Tengo diversos recuerdos de épocas malas. Tiempos funestos donde salía de casa y caminaba sin rumbo. Visitaba parques donde encontraba niños que llamaban “viejo”; recorría carreteras llenando mis pulmones de dióxido de carbono; cruzaba, iba y venía de urbes con disparidades económicas. Lo hacía para escapar de los problemas que me aquejaban. Caminaba para mantener a mi cabeza alejada de ellos.
Travis (Harry Dean Stanton) sufre por una situación similar. A diferencia mía, él no huía de simples problemas de adolescencia –no–, sino de un pasado lleno de violencia y equivocaciones. Ha dejado atrás a su esposa, su hijo y su vida para caminar bajo el feroz sol de Texas. Se dirige a Paris: lejos de la ciudad francesa, en realidad, es un pueblo rodeado de vastos desiertos y vientos polvorientos. En ese lugar se encuentra un terreno que compró hace mucho, donde ansiaba construir un nuevo hogar junto a su familia. Ahora es tan sola una posibilidad remota.
Unos años después, su hermano lo encuentra marchito, cansado, lejos. A pesar de su negativa y sus varios intentos de retomar el camino hacia el pueblo texano, ambos regresan a casa. A pesar del tiempo, sus conversaciones solo se basan en su esposa y su hijo. Ella se fue hacia rumbo desconocido después de que Travis huyese del lugar; el niño, abandonado, fue recogido por su tío y ya no recuerda a su padre, maltratado por los años llenos de melancolía y tristeza. Ha transcurrido tanto alejados que lo único que los unirá será la búsqueda de la madre, el último viaje de padre e hijo.
Ella se encuentra en una ciudad lejana. Trabaja en un peep show, un lugar donde dos personas son separados por un espejo (solo uno puede ver al otro) e interactúan a través de un teléfono. En esas dos habitaciones, Travis observará a su esposa por primera vez desde que escapó de la casa rodante donde ambos vivían. A pesar de la nostalgia, Travis no logra ocultar su ira por el trabajo lujurioso que consiguió ella. Sin importar los años que estuvo en el desierto, él continúa siendo la misma persona que la golpeó.
El último encuentro entre Travis y su esposa ocurre días después, vestidos de color negro, presenciando lo que será el final para ambos. El largo monólogo de Travis habla sobre la relación que tuvieron, desde los momentos felices de los primeros días hasta las vicisitudes de la violencia doméstica.
Travis no logra reunificar a su familia, pero sí une a su hijo con la madre. Sabe que es lo mejor. Es usual que las discusiones y los celos se disfrazan de amor cuando no es así. Había cometido equivocaciones y ahora ha podido subsanar un poco de ello con el reencuentro. Los observa desde lejos, empañado de una luz verde, que, al igual que el semáforo, indica que ahora puedes proseguir con tu vida. Alejándose del lugar, saliendo de la ciudad hacia rumbo desconocido.
Paris, Texas es una película de Wim Wenders acerca del arrepentimiento de un hombre, de las diversas equivocaciones que le pesan y en su deseo de rehacer su vida. Ese será su viaje personal, una travesía hacia arreglar todo lo que rompió por su ira. Arreglar un pasado trágico que lo persigue desde años.
Edición: Kelly Pérez V.