Tras asumir la presidencia del Perú, Francisco Sagasti presentó una fluida y amplia carta de temas a tratar desde su gobierno de transición. Considerado conmovedor, analgésico, atenuante o débil, por unos y por otros, el mensaje a la nación se hizo viral. Sin embargo, el poema de César Vallejo y la difusa puntualización de la problemática policial opacaron otros asuntos que puso sobre la mesa, dignos de recordar. Uno de ellos: Hambre Cero.
Este programa surge en línea con el Objetivo 2 – eliminar el hambre, lograr la seguridad alimentaria y nutrición, y fomentar la agricultura sostenible- de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), establecidos por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y a los que Perú se comprometió. El proyecto planteado por Sagasti se enfocará en reducir la desnutrición en el país, la cual es crónica en el 13% de niños a nivel nacional y superior a 20% en la Sierra central.
Ahora bien, ¿por qué este anuncio sería especial si ya existen programas sociales similares? Vaso de Leche, Qali Warma, Comedores Populares son los ejemplos más conocidos, o el pasado Programa Nacional de Alimentos (PRONA). Pues, son muchos los factores a tomar en cuenta.
En primer lugar, para impulsar este proyecto, Sagasti convocará al Acuerdo Nacional, que, de hecho, ya había aprobado el programa Hambre Cero. En su discurso invocó a la clase política, Legislativo y Ejecutivo, a sumarse a un diseño e implementación donde la agricultura encuentre prioridad. Lo que nos lleva al siguiente punto.
En segundo lugar, se ha hecho un énfasis en la necesidad de plantear políticas agrícolas que ofrezcan tecnología, asistencia técnica y financiamiento. Claramente, el éxito de este proyecto social no puede concentrarse únicamente en trabajo de escritorio, logística y buenas intenciones – los alimentos provienen de un sector agrario relegado desde hace décadas a pesar de su enorme importancia para la nación.
En tercer lugar, una aplicación transversal que integre a todos los actores de la cadena de alimentos puede repotenciar la economía familiar agrícola, aquella de pequeña y mediana escala. Marco Vinelli, director de la Maestría de Administración en Agronegocios de ESAN, señala que, para no repetir los errores del pasado, las nuevas soluciones deben orientarse hacia la mejora de acceso al agua y otorgamiento de títulos – formas legales que facilitan el acceso a financiamiento y tecnología.
En cuarto lugar, las soluciones también deben tener un enfoque de mercado. Las leyes que amparan a los mercados de productores y a los mercados itinerantes no deben quedarse como solo un recurso. Por ejemplo, correctamente manejados, se beneficiaría a zonas vulnerables con alimentos de calidad y a agricultores con precios justos a sus productos.
Finalmente, Sagasti presentó un plato fuerte: ciencia. Nosotros, futuros científicos, y la academia peruana, en general, aplaudimos esta mención. Muchos de los problemas que enfrenta la agricultura, que afecta el empleo, la justicia social y la seguridad alimentaria, provienen de la falta de aplicación y promoción de la ciencia. Que las palabras “social” y “ciencia” hayan estado tan cerca en el mismo discurso no ha sido coincidencia, y no debería volver a serlo.
Hambre Cero puede estar matando no dos sino varios pájaros de un tiro: desnutrición, desarrollo agrario, atención a poblaciones vulnerables, reactivación económica y promoción de la ciencia.
Esperemos que el gobierno tome fuertemente las riendas de este programa social, y se apoye en iniciativas no gubernamentales para cumplir las metas que el Objetivo 2 contempla. Es de vital importancia que todas estas metas estén alineadas con tan necesitadas mejoras en la condición laboral para quienes trabajan la tierra y nos proveen de alimentos en todo el país.
Autor: Thomas Mercado
Edición: Daniela Cáceres