Coronavirus. Otro año más y el personaje principal de esta serie sigue siendo el mismo: la covid-19. A lo largo de la historia mundial, ha sucedido más de una crisis sanitaria que ha requerido el uso de mascarillas, distanciamiento, medicamentos y vacunas. Con cada nuevo acontecimiento, ya sea pequeño o grande como la pandemia, las personas constantemente aprendemos a tomar posturas y acciones que nos permitan afrontar estas nuevas situaciones. El día de hoy, si bien la política puede llegar a poner las reglas “oficiales”, existen historias, normas sociales y nuevos símbolos que hemos implementado como humanidad, que ejercen cierto poder en las interacciones que tenemos día a día.
Uno de los símbolos que nos dice que existe un virus rondando las calles es la mascarilla. Así como todo lo que dicte el Estado, el uso de la mascarilla también se ha politizado; esta ha recibido varias opiniones al respecto, así como aceptación y rechazo en todas partes del mundo. Si bien para algunos la mascarilla representa salud, cuidado y responsabilidad, para otros es completamente lo opuesto: el uso de un aparato que impide la respiración y el oxígeno necesario para vivir, o como un bozal animal que implicaría una deshumanización del individuo. El British Medical Journal ha logrado sugerir que, para acercarnos a lograr un uso universal de la mascarilla, incluso más ahora con las nuevas variantes de la covid-19, se podría implementar un nuevo simbolismo sobre lo que ella representa.
Cuando hablamos de “simbolismo”, no solo nos podemos referir a un tipo de forma, signo o atributo, sino a todo un proceso de interacción entre las personas. Existe una rama de la sociología conocida como el interaccionismo simbólico, que tiene como principales representantes a Mead y Blumer. Estos nos intentan explicar cómo, a partir de un contexto o situación que involucre a dos o más personas, existen diferentes significados que se les otorgan tanto a las acciones como a las palabras y las cosas en esa interacción. Si lo vinculamos con nuestro hoy en día, la mascarilla es el símbolo que no solo nos permitirá salir de la crisis sanitaria en términos científicos, sino que socialmente representa valores como el respeto, empatía y cuidado, tanto para uno como para los otros.
El ponerse la mascarilla cuando uno se encuentra con un amigo, familiar o conocido, y que ellos y ellas también se la pongan, significa que hemos llegado a un punto que reconocemos colectivamente la necesidad de usarla. La presión social, o de grupo, es un elemento clave de la teoría del interaccionismo simbólico. Se comienzan a generar sanciones como una mala mirada en el supermercado o la llamada de atención de un desconocido si rechazamos su uso. Si uno logra ver a la mayoría de la población haciendo o diciendo algo, según el sociólogo Luis Miller, estaremos más condicionados a copiar esos comportamiento por el miedo a ser castigados ya sea en la calle, en la playa, el parque o el micro.
Ahora, la pregunta es ¿hemos logrado reconocer la mascarilla como necesaria por nuestra cuenta, o porque nos lo ha sugerido algo o alguien con mayor poder? Se piensa que, si bien el Estado ha incentivado la norma del uso de la mascarilla obligatoria, este también se ha visto presionado a instaurar esas reglas debido a que las personas comenzaron a utilizarla. Por ello, podemos pensar que el Estado se vio afectado por los nuevo significados y símbolos que surgieron en las calles – es el Estado el que tomó los significados de la gente para luego adaptar su política y reconocer que era lo que se tenía que hacer.
Sin embargo, sucede que también hay otro tipo de personas que, como mencionamos al inicio del artículo, ha elaborado otro tipo de significado para la mascarilla y se ha instaurado en la conciencia colectiva de dicho grupo. El interaccionismo simbólico propone que los seres humanos desarrollamos actitudes hacia ciertas cosas dependiendo de los significados que les demos a los objetos, las palabras o las acciones. Por ello, hay un número de personas que deciden no hacer uso de la mascarilla, a pesar de las sugerencias que proponen los jefes de Estado, así como a pesar de la presión social. Esto se debe a que, para ellos, no es símbolo de salud y cuidado, sino que es el objeto que los va alejando cada vez más de su humanidad, y que no es utilizado debido a el rechazo a una supuesta política de izquierda. Además, es un rechazo que ha ido aumentando al nivel en el que han sido informadas protestas en contra del uso de la mascarilla; a partir de las conversaciones que uno va teniendo con el resto, donde su indignación parece ser la misma al recibir las sugerencias de uso, especialmente en países como Estados Unidos. Pero, así como van aumentando estas opiniones, también va aumentando el número de contagiados…
Nos encontramos entonces en una batalla de símbolos, donde el mismo objeto puede tener significados positivos para un grupo, pero también significados negativos para otro – donde para algunos la mascarilla es reconocida como la salvación y, para otros, completamente lo contrario.
Editado por Paolo Pró