Lunes 27 de marzo del 2017
Eran las siete de la mañana cuando se escucharon los primeros gritos: “se salió el río”. Se había trabajado arduamente durante la madrugada para que no ocurriera, pero el caudal de 3200 metros cúbicos por segundo no tuvo piedad. El mismo río que había permanecido seco durante veinte años ahora amenazaba con inundar un distrito entero. Muchas de las familias se despidieron asumiendo que, tal como había ocurrido en fenómenos pasados, pasaría mucho tiempo hasta que pudieran verse de nuevo. Fue una movilización rápida: los que pudieron se asentaron en sus segundos pisos, las mototaxis fueron amarradas a las columnas, las tiendas cerraron y el pueblo entero esperó el momento en el que la furia de la naturaleza arrasara con sus hogares. Por primera vez, en mucho tiempo, la calle Comercio de Catacaos estuvo completamente vacía.
En medio del fenómeno del Niño que vivió nuestro país el año pasado, Catacaos fue catalogado como el distrito más afectado de la región de Piura. A las 10 de la mañana el agua empezó a recorrer las calles, llevándose muebles, vehículos, animales y todo lo que encontraba en su camino. Dos horas después, prácticamente todo el pueblo estaba inundado. En el interior de las casas el agua superaba el metro y medio de altura, no había electricidad, faltaban alimentos, medicamentos y ropa, pero nunca faltaron ganas de salir adelante. Los mismos pobladores, defensa civil y los bomberos fueron los primeros en actuar: formaron cadenas humanas y brigadas de rescate para sacar a los pobladores que se habían quedado varados en sus domicilios. Las primeras donaciones fueron traídas desde la ciudad de Piura, las cuales fueron repartidas equitativamente a cada casa-refugio, en las que llegaron a estar acogidas más de 30 personas.
Extraído de RPP
Poco a poco los helicópteros fueron llegando y los donativos recolectados en distintas partes del país con ellos. Las Fuerzas Armadas se sumaron a la labor de los habitantes y brindaron ayuda médica a quiénes lo necesitaran. La tarea fue ardua y constante, para la tarde del 28 de marzo ya se había evacuado a 500 personas. Más que agua, en Catacaos inundó la solidaridad. Gracias a esta labor conjunta y efectiva, la catástrofe terminó sin ninguna víctima mortal, pero con 36 000 damnificados. Es innegable que hubo sectores del pueblo en los que la ayuda se demoró muchísimo más en llegar. Es innegable que miles de personas se quedaron sin hogar y sin fuentes de ingreso. Es innegable que las calles de Catacaos terminaron destrozadas. Pero también es innegable el amor por el prójimo de los cataquenses durante estas horas decisivas y tormentosas para su hogar.
Extraído de El Comercio
Lunes, 26 de marzo del 2018
Un año después de la inundación, el panorama es distinto. Las casas del centro han sido pintadas para que las marcas del desastre ya no se noten, para poder olvidar. La capital artesanal de Piura, aquella que no se dejó vencer por la naturaleza, tampoco se ha dejado vencer por sus secuelas. Alrededor del río hay sacos de tierra amontonados, esperando ser repuestos por diques que realmente puedan resistir la corriente. Los avances en reconstrucción son lentos, a partir de las cuatro de la tarde el pueblo se queda sin agua y recién hace un par de meses se arregló la carretera Piura- Catacaos. Muchas familias han tenido que empezar desde cero, otras han logrado reconstruir sus casas y el turismo, la principal actividad económica, ha disminuido considerablemente. Sin embargo, los comerciantes siguen levantándose a las seis de la mañana para ordenar sus puestos y las picanterías no han dejado de funcionar un solo día, porque los cataquenses saben que solo su esfuerzo y trabajo los han mantenido de pie después de la catástrofe.
Extraído de Sobre Perú
Estas dos últimas semanas han estado llenas de decepción, inseguridad y cambios. Un desastre de grandes magnitudes, pero en el que la naturaleza no tuvo nada que ver. Es aquí donde yo me pregunto, ¿qué podemos aprender de Catacaos, aquella ciudad que veíamos en los noticieros completamente destruida e inundada hace tan solo un año? A ser resilientes. La resiliencia es la capacidad que tiene una persona para adaptarse o superar circunstancias traumáticas o adversas. Es no dejarse vencer por los obstáculos en tu camino, por más injustos que sean. Esta también se puede trabajar colectivamente y Catacaos es un claro ejemplo de ello. ¿Qué le sucede a un pueblo no resiliente? Se queda estancado en sus dificultades y no camina hacia adelante. Pierde su esencia y sus ganas de superación. Un año después, Catacaos debe ser nuestro modelo para adaptarnos y trabajar sobre los cambios que están ocurriendo en nuestro país. La resiliencia, en nuestra coyuntura actual, es vital. En medio de todas nuestras diferencias, que nuestra semejanza sea nuestra capacidad de superación.