A los 87 años falleció Ruth Bader Ginsburg. Ella fue, entre muchos cargos, jueza de la Corte Suprema de los Estados Unidos, así como símbolo de la lucha por la igualdad de género, de la resistencia pública, de la justicia social, del progresismo e ícono de la cultura pop. Víctima de un cáncer de páncreas, Ginsburg deja una vacante en la Corte Suprema de Estados Unidos que podría terminar con el equilibrio existente entre progresistas y conservadores.
“Mi más ferviente deseo es no ser reemplazada hasta que se instale un nuevo presidente”, le confesó Ginsburg a su nieta. Sin embargo, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, no perdió el tiempo y ya eligió a su posible reemplazo. Se trata de la jueza Amy Coney Barrett, de 48 años, natural del estado de Indiana y de religión católica. Barrett es conocida por sus posturas conservadoras en distintos temas controversiales. Anteriormente se ha mostrado en contra del aborto y a favor de endurecer los requisitos para los inmigrantes. También es una defensora del tan cuestionado derecho de los estadounidenses a portar armas libremente.
A Amy Coney Barrett solo le falta ser aprobada por mayoría simple en el Senado de Estados Unidos, proceso que, salvo algún imprevisto, será sencillo, puesto que esta cámara es controlada por los republicanos de la corte conservadora. Asimismo, recordemos que Trump es miembro del Partido Republicano de Estados Unidos.
Si finalmente Barrett es nombrada jueza de la Corte Suprema, los conservadores serán mayoría con seis votos, mientras que los progresistas tan solo tendrán tres. El matrimonio igualitario, por ejemplo, fue aprobado por cinco votos a favor y cuatro en contra. Esta nueva organización de la Corte Suprema podría revocar esa decisión durante muchos años. Es preciso tener en cuenta que ser uno de los nueve miembros de la Corte Suprema, el tribunal de justicia de mayor rango del país norteamericano, es un cargo vitalicio que solo se termina en caso de que el juez renuncie o muera. Es por ello que este cambio afectaría a varias generaciones, y por si fuera poco, Stephen Breyer, uno de los jueces progresistas, tiene 82 años.
Solo el presidente de Estados Unidos puede nominar ante el Senado a candidatos para ocupar una vacante libre de la Corte Suprema. Por este motivo, ahora los demócratas intentarán presionar para que el Senado rechace a Barrett. Ellos esperan que Joe Biden, miembro del partido demócrata, a quien las encuestas le son muy favorables en la mayoría de los estados, gane en las elecciones presidenciales de noviembre para que sea él quien nomine al reemplazo de Ginsburg. Sin embargo, este escenario es improbable y todo apunta a que los republicanos no quieren desaprovechar esta oportunidad.
Por lo pronto, las donaciones a la campaña del Partido Demócrata se han disparado. Las 24 horas siguientes al fallecimiento de Ginsburg recaudaron 91 millones de dólares. La muerte de la jueza podría implicar una movilización de los votantes demócratas que podría impulsar la derrota de Trump en las urnas.
Una nueva mayoría conservadora en la Corte Suprema de Estados Unidos podría significar un retroceso en los derechos civiles que se han conseguido en los últimos años en el país. El derecho de las mujeres a decidir si continuar o no con un embarazo no deseado y el matrimonio igualitario son algunos de ellos.
Trump, quien se encuentra nuevamente en el ojo de la tormenta por la revelación de The New York Times respecto al pago de solamente 750 dólares en impuestos en los años 2016 y 2017 o sea que si hiciste tu Work and Travel aportaste más que Trump a las arcas estadounidenses, ha ignorado el último deseo de Ginsburg. Probablemente, con el objetivo de congraciarse con sus votantes más conservadores, pero eso también podría jugarle en contra al ganar una mayor cantidad de opositores. Los estadounidenses no tienen mucho que hacer ante este juego de tronos de Washington D.C., salvo ir a votar y hacer sentir su descontento o aprobación en las urnas.
Edición: María Fernanda Tumbalobos