado con labial rojo indicaba: “Acércate a la boca”. Tratando de seguir el juego a tal sutil idea, en los labios de la artista y con letras diminutas, el mensaje de su propuesta: “¡El arte ha muerto!”.

Me quedé frente a ella por largo rato, tratando de contar sus parpadeos con mi aguda miopía, y he de admitir que, por su incansable paciencia, me hizo comprender que no se trataba de ninguna broma. Salí de la galería al poco rato de perder la cuenta de los parpadeos y, mientras me dirigía de vuelta al hotel, no dejé de pensar en su mirada, en sus diminutos labios y en lo que realmente trataba de expresar con todo su cuerpo casi al descubierto. ¿Expresionismo?, ¿impresionismo? O es que acaso, ¿arte abstracto? ¿Qué tipo de vanguardismo trataba de mostrar? ¡Vaya si algún experto ha de saber!

Ahora bien, de algo estuve seguro: de vanguardismo no tenía ni los labios. Y es que el movimiento vanguardista surgió a inicios del siglo XX en contra de lo abstracto y lo ya establecido por lo clásico. Es a partir de entonces que surge en los diferentes campos de las artes la libertad de expresarse del artista. Grandes artistas como Monet, Klimt o Breton6, plasmaron todo el sentimiento contenido en su interior y lo expresaban de manera libre, sin estilos clásicos de por medio. En el caso de la pintura, fue Kandinsky7 quien, en repetidas ocasiones, se refirió sobre la forma de los colores, y cuyas ideas inspiraron a otros artistas a dar rienda sueltas a su imaginación.

Sin embargo, los tiempos cambian, y las ideas de Kandinsky quizá pasaron al olvido en las primeras décadas del siglo pasado. Lo que antes un cuadro de Dalí te causaba sentimientos de fantasía, ahora es el propio artista quien trata de imponerlo; no mediante su obra material (cuadro, acuarela, retrato), sino a través su expresión corporal y sus pensamientos. Hoy el maltratado concepto de “arte contemporáneo” abunda, y en la misma proporción que los artistas, con la diferencia de que son contados los que te producen sensaciones. Más bien uno como espectador tiene que deducir las sensaciones propias del artista y, si es posible, metiéndose en su cabeza para tratar de descubrirlo (y sí, por muy artista de cierto renombre que sea). 

Tomé el vuelo de regreso a Lima al mediodía siguiente, pensando en la última experiencia artística que me dejaba la ciudad. Más que una afirmación, quizá la fémina de Vitruvio de la noche anterior se cuestionaba algo fundamental en la actualidad. (“¿El arte ha muerto?”). Dejé mis pensamientos de lado cuando despegó el avión, mientras la eterna ciudad de la furia iba desapareciendo entre las nubes, cada vez más lejos.

“Plátano pegado con cinta adhesiva” obra del artista italiano Maurizio Cattelan (Art Basel Miami, 2019)

Ni la psicodelia más profunda me hubiera hecho imaginar que, meses más tarde, la última gran hazaña artística de la década, —“una banana”— me haría recordar los lentos parpadeos de una artista bonaerense. Con una nueva década en camino, ¿qué otras frutas nos harán amar el “arte contemporáneo” en los años venideros? ¿Qué fruta será esta vez?


1 Jorge Luis Borges, escritor argentino, una de las grandes figuras de la literatura en lengua española del siglo XX.

2 Letra de “En la ciudad de la furia”, escrita por Gustavo Cerati, lider de la banda Soda Stereo.

3 “El hombre de Vitruvio”, dibujo elaborado por el pintor renacentista Leonardo da Vinci, el cual representra el canon de las proporciones humanas.

4 Escritor americano, quien se hizo muldialmente famoso por best-seller´s como “El código da Vinci” (2003), y “Ángeles & Demonios” (2004).

5 Personaje fetiche usado por Dan Brown . Experto en simbología e iconografía, es el protagonista de los más importantes libros del autor.

6 Artistas simbolistas de la primera mitad del siglo XX, máximos exponentes de la pintura y literatura.

7 Artista teórico y práctico, considerado uno de los padres del arte abstracto.