La madrugada del viernes 7 de agosto, de este año, fue estruendosa, conmemorativa para algunos, pero infeliz para otros. Muchos de los limeños se quedaron extrañados de las constantes explosiones y luminiscencias, y es que es difícil entender qué se podría festejar en tiempos tan infames como los que vivimos actualmente, a muchos no nos venía nada lógico a la cabeza. Por un momento creímos que se celebraba el descubrimiento de una vacuna 100% confirmada contra el COVID-19; falsa alarma. Una vez más el silencio de la madrugada limeña fue asaltado por el deporte más famoso del mundo. ¿Cuándo será el día en que una hinchada se percate o tome una verdadera responsabilidad del desbande que arman cuando celebran a todo pulmón sus sentimientos? A pesar de todo, tenemos las dos caras de la moneda, el festejo como consuelo en medio de tanto dolor o todo lo contrario.
El club de fútbol Universitario de Deportes fue fundado el 7 de agosto, del año 1924; tenemos un sospechoso. Nuestras dudas se convierten en afirmaciones cuando distintas páginas de las barras del club crema se adjudican el acto de festejo la mañana del 7 de agosto, celebrando el aniversario número 96 del club crema. Las críticas, acusaciones y malos deseos no se hicieron esperar; y quién podría culparlos, lo último que esperamos en estos tiempos calamitosos son fuegos artificiales. Sin embargo, por un momento, a pesar de que para algunos haya sido una experiencia molesta, Lima y algunas provincias del Perú celebraron, sin saber por qué, pero quedaron iluminados ante explosiones coloridas. Gracias a esta seguidilla imparable de emociones, un grupo de inconscientes aficionados decidió que era una buena idea juntar a un grupo considerable de personas en las afueras del estadio “Monumental”. Todo esto para ver cómo la alineación crema empató su primer encuentro después de las medidas de aislamiento tomadas por el gobierno peruano. Lamentablemente no sería el último sinsabor para el conjunto del corral, pues días después de este acto de irresponsabilidad, el gobierno decidió suspender hasta nuevo aviso la liga de fútbol peruano. Nuevamente, la ceguera racional del público aficionado de Universitario de Deportes es protagonista de una polémica por sus actos.
Con más de 45 mil muertos por la COVID-19, según las DIRESAS de todo el Perú, para estos supuestos hinchas cremas era buena idea festejar. Al hacerlo, además de desentonar con estos tiempos de luto e incertidumbre, también pusieron en peligro de contagio a todos los asistentes (en primera instancia) y a muchos miles de personas más (a largo plazo, o como dijo la ministra: “en quince días veremos los contagios”). Esta irresponsabilidad en medio de una pandemia, junto con la ya conocida crítica a la deuda fiscal de la U, fueron los principales argumentos para descalificar a las facciones más frescas e irresponsables de la hinchada. En este punto, solo nos queda esperar lo mejor para aquellos que decidieron juntarse con tanta gente a celebrar un hecho aparentemente trivial para los momentos tan duros que muchas familias viven por esta pandemia.
Durante las últimas décadas, los muchos adeptos a “La U” no son reconocidos específicamente por su pasión por el deporte, sino por su pensamiento irracional, dirigido por un falso sentimiento de pertenencia. No obstante, no podemos generalizar, pues más bien se debe resaltar la división de la fanaticada: los hinchas que viven en un sesgo perpetuo, donde su afición por un club sobrepasa cualquier convicción personal y juicio de valor. Los otros hinchas, que sabemos son más, quienes aman el deporte y rechazan el fanatismo desmedido, juzgando a otros hinchas más pasionales e irresponsables (e incriminándoles). Aún hay esperanzas.
Hasta cierto punto, es admirable lo que una persona está dispuesta a entregar por un club (a veces, hasta la vida). Los peruanos solemos ser muy románticos y sentimentalistas, mucho más en estas épocas y mucho más aún si se trata de fútbol. Esta doctrina futbolera que perdura después de tanto tiempo como si fuese una religión más, es realmente conmovedora. Lamentablemente, los actos perpetrados por sectores irresponsables de la barra de “la U” opacan este hermoso sentimiento de paz que a muchos nos trae el fútbol. Dejemos de normalizar estas actitudes. Empoderemos lo bueno y rechacemos lo irresponsable, pues ese no es el espíritu del deporte.