Internet es el medio de interacción masiva por excelencia y ha sido muy importante para darles voz a muchos grupos y comunidades que no tenían tanta visibilidad en medios tradicionales. Esta posibilidad vuelve al internet un medio para impulsar cambios sociales y movimientos. Dentro de estos, está la fomentación de la tolerancia, un rasgo que a veces falta en entornos presenciales, mientras que en internet todos pueden tener un espacio, ¿verdad?
Según la RAE, la tolerancia se puede definir como 2.f. Respeto a las ideas, creencias o prácticas de los demás cuando son diferentes o contrarias a las propias. Además el doctor en filosofía, José Barrio Maestre (2003), expone que “…el sustantivo latino tolerantia significa «paciencia», y toleratio alude a la «capacidad para el sufrimiento» … Lo bueno no se tolera: se aprueba y, en este caso, además, se celebra” (p.135). Popularmente parece que esta palabra se ha aferrado a la primera definición mientras que se ha alejado de la segunda, que nos recuerda a la “resistencia”. Sin embargo, esta última es muy importante, pues efectivamente existen momentos, condiciones o experiencias que no serán de nuestro agrado o aprobación, pero tendremos que saber “tolerar” porque es necesario para evitar un mal mayor (el mal sabor de una medicina, el tráfico, la mascarilla, etc.).
Me acuerdo de una frase muy sabia: “a palabras necias, oídos sordos”. Evitar el enfrentamiento (innecesario en su mayoría) demuestra una fortaleza personal, mientras que responder directamente o actuar en contra sobrestima el poder de otros sobre ti. Es allí donde lo “intolerable” aparece, aquello que no puede ser pasado por alto y no evitará un mal mayor. Pero, así como la tolerancia se volvió un sinónimo de respeto, lo “intolerable” se relaciona con aquello que implicaría una falta de respeto y deberá ser sancionado. La dinámica consiste en que los tolerantes son quienes conocen ese límite de lo intolerable y deciden actuar cuando corresponde. Suena correcto, pero el detalle está en que ese límite es subjetivo y una generalización es dañina en varios niveles porque influye en cómo interactúan los individuos. Si todo es intolerable, ¿existe alguien tolerante?
Una explicación a esta paradoja de la intolerancia es que, debido a su relación estrecha con el respeto, la tolerancia, o mejor dicho “parecer tolerante”, le facilita a uno conseguir la simpatía de otros y cierta autoridad moral. Ya sea para causar una buena impresión o por inseguridades personales, algunas personas recurren a esta práctica para hablar, conocer o hasta confrontar a otros desde una posición ventajosa. Los demagogos saben eso muy bien y actúan para apropiarse de varias etiquetas similares (honesto, responsable, experimentado, conocedor, etc.) para captar apoyo y aprobación, aunque no tengan la intención de profundizar el por qué merecen dichas etiquetas o son relevantes para cierto asunto (Barrio, 2003). Todo queda en palabrería superficial impulsada por otras intenciones y que no inicia nunca un verdadero diálogo.
Justamente internet facilita que esta práctica se dé en su máxima expresión, desde la comodidad del hogar y el anonimato, porque la forma de interactuar cambia. Se da más visibilidad a la acción que a la persona misma. Plataformas como YouTube y Facebook buscan siempre acelerar el consumo de contenido, lo que significa menos tiempo para reflexionar sobre lo que acabas de ver. No solo es muy fácil juzgar las acciones “intolerables” de otros (algo que dijo o hizo) ya sean graves o insignificantes, sino que la interacción digital elimina muchas de las posibles consecuencias de hacerlo. No hay necesidad de tolerar. Pero esto no evita que la persona juzgada sea afectada. El internet puede ser salvaje e impredecible: un comentario enojado en “defensa de una causa” puede desencadenar ataques, críticas, abucheos, denuncias, etc. #InternetNoOlvida
La masificación de estas interacciones da una libertad casi total para opinar donde quieras, como quieras y sobre lo que quieras, incluso si se trata de un tema desconocido (música, arte, política, ciencia, etc.). Ello genera muchas veces opiniones desde fuera de un sector sin tener gran parte del contexto, y surgen así los malentendidos, los prejuicios o directamente se pierde el punto. Si bien es bueno fomentar la difusión de información o apoyo, informarse sigue siendo clave para saber si un asunto realmente nos afecta o interesa. De lo contrario, podrías estar cayendo en el juego de la tolerancia.
El fin de la tolerancia es llegar al diálogo verdadero donde ambas partes estén abiertas a cooperar respetando sus diferencias para buscar un resultado, no para enfrentarse y triunfar sobre el otro. Esto es lo que lamentablemente no se llega a practicar del todo en internet, donde pocos están verdaderamente interesados en dialogar, mientras que muchos quieren discutir. Es un espacio muy acelerado, donde depende de uno darle más o menos peso a cierto contenido, pero, aunque sea difícil a veces, de eso se trata ser tolerante.
Editado por Paolo Pró
Bibliografía:
Barrio Maestre, José María (2003). Tolerancia y cultura del diálogo. Recuperado de: Tolerancia y cultura del diálogo (unir.net)