En el marco de una crisis sanitaria, económica y política, una utópica idea caracterizada por una película que, para muchos puede ser un ideal de solución enmarcado en la ficción y para otros, podrá representar una sociedad segregada y sumamente excluyente entre sus integrantes.
Después de los sucesos que hemos vivido como país, que no nos dejan más que decepcionados por las posibles irregularidades en el manejo de un grupo de vacunas contra el COVID-19 por distintos agentes públicos y privados, encontrándose involucrado hasta el señor Vizcarra, quién fue Presidente de la República, es importante cuestionarnos mucho como sociedad, lo cual incluye a nuestra clase política –sí, es nuestra, ya que debemos asumir cierta responsabilidad como electores-.
Más que escribir al estilo en que siempre lo hago, el presente texto será lo más serio posible, analizando ciertos conceptos presentes en la clase política, cuyos significados en nuestra sociedad, en estos momentos de grave crisis sanitaria a costa del COVID-19, son importantes desarrollar.
A lo que me refiero es a la ética, y como consecuencia de ello la moral, de los funcionarios públicos, sobre todo de quienes son seleccionados por voto popular, quienes deciden servir a los demás; y también, por qué no, aquellas que todos buscamos compaginar de la forma correcta –o, al menos eso espero-, así como mantener en el transcurso de nuestra vida. Esto es una ética con valores morales intachables, buenos hábitos conductuales y, sobre todo, con responsabilidad por nuestros actos y omisiones.
#Breakdown –mientras me tragaba todo el mal sabor que nos han dejado los funcionarios que se han visto vinculados en las posibles irregularidades en el marco del escándalo VACUNAGATE– se me vino a la cabeza la gran trilogía de la película Divergente, cuyo exegesis radica en textos literarios de Veronica Roth, producida por Neil Burger y cuyos protagonistas son Tris y Cuatro, Shailene Woodley y Theo James, respectivamente.
Exactamente por una trama de esta trilogía que compagina con una problemática constante de nuestra realidad y, hasta me atrevería a decir, del modelo democrático –si es que no la has visto, te explicaré brevemente el porqué de la relación con nuestra realidad. Si ya la viste, saltea el siguiente párrafo-.
En esta comunidad se tiene la idea de que todo funcionará siempre que existan “facciones” que dividan a las personas y las “encasillen” –por no decir lo menos– en una labor de por vida. Estas son (i) Abnegación, quienes gobiernan por ser –como su propio nombre lo indica– un grupo de personas que no piensan en ellos, sino en servir a los demás, una suerte de altruismo; (ii) Cordialidad, quienes son los pacíficos; (iii) Verdad, quienes trabajar en base al sentido de verdad –hasta con ciertos instrumentos químicos, que tanto harían falta en esta sociedad-; (iv) Osadía, grupo que custodia el orden; y, (v) Erudición, quienes se encargan de desarrollar mayores conocimientos por ser los más inteligentes.
Así, en teoría, en esta sociedad ficticia, genera cierta convicción que Abnegación sea el gobierno, en tanto, al ser una suerte de altruistas, no tendrán intereses ocultos ni particulares, sino un interés supremo que es el beneficio de la sociedad. Para los que estudiamos derecho, este fin es el famoso “interés público”. De esa forma, Abnegación contaría –por la propia trama, a excepción de ciertos casos– con una ética y una moral intachables, gratas de envidiar en estos tiempos donde hay muchos “mercantilistas” inmiscuido en nuestros gobiernos.
Sin embargo, ya alejándonos de esa utópica idea de una sociedad ficticia, saltan ciertas cuestiones que son capaces de atender en nuestra realidad. ¿Sería posible a través de la normativa establecer algo que regule la ética, y con ello la moral, de nuestros funcionarios en casos como el VACUNAGATE, ya que evidentemente no son de una facción de Abnegación? o, ¿quizás existen dispositivos que lo regulan y no los conocemos?
Te comento para darte paz que sí los hay. Sí existe un margen de ciertas conductas éticas, y con ello delimitantes de la moral, que deben seguir nuestros funcionarios públicos y que tú, como ciudadano, tienes el deber de exigir.
La Ley No. 27815, que aprueba el Código de Ética de la Función Pública, complementado con su Reglamento, aprobado mediante Decreto Supremo No. 033-2006-PCM, establece los principios, deberes y prohibiciones para el correcto desempeño ético de los servidores públicos, quienes –al mismo estilo de Abnegación– deberían buscar servir a los demás y no servirse ellos mismos.
Así, lo que debe calar es que debemos buscar ese óptimo como sociedad, rechazando las conductas inmorales hasta delitos calificados como tales en nuestro Código Penal, debidamente sentenciados por el Poder Judicial. Para ello, exijamos el cumplimiento del Código de Ética cada vez que tengamos un problema ante un funcionario que no esté actuando conforme a los cánones que dispone el mismo Código, realicemos una queja administrativa que es posible de tramitar y sancionar, cuyo procedimiento se llevará a cabo en atención a la Ley del Servicio Civil, Ley No. 30057.
Como ciudadanos tenemos mucho para reflexionar, desde los funcionarios que se sintieron adalides de la democracia y terminaron por dinamitarla, hasta nosotros mismos como electores al no asumir responsabilidad en la elección de nuestra clase política que, al final del día, muchos terminan repudiando, pero no autocriticándose como sociedad por la elección.
Vienen nuevas elecciones, informémonos e informemos a nuestros familiares y amigos, debatamos, leamos fuentes confiables y mantengamos la política en nuestro día a día, para escoger correctamente a los principales servidores de nuestro país. De lo contrario, se repetirá una vez más nuestra historia.
Editado por:
Raisa Escudero