La mayor parte de la economía puede resumirse en la siguiente frase: «Las personas responden a los incentivos, lo demás es irrelevante».
Steven Landsburg
El corazón de la economía
El estudio de incentivos es uno de los mismísimos principios de la economía. Sencillamente, se trata de mecanismos de recompensa o castigo que buscan modificar una conducta determinada. No es un secreto que a los economistas nos fascina estudiarlos, pues justamente influyen en los agentes durante la toma de sus decisiones.
Suena genial, ¿verdad? Entender los incentivos puede invitarnos a soñar: quizás podríamos ofrecer más becas para fomentar la educación y así tener una fuerza laboral más productiva o tal vez podríamos crear penas más duras para quienes rompen la ley y así solucionaríamos tantos males que aquejan a la sociedad. Pero no creerás que es tan fácil ¿o sí? Sucede con frecuencia que, cuando los incentivos apuntan a solucionar algún problema, estos no son efectivos; es decir, no cumplen con solucionar la problemática en lo absoluto. Y en algunas otras ocasiones, tienen resultados inesperados y hasta opuestos a lo que se deseaba en un inicio. Hoy, en Voz Actual, te traemos tres casos que dejaron sorprendidos hasta a los mejores economistas.
1. El lado oscuro de la economía: los incentivos perversos
Para nuestra primera anécdota, debemos viajar décadas atrás en el tiempo, hacia aquella época en la que India aún se encontraba bajo el dominio de Inglaterra. En aquellos años, por temor a las serpientes venenosas, el Gobierno creó un programa que ofrecía recompensas para quienes exterminaran a estos reptiles (mostrabas el cadáver y recibías el dinero). Lo que se esperaba era que las personas se vieran incentivadas a buscar y cazar a estos animales que, hoy en día, ocasionan alrededor de 50,000 muertes anuales.
Pero, como tristemente dice el dicho: “hecha la ley, hecha la trampa”, las personas empezaron a formar criaderos de serpientes. De esta manera, aumentaban sus ganancias sin tener que realizar una búsqueda agotadora por ellas. Cuando el gobierno se dio cuenta de lo que sucedía anuló el programa de pagos. Esto ocasionó que las personas involucradas en estas granjas de serpientes no tengan más remedio que liberarlas, pues ya no era rentable mantenerlas. Como resultado de este programa, la población de serpientes aumentó y el problema se vio exacerbado.
2. Pequeño como una mosca y disuasivo como una pistola
En ocasiones, no hace falta que el incentivo sea una retribución monetaria, ni siquiera se requiere que sea algo muy significativo. Si eres varón, conocerás la insalubre realidad de los baños públicos masculinos. Por más que se coloquen carteles que rueguen demostrar la educación y consideración a través de la limpieza, muchos individuos hacen caso omiso a estas normas de buena etiqueta.
En un aeropuerto de Ámsterdam, se buscaba incesantemente una forma de resolver este asunto, así que se llevó a cabo experimento: colocaron un adhesivo en el interior del urinario que imitara a una mosca para averiguar si los usuarios miraban en su dirección y mejoraban su “puntería”. Y vaya que sí lo hicieron. El resultado: un 80% menos de salpicaduras y derrames en los baños para hombres, así como también una reducción del 8% en el costo total de limpieza de los baños. ¿Extraordinario?
3. Un inusual incentivo que puede salvar vidas (muchas, en realidad).
¿Sabías que una gran cantidad de los órganos donados provienen de personas que acaban de fallecer? Sin embargo, la demanda excede a la oferta y, tristemente, muchas personas en mueren en la lista de espera por ellos. Normalmente, las personas que desean donar órganos en caso de fallecer deben declararlo de manera explícita a través de una serie de pasos. Muchísimas personas verdaderamente interesadas en donar fallan en concretar este proceso y no pueden ser consideradas donantes. Por ejemplo, en Estados Unidos, uno debe declararlo durante el trámite de su licencia de conducir. ¿Existiría alguna manera de que más personas donasen sus órganos al fallecer?
Sí, y se trata de un cambio administrativo diminuto: se debe presuponer que la persona sí está dispuesta a donar órganos. Así, en lugar de tener que marcar una casilla si desean donar órganos, las personas tienen que marcar una casilla si NO desean donar órganos. Suena trivial, ¿verdad? Pero el poder de la fricción y la inercia es impresionante. En Illinois EE.UU., 2.3 millones de personas se volvieron donantes gracias a esta idea. Cambiando la configuración por defecto de un cuestionario (hacer que todas las personas sean donantes y que luego ellas elijan no serlo), se pueden salvar muchas vidas.
Epílogo: la economía, ¿una ciencia aburrida?
Algunas personas imaginan a los economistas como personas aburridas o desganadas haciendo operaciones matemáticas en un sótano con poca luz y usando lentes gruesos como fondo de botella. Pero la economía, al igual que cualquier otra ciencia, cuenta con algunas historias sorprendentes que dejan a más de uno boquiabierto. El terreno de los incentivos también nos invita a pensar fuera de la caja porque nos damos cuenta de que se pueden conseguir importantes cambios con alteraciones mínimas. Las consecuencias a veces no son tan evidentes como parecen y en muchas oportunidades son una fuente de entretenimiento para quienes saben apreciar los matices de la conducta humana. ¿Cuál crees que sea la siguiente anécdota de incentivos que nos depare el futuro?
Edición: Cristóbal Contreras