Hace unos días, el presidente de EE.UU, Donald Trump volvió a cumplir las promesas que hizo durante su campaña electoral al imponer aranceles a las importaciones de aluminio y acero. Tras ello, la Unión Europea y otros países han amenazado con tomar represalias. ¿Cuáles son las consecuencias de esta medida en el comercio global y en la economía de EE.UU?
Es habitual que los países abiertos al comercio exterior impongan aranceles o impuestos a los productos importados como una medida para proteger a sus propias industrias contra la competencia extranjera e incentivar el consumo de bienes locales. No obstante, esta medida afecta a los países importadores, quienes, como reacción, pueden decidir también colocar aranceles o limitar las importaciones del país que tomó la iniciativa y así generar una guerra comercial.
En el caso de los aranceles impuestos por Trump, estos nacen de una promesa electoral para proteger a las empresas de los sectores de acero y aluminio que según Trump habían sido destruidas por la competencia internacional #AmericaFirst. Es así que el decreto firmado por Trump impone un arancel de 25% al aluminio y del 10% al acero, a excepción de las importaciones que provienen de México y Canadá (países suscritos al TLCAN).
La nueva locura medida de Trump tendría consecuencias negativas a escala global, debido a que las importaciones de estos bienes están diversificadas al provenir de Canadá, México, la Unión Europea, China, entre otros países asiáticos, según el Departamento de Comercio de EE.UU. Las reacciones de estos países podrían traducirse en una guerra comercial. Ello implicaría que los precios suban o haya una menor oferta de los bienes implicados (no necesariamente del acero o del aluminio ya que los otros países pueden imponer barreras a la entrada de otros productos), lo que ocasionaría un efecto multiplicador. No solo las empresas importadoras serían perjudicadas, sino también los consumidores de los países involucrados. Por lo pronto, la Unión Europea y China han amenazado con imponer aranceles a determinados bienes importados de EE.UU, quien podría responder a ello y así crear un círculo vicioso.
Incluso si excluimos la posibilidad de que surja una reacción de los países envueltos, el efecto neto de los aranceles sería negativo para EE.UU. El precio del acero y aluminio podría aumentar para compensar los aranceles, lo que afectaría a las empresas americanas que utilizan estos bienes para la elaboración de sus productos. Ello terminaría repercutiendo en los hogares americanos ya que estas empresas podrían también subir el precio de los bienes finales o reducir sus costos de producción con el recorte de empleos.
En el caso de Perú y de otros países cuyas exportaciones de ambos bienes son mínimas o nulas, no se verían afectados por los aranceles. No obstante, sí podrían estar expuestos al riesgo de que se genere una guerra comercial entre las economías grandes, en la medida que su comercio dependa de estas. La estabilidad económica de los países implicados como China o EE.UU (los principales socios comerciales de Perú) podría verse deteriorada, lo que reduciría su demanda de importaciones en general.
La pregunta que el lector puede hacerse es si en una guerra comercial algún país puede ganar más de lo que pierde. La respuesta es no, debido a los efectos negativos que trae consigo en las empresas y consumidores de los países involucrados. Trump argumentó que con la medida se protege a la seguridad nacional, sin embargo no considera que los impactos negativos pueden rebotar hacia EE.UU (#TrumpsLogic). Además, existe una probabilidad de que se genere una guerra comercial, aunque esta es baja ya que los países reconocen que una guerra comercial podría ser perjudicial para todos. Lo más probable es que se empiecen a negociar los aranceles para evitar las consecuencias de una guerra.