Vivimos en un mundo hiperconectado, donde pasar más de 15 minutos sin revisar el celular es casi inconcebible para muchos. Chequear el correo, enviar un mensaje por WhatsApp, enterarte de la última publicación de tu amigo en Instagram, mirar los datos más actualizados sobre el coronavirus o hacer scroll infinito en las redes sociales son algunas de las actividades que hacemos prácticamente por inercia. Y, sin saberlo, podemos estar desarrollando el síndrome FOMO.
¿FOMO? ¿Qué significa esta palabra? Si bien no existe una definición en la Real Academia Española, sí podemos hallar su definición en el Oxford Dictionary. FOMO son las siglas de fear of missing out, que hace referencia a la ansiedad como resultado de sentir que te estás perdiendo de un evento emocionante ahora mismo.
Hay muchas interpretaciones que varían de acuerdo con el especialista que estudie el síndrome; sin embargo, hay un consenso en cuanto a que este miedo se refiere a la necesidad de mostrar constantemente en redes sociales algo que sea considerado “interesante”. Comidas en restaurantes de moda, viajes, reuniones, fiestas y otros generan una especie de mundo perfecto, una utopía de la cual nadie quiere quedar fuera. Si bien el síndrome FOMO no está totalmente asociado a las redes sociales, el uso de estas sí lo exacerba.
En cierta forma, la pandemia actual ha incrementado este síndrome. Se ha mezclado la vida personal con la vida profesional y los limites se vuelven cada vez menos notorios: los jefes envían mensajes de WhatsApp a sus empleados y los incorporan a grupos, aunque no sea la vía de comunicación oficial en muchos trabajos; las parejas se escriben mensajes al correo del trabajo; y el compañero te manda un WhatsApp para decirte que te ha enviado un mensaje de texto. Se acaba teniendo un desajuste en nuestra vida. “Las nuevas tecnologías y las redes sociales funcionan muy bien si nos hacen sentir bien, pero cuando no es así, nos planteamos bajarnos del carro”, afirma Manuel Armayones, director de Desarrollo del eHealth Center de la UOC.
Sin embargo, de forma contraria al síndrome FOMO, nace JOMO (joy of missing out), que hace referencia a la satisfacción que una persona siente al no estar constantemente inmerso en las redes sociales. El JOMO te invita a olvidarte de todas las preocupaciones innecesarias que nacen de estar pendiente de la vida de otros, a dejar de preguntarte cada 5 minutos que está pasando ahí afuera porque ya no te importa.
Los orígenes del JOMO se remontan a julio de 2012, cuando el blogger, emprendedor y tecnólogo estadounidense Anil Dash acuñó el término en una entrada de su blog. Junto con Anil Dash, otra de las principales precursoras de esta filosofía es la escritora y oradora Christina Crook, quien en 2013 ofreció una charla TED exponiendo la teoría JOMO y, un año después, publicó su libro The Joy of Missing Out: Finding Balance in a Wired World .
La regla básica del JOMO es la siguiente: siempre habrá algo mejor que hacer, un restaurante mejor, un destino de vacaciones mejor, una mejor pareja (inclusive), pero lo importante es aceptar esa realidad y ver que siempre hay algo que disfrutar en nuestro presente.
Habiendo expuesto los conceptos de FOMO y JOMO, nace la interrogante: ¿estamos ante el principio del fin de la hiperconectividad?
Existen muchas posiciones en cuanto a este tema que se vuelve cada vez más controversial. Algunos estudiosos afirman que el mundo no va parar su proceso de globalización; sin embargo, otros creen que toda la información que deviene de este proceso puede llegar a ser abrumante para el ser humano y que este no está preparado física ni mentalmente para procesar toda la data que llega de diferentes fuentes.
Manuel Armayones concuerda más con la segunda posición y menciona que “ahora lo in es desconectarse. Ha habido muchos ejemplos de ello entre personajes populares”, apunta, en referencia a celebridades como Justin Bieber, Ed Sheeran, entre otros, quienes cancelaron sus redes sociales de forma temporal para “desintoxicarse”.
Entonces, ¿existe un punto medio?
Revisar constantemente las redes sociales puede fomentar el síndrome de FOMO, pero alejarnos totalmente del mundo cibernético no parece ser la solución en pleno siglo XXI. Lo recomendable es mantenerse conectado siendo consciente de que lo que vemos en las pantallas no necesariamente es la realidad. Tener tiempo para conectar con nosotros mismos es lo más importante.
Algunas personas que han padecido de FOMO recomiendan practicar la meditación o mindfulness para generar esta idea de conciencia del presente. A través de estas prácticas, se pueden obtener varios beneficios como relajación, detectar a tiempo sentimientos o emociones negativas, desarrollo de empatía y comprensión, creatividad, mayor concentración y, sobre todo, creación de momentos propios para tomar conciencia del ahora.
Edición: Paolo Pró