Han pasado trece años desde que el último libro sobre el mago más famoso de la literatura infantil llegara a su fin, y algo más de veinte años desde la publicación del primer libro —“La piedra filosofal” (1997)—, que marcaron récords de ventas en el mundo entero. Junto a los siete libros, las ocho adaptaciones cinematográficas conmocionaron a toda una generación, y el el mundo mágico se apoderó del mundo muggle de millones de lectores. J.K. Rowling, escritora detrás de la saga, se le ocurrió la idea de un niño mago viviendo entre no magos, durante un viaje retrasado entre Manchester a Londres. Sus estudios universitarios en filosofía clásica, le dieron los cimientos para desarrollar un mundo paralelo, con personajes tan entrañables, así como aterradores.
El primer libro de la saga inicia cuando su protagonista cumple once años; para el inicio del último volumen, ya cuenta con diecisiete. No obstante, hay elementos en el mundo de Hogwarts que se mantienen intactos a lo largo de los siete libros. No hay nadie con la valentía de Harry Potter: siempre dispuesto a enfrentarse con el mal, evita herir a sus enemigos más peligrosos, obvia las reglas morales cuando persigue un acto ético, se enfrenta constantemente con la muerte, y siente miedo como todos nosotros, los lectores. Además, es valiente; porque sabe enfrentarse a lo que más teme: su propia muerte.
Si Aristóteles hubiera conocido al joven Potter, es muy posible que hubiera abrazado al héroe con las cualidades que él soñaba. Un tipo capaz de enfrentarse siempre al dolor y al destino, de aceptar que el destino del hombre es enfrentarse siempre con un riesgo constante de la muerte. Aristóteles lo indicó, y J.K. Rowling lo puso en práctica, pues para tener valor hay que enfrentarse con el miedo, pues el valor es la manera de sentir el miedo hasta poder resistirlo. “La magia es una fuerza disidente” —apunta el filósofo francés Roger Caillois—, “por lo tanto, el mundo mágico es una amenaza para el orden constituido. Todo lo fantástico es ruptura del orden reconocido, irrupción de lo inadmisible en la inalterable legalidad cotidiana”. De esta manera, Rowling señala implícitamente que tenemos la oportunidad de vivir en más de un mundo. Harry Potter no se ajusta al mundo real (al de los muggles), y entones busca otro mundo para poder existir (el de Hogwarts).
En una de las paginas finales de “El cáliz de fuego” (2000) —cuarto libro de la saga—, J.K. Rowling hace que Dumbledore diga a sus estudiantes lo siguiente: “Recuerden a Cédric. Recuérdenlo si en algún momento de sus vidas tienen que optar por lo que está bien y lo que es cómodo. Recuerden lo que le ocurrió al muchacho que era bueno, amable y valiente, porque se cruzó en el camino de Lord Voldemort”. Las palabras del director nos ponen en el debate central sobre el bien y el mal, y también sobre lo que está bien y lo que es cómodo. Esa comodidad, al parecer, es aquello que está en el ámbito de las reglas.
Así como lo señala el filósofo italiano Simonne Regazzoni, “el sujeto tiene que ser capaz de romper con lo que es cómodo para producir un acto ético”. El filósofo describe a Harry como un joven rebelde y obstinado en estar por encima de las reglas. Severus Snape confirma tal descripción cuando regaña a Potter: “Tu padre tampoco respetaba mucho las normas. Las normas eran para gente que estaba por debajo, no para ganadores de la copa quiddicht”. Regazzoni reitera su argumento, “un acto ético es aquel que va más allá del deber moral, por ejemplo, la opción de combatir y de organizar una resistencia contra Voldemort y sus mortífagos”. Para el filósofo italiano, todos los libros de Harry Potter nos dicen que solo hay una ética cuando un sujeto supera los límites de su simple deber, pues no hay nada ético en solo limitarse a hacer lo que es debido.
De ahí que Harry Potter sea un héroe por aceptar incondicionalmente a la muerte, y sea capaz de aceptar que debe morir por una causa justa. Pero ¿quién puede prepararse para su propia muerte? El joven mago puede ser clasificado como un perfecto nihilista, pues nadie se atreve a tocarlo, incluso su propia creadora, desde que predestinó al personaje a partir de una profecía autocumplida. Ahora bien, hay algo que salva al protagonista, algo más allá de pensamiento filosóficos o morales, y que lo mantiene con vida: el amor. Tal vez por eso, las últimas palabras de Dumbledore en “Las reliquias de la muerte” (2007), representen el pensamiento más profundo en toda la saga:
Ahora eres el verdadero señor de la muerte, porque el verdadero señor de la muerte no pretende huir de ella, sino que acepta que debe morir y entiende que en la vida hay cosas mucho peores que morir.
Edición: Paolo Pró