Son exactamente las 7:09 PM y aquí en UNIVERZOOM tenemos que finalizar el artículo para esta misma noche—el autor sabe muy bien que metió la pata, pero su capacidad verborreica creativa no es lo único que estimó terriblemente mal. Todos nosotros en esta buena tierra del Señor (o al menos los menos pigmentados) hemos en algún momento—ehem *ouch* hoy—experimentado los efectos de la implacable mirada de Helios. Pero, ¡¿POR QUÉ?! ¿Por qué duele tanto? ¿Y qué podemos hacer al respecto?
Conocemos de sobra la ecuación para quedar rojo y no luce muy complicada: mucho sol = ARDE, PAPI. Sin embargo, la ciencia detrás de ese beso francés con el sol de mediodía es más interesante de lo que uno podría suponer. En primer lugar, los sacrosantos rayos UV son vulgarmente atomizados bajo un solo término, cuando en realidad sus efectos se aprecian mejor cuando se descomponen en tres—UVA, UVB y UVC, de acuerdo a su longitud de onda. Los rayos UVC son los rayitos buena gente que tienen la cortesía de quedarse afuera de la ionósfera terrestre y nos dejan en paz. De hecho, son usados por biólogos muy guapos para desinfectar sus instrumentos y equipos mediante la destrucción de estructuras bacterianas. La UVB y la UVA son los verdaderos verdugos de tu dermis.
Aquí cabe resaltar algo muy importante. Es la luz infrarroja (gran longitud de onda) la que le da a la luz solar su temperatura, pero es la luz ultravioleta (pequeña longitud de onda) la que causa daño celular. Entonces, aunque normalmente vienen en tándem, no siempre la falta de calidez apreciable es un seguro contra achicharradas.
Una vez que penetran en la piel, empiezan a hacer de las suyas: estructura celular que tocan, estructura celular que dañan. Los rayos ultravioleta B y C son agentes físicos, no químicos, de manera que no tienen un objetivo—o diana—hacia el cual abalanzarse. Es una onda que desconchinfla todo, llevando a tres efectos principales: apoptosis (muerte celular organizada, a diferencia de la necrosis), inducción de citoquinas inflamatorias (una cascada de señales de auxilio) y eritema (enrojecimiento de la piel condicionado por exceso de riego sanguíneo producto de una vasodilatación inflamatoria), siendo este último el síntoma más entrañable.
Curiosamente, aunque tu cutis puede ser protagonista de una insolación en cualquier época del año, no en toda hora del día se produce el mismo término de cocción en tu delicado bistec. El reloj circadiano—el temporizador que regula las funciones biológicas en relación con la hora (o lo que tu cuerpo cree que es la hora)—tiene un importante rol en la intensidad de respuesta al estímulo dañino del astro rey. El estudio citado indica que tanto la apoptosis como la inducción inflamatoria y el eritema son máximos cuando la exposición es temprano en la mañana y mínimas cuando ocurre en la tarde. DISCLAIMER: el estudio e realizó en ratones que son nocturnos, así que una predicción extrapolada a humanos iría de acuerdo a las líneas de una menor predisposición a quemaduras solares en la mañana siendo el caso contrario en las tardes. No obstante, como decimos coloquialmente en ciencias cuando nos mandan a volar por la ausencia de data que sustente nuestro punto, volveré cuando tenga mi paper.
Volviendo a lo más histriónico, ¿por qué duele tanto? Bueno, hay un canal iónico llamado TRPV4, el cual es un TREMENDÍSIMO HIJO DE LA GRAN selección natural a nivel molecular en mamíferos y que, al ser apagado mediante ingeniería genética en ratones, los insensibiliza al dolor e inflamación por rayos UV, calor y hasta por estrés mecánico. Asimismo, tres pacientes humanos con insolación expresaban más TRPV4 que tres controles, lo que parece indicar a un último culpable.
En todo caso, hay distintas formas de evitar la insolación en primer lugar, empezando por hacerle caso al Ministerio de Salud y no salir desprotegido por estas épocas entre las 10 AM y las 3 PM. El protector solar es vital, así como estar hidratado. Finalmente, si no pudiste evitar lo inevitable y acabaste como la estrella del APRA, puedes recurrir al aloe, la clara de huevo o el tomate (vitamina C y licopeno son grandes paliativos en comida o sobre la piel), pero nunca, NUNCA te jales la piel que se desprende. Ah, y si consumes ciertos medicamentos como el Roacutanne, consulta con un médico por posibles efectos asociados con fotosensibilidad dérmica.
A fin de cuentas, la piel sana más rápido que el orgullo. Sin embargo, los melanomas están siempre al acecho. Ahórrense el daño y cuidense de la insolación, pulpines. A lo mejor son fieles a metas estéticas más duraderas y usan las horas proscritas para ir al gimnasio. Pero, hey, nadie los juzga. Con la piel achicharrada yo tampoco quiero levantar un dedo.