Cuando Charles Darwin planteó el concepto de evolución por selección natural en 1859. Él estaba consciente de la controversia que generaría debido a que, con una elegante simplicidad, explicó la historia de la vida como la conocemos, incluyendo la del ser humano. ¡Surgimos a través del mismo mecanismo que el resto de ‘‘seres inferiores’’! Imagínenlo.
Hoy su teoría se acepta ampliamente y se apoya en una gran cantidad de evidencia. Incluso el papa la llamó ‘no inconsistente’ con la creación divina (algo es algo). Pero, ¿y nosotros? ¿seguimos evolucionando? Si notamos que tenemos una tasa de sobrevivencia al nacer de 95-99% en el mundo, que hemos solucionado casi cualquier problema con herramientas que nosotros mismos desarrollamos… Si pensáramos en la medicina, innovación y desarrollo cultural; pero que personas como Keiko, Trump y Butters han tenido cierto éxito, podríamos pensar quizá ya no estamos evolucionando. Bueno, al parecer sí lo hemos estado haciendo sigilosamente. ¿Cómo es eso?
Por un lado, se han documentado casos de indicios evolutivos relativamente actuales en poblaciones de los Andes, Tíbet y Etiopía que captan mejor el oxígeno. Poblaciones en Australia que se ajustan más fácilmente a altas temperaturas, los Inuit en Groenlandia que digieren mejor los ácidos grasos de los peces (1) y los Bajau en el Sureste de Asia que pueden bucear más de 5 minutos (2). Todos ellos gracias a adaptaciones evolutivas con base genética, pero que representan solo una pequeña proporción de los más de siete mil millones de seres humanos en el planeta. Por otro lado, para el resto de mortales, se ha planteado que estamos cambiando quiénes somos con un mecanismo guiado por nosotros mismos y nuestras acciones.
Antes de todo, es necesario tener en claro que la evolución (no la de Charmander hacia Charizard) no tiene un propósito y no crea ‘algo’ para ‘algo’. Al contrario, trabaja con lo que existe, esto es, el ambiente en el que vive una población en un momento determinado y las variantes genéticas – mutaciones – que hayan ocurrido al azar en algunos individuos de esa misma población. En efecto, la teoría de Darwin señala que la selección natural responde a presiones ambientales (como el frío, las enfermedades o la escasez de recursos) y solo si las variantes genéticas presentes le permiten a un individuo reproducirse más y sobrevivir. Sabiendo esto, ¿es válido pensar que la selección natural ya no actúa sobre el ser humano? Sí. En promedio, cualquier persona tiene la misma probabilidad de reproducirse y de sobrevivir. Además, si tenemos frío, nos abrigamos; si nos enfermamos, tomamos pastillas; y si tenemos hambre, vamos al Tambo más cercano. ¡Ya casi no sufrimos de presiones ambientales!
¿Qué es lo que se plantea ahora? Bueno, el narrador de tus documentales favoritos, Sir David Attenborough, lo describe así: ‘Evolucionaremos, pero en un sentido cultural, tomando conocimiento de generaciones pasadas’ (3). Ray Kurzweil, un futurista empedernido, promete aún más. Indica que trascenderemos las limitaciones de nuestra biología, es decir, ampliaremos lo que significa ser humano (1). Por ejemplo, basta con analizar a los cyborgs, que son humanos con componentes biónicos o cibernéticos para reemplazar o mejorar la función de otras partes de su cuerpo. El tema con ellos es que no solo igualan las habilidades humanas, sino que las superan. Son solo un ejemplo de que la tecnología hace casi el mismo trabajo mucho más rápido y nos permite adentrarnos en entornos nuevos y más desafiantes.
La cuestión va así: como seres humanos con cerebros (y el ego) grandes, queremos siempre cruzar límites aparentes más rápido y con más opciones. Nos dimos cuenta de que no somos ratones ni bacterias y no podemos esperar a que un rasgo genético aparezca al azar y se expanda por reproducción sexual hacia todo el mundo. Tardaría siglos. Por este motivo, ahora la cultura y la tecnología han pasado a ser los principales motores de cambio, un cambio evolutivo. Entendemos como cultura a los comportamientos que aprendemos de la sociedad y se comparten; y a la tecnología como un aspecto no biológico de adaptación que se extiende más allá del cuerpo humano físico (4).
Tal parece que la adaptación cultural y tecnológica han reemplazado a la biológica porque ya no necesitamos modificaciones genéticas, sino simplemente cambios en el comportamiento para manejar el estrés del ambiente. Y también parece que se ha neutralizado el poder de la selección natural. Parece, porque la verdad es que sigue ahí, esperando actuar en periodos de tiempo más largos y cuando más la necesitemos, ehem calentamiento global, ehem, Marte.
Entonces, estamos redefiniendo lo que significa evolucionar para nosotros. Sin darnos cuenta, la evolución humana ya no se rige solo hacia una lenta selección natural a través de genes beneficiosos y eventos al azar, sino también de todo lo que hacemos para aumentar nuestras capacidades y las de la cultura, tecnología y nuestros propios genes. Como cualquier otra especie, somos el resultado de millones de años de evolución, pero ahora estamos tratando de tomar las riendas de nuestro futuro. Utilizamos nuestro pasado y la incertidumbre sobre nuestro futuro para respondernos “¿hacia dónde vamos?” Así que la próxima vez que leas el Trome, alardees sobre tu nueva adquisición tecnológica o te pongas una casaca piensa ‘¿Estoy evolucionando?’, ‘¿Qué estoy haciendo para evolucionar?’.
Edición: Daniela Cáceres
Bibliografía
- How Humans are shaping our own evolution? Max, D. T. s.l. : National Geographic, 2017.
- ”Sea Nomads” may have evolved to be the world’s elite divers. Chen, Angus. s.l. : Scientific American, 2018.
- Ferris, Hannah. Sir David Attenborough: Humans have stopped evolving. The Telegraph. Evolution, 2013.
- Stock , J.T. Are humans still evolving? Technological advances and unique biological characteristics allow us to adapt to environmental stress. Has this stopped genetic evolution?. EMBO Rep [Internet]. 2008 Jul.