En su primera juventud, Arthur Schopenhauer tuvo la oportunidad de conocer las galeras —barcos a remos que eran usados para la guerra en el mar—, y los cuales funcionaban por el trabajo directo de los esclavos. A raíz de esa experiencia, surge uno de sus pensamientos más profundos que definiría su obra posterior, sobre la crueldad ante la cual el ser humano encara el sufrimiento ajeno. Tal fue la visión que produjo ver morir cientos de esclavos en las galeras, que el joven Arthur tuvo una especie de iluminación, en la cual se propuso desarrollar y ahondar en el pensamiento que pudiera explicar el espectáculo de crueldad en el mundo. Muchos años después, y quizá recordando aun claramente lo visto en su juventud, escribiría que ningún atisbo de felicidad o beatitud justifica el sufrimiento de los seres humanos.
El filósofo alemán plantearía un escenario en la que una inconsciente e incansable voluntad se despliega, en confrontación con otros seres a su alrededor. Esta confrontación produce una lucha eterna, que es guiada por Eris (diosa griega de la discordia), cuya finalidad es desconocida en los seres humanos. En el libro “El mundo como voluntad y representación”, señala que por todas las partes de la naturaleza el hombre ve disputa, lucha y alternancia con la victoria. Para fundamentar aún más su postura filosófica, plantea la evolución humana similar a la que Charles Darwin plantearía décadas después en el “Origen de las especies”. Sostiene que no existe victoria sin lucha, pues los fenómenos superiores solo nacen del eterno conflicto entre los fenómenos inferiores. Tal planteamiento científico-biológico, sería lo que Darwin denominaría la lucha de las especies por la supervivencia: solo sobrevive el más fuerte.
El profesor de filosofía Joan-Carles Mélich —siguiendo los estudios de Schopenhauer—, nos ayuda a entender mejor la manera en que opera la crueldad en la naturaleza humana. El enfoque de Mélich es tratar de explicar la naturaleza lógica de la crueldad, de manera que señala que: “está claro que puede existir crueldad en nuestros actos, pero de lo que trataremos no es de eso sino de algo muy distinto, de la crueldad que vive inscrita en nuestro modo de ser y de pensar”. Así, el profesor señala que toda lógica moral encierra un principio de crueldad. Por tal razón, por medio de una metáfora, explica que “una lógica moral es un lobo con piel de cordero”. Pues este se presenta al hombre como “una capa protectora cuando realmente solo quiere proteger a los que se encuentran cobijo bajo su propio manto, mientras que legitima la eliminación de los que han sido excluidos de ese mismo manto”. En el libro “Las palabras y las cosas”, el psicoanalista y filósofo francés, Foucault destaca lo siguiente:
El orden es, a la vez, lo que se da en las cosas como su ley interior, la red secreta según la cual se miran en cierta forma unas a otras, y lo que no existe o no se ve a través de la reja de una mirada, de una atención, de un lenguaje; y solo casillas blancas de este tablero se manifiesta en la profundidad como ya estando ahí, esperando el momento de ser anunciado.
Otro filósofo alemán del siglo XIX, Friedrich Nietzsche, aseguraba que temía que todavía el hombre no pueda desembarazarse de dios por seguir creyendo en la gramática. En sus escritos apuntaba que era así como la crueldad hace acto de presencia, y llega en el momento en que la lógica se impone con toda su fuerza y determinación en las acciones del hombre. En “Aurora: reflexiones sobre los prejuicios morales”, el filósofo alemán afirma lo siguiente: “En presencia de la moral, como ante cualquier autoridad, no está permitido reflexionar, ni mucho menos discutir. Aquí solo cabe obedecer”.
Por mucho tiempo, variados han sido los pensadores que han tratado de dar una explicación certera sobre la crueldad que irrumpe de improviso en el hombre. Schopenhauer, Nietzsche, Kant, Foucault, en el plano de la filosofía. Pero también la literatura ha hecho que muchos escritores acaben su tinta en buscar cierta explicación. Y es quizá Dostoievski el escritor que más ha planteado el tema de la crueldad en la mayoría de sus obras. Destaca la figura del joven Fiodor Raskólnikov, uno de los protagonistas de “Crimen y castigo”, que una mañana cualquiera asesina a la usurera de su edificio, sin motivo alguno. Lo que el escritor nos presenta no es el asesinato, sino más bien lo que le ocurre al hombre después que lo ha cometido: la desesperación, el sufrimiento, la angustia, la culpa. Las páginas más recordadas del libro están llenas de monólogos interiores, en donde el hombre trata de conocer su crueldad misma. Pero al final la intriga continúa, y al igual que los pensadores más importantes, es la misma pregunta la que sigue sin respuesta hasta nuestros días, y presiento que así seguirá por mucho tiempo: ¿es el ser humano cruel por naturaleza?
Edición: Paolo Pro.