“El desierto de los tártaros” es una novela escrita por el italiano Dino Buzzatti. Narra la historia del oficial Giovanni Drogo quien es asignado a la fortaleza Bastiani, ubicada en el desierto de la frontera de su reino.
Esta fortaleza ejercía el extraño poder de cautivar a sus habitantes con la remota posibilidad de un ataque por parte de los tártaros, bárbaros que en un pasado representaban una amenaza a su frontera. Esta vaga posibilidad hacía que muchos prolonguen su estadía indefinidamente a la espera de ser parte de esa batalla que les concedería honor, gloria y los convertiría en héroes.
En un principio, Giovanni Drogo creía imposible permanecer en la fortaleza más tiempo del imprescindible. Sin embargo, al cabo de un tiempo, queda cautivado por el misticismo del lugar. Drogo cae en la espera y la postergación de su regreso al hogar. Al igual que muchos otros antes que él, Drogo pasó el resto de su vida esperando el momento de la batalla.
Casi al final de sus días, se presenta el tan anhelado momento. Finalmente, los tártaros se presentan, pero él ya no se encuentra en condición de enfrentarlos. Por lo que la oportunidad de convertirse en un héroe le es negada. Es así como termina sus días en una posada, totalmente olvidado, analizando su vida donde muy tarde comprende que la única batalla que libraría sería con la muerte.
Esta novela narra una triste realidad, pues es la historia de cómo una persona dedica su vida entera a la espera de una batalla que en último minuto se le es negada. Analiza el tema de la espera y la postergación a través del personaje principal que vivía en una espera eterna como si no fuera consciente del tiempo. Incluso transmite un ligero sentimiento de ansiedad por saber qué pasará, aunque desde un principio se presagia el final.
Algunos elementos nos dan una idea de cómo terminará la historia. Por ejemplo, la fortaleza que no es hermosa, grande o imponente, pero encanta a sus habitantes. También está el desierto que permanece completamente vacío, pero alimenta la espera de una guerra. Pero a pesar de estos elementos externos, la pregunta continúa siendo la siguiente: ¿será Drogo realmente capaz de escapar del misticismo de la fortaleza?
Se encuentran muchos toques de misticismo y la alusión a la epopeya es bastante evidente. La epopeya nos muestra la necesidad del mito, tan valioso por dar sentido a nuestras creencias y presentarnos la figura del héroe como ideal a seguir. En este caso, Drogo es presentado como el héroe al que le toca un destino adverso aparentemente ineludible que siempre se encuentra a la espera de un enemigo que nunca aparece. Es un héroe frustrado porque siempre busca la aventura, pero esta nunca llega. El escenario en el que transcurre la historia, también nos presenta objetos fantásticos como una fortaleza que encanta a sus habitantes y un desierto a la espera de una batalla.
A partir de esta lectura, pueden surgir múltiples preguntas filosóficas. En mi caso, me hizo reflexionar un poco sobre el sentido de la vida, un tema ampliamente discutido. Pero más allá de pensar sobre el sentido de la existencia, me centré en los propósitos que puede tener una persona. Es decir, todas esas cosas por las que una persona puede estar dispuesta a luchar, trabajar, o como Drogo, esperar. ¿Realmente valió la pena para Drogo la espera de la batalla? ¿Qué tipo de cosas sí merecen ser esperadas?
Al final de su vida, Drogo mira al pasado y queda triste, enojado y desesperado. Sin gloria, reconocimiento, familia ni nadie a quien le importe. Termina sus días solo y completamente olvidado a la espera de su muerte. Entonces, ¿qué tipo de cosas sí son valiosas? Al final del día, no puede importarnos todo y no podemos hacerlo todo. Eso sería extremadamente desgastante, por no decir imposible. Por ello, considero necesario tener claras cuáles son nuestras prioridades. ¿Cuáles son las cosas que realmente importan? Las respuestas a todas estas preguntas varían para cada persona. Probablemente para muchos, incluyéndome, lo más importante son las experiencias y las personas que te acompañan a través de estas. Debemos ser selectivos con las cosas y las personas que nos importan.
Edición: Cristobal Contreras