Llegó diciembre y, con él, la Navidad: un tiempo para el saludo afectuoso y el acercamiento entre todos. Esta fecha es sinónimo de armonía, amor, consumismo y fraternidad. Ahora bien, si es una época tan buena, ¿por qué limitarla solo al cristianismo? Si vamos más allá, dejando de lado la conmemoración del nacimiento de Jesús, ¿por qué hay tantas discusiones y desacuerdos entre las religiones si, en esencia, todos queremos lo mismo: un mundo pacífico? ¿Será posible tener una sola creencia o ética a futuro?
En el mundo, hay aproximadamente 4200 religiones vivas e innumerables ya extintas. Esto equivaldría a pensar que hay 4199 «falsas» porque cada una reclama a la suya como única y verdadera. Si, además, consideramos la separación de la Iglesia del Estado y la libertad de culto fomentado en las últimas décadas, concluimos en que la religión llega a ser un asunto privado. Así, nacen nuevas sectas cristianas y religiones de diferentes índoles, por lo que se puede decir que, hoy en día, existe un verdadero y muy rentable «mercado», donde cada uno encuentra algo a su gusto: una pluralidad religiosa. Este boom se debe al vacío espiritual de la sociedad moderna.
En este escenario, surge el fundamentalismo, que nace, a menudo, dentro de las tradiciones religiosas judías, cristianas y musulmanas en reacción a los cambios culturales abruptos, la desorientación espiritual de los fieles y el excesivo materialismo. Dicho fenómeno preserva lo ortodoxo, instrumentaliza las tradiciones, y crea imágenes y complejos cerrados, que facilitan la interpretación de todo el mal que existe en el mundo. Se basa, además, en un principio dualístico como, por ejemplo, Dios contra Satanás y el bien contra el mal, los cuales son conceptos que simplifican los patrones de orientación y forman la base de un pensamiento filosófico rígido.
Por otro lado, en sentido opuesto al fundamentalismo, se habla del pluralismo religioso. Este no debe confundirse con «pluralidad», ya que el término no se refiere a oferta o cantidad de religiones, sino a la relación pacífica entre ellas. De esta forma, se reconoce el derecho a pensar de otra manera y, por eso, se acepta que distintas religiones tengan pretensiones diferentes de verdad. En este sentido, el verdadero pluralismo religioso se opone tanto a la imposición violenta de las religiones como al intento de reducirlas a un mínimo común.
Ahora, ¿Cómo puede abrirse paso el pluralismo religioso en un entorno donde el fundamentalismo cobra cada vez más fuerza? Para el teólogo Hans Küng, la base es el diálogo interreligioso.
«No habrá paz entre las naciones sin paz entre las religiones; no habrá paz entre las religiones sin diálogo entre las religiones; no habrá diálogo entre las religiones si no se investigan los fundamentos de las religiones».
Hans Küng
Pero ¿podrá existir un diálogo entre religiones con diferencias tan grandes? Por ejemplo, retomemos el tema de la Navidad. Podemos ver que hay muchas diferencias en cuanto al pensamiento sobre Jesús y, por ello, se discute el hecho de celebrar esta fecha o no. Los católicos y cristianos, por una parte, celebran dicho día por el nacimiento del hijo de Dios. Por otra parte, los judíos, musulmanes y testigos de Jehová no festejan este evento. Ello es, debido a que los primeros celebran Janucá y no consideran a Jesús una divinidad; para los segundos, este es un profeta, mas no una deidad; y, para los últimos, esta fecha está basada en una fiesta pagana sin fundamento bíblico.
No obstante, hay religiones que, a pesar de no compartir la creencia de Jesús como Dios, sí celebran la Navidad, como es el caso del budismo. Ellos lo hacen por su importancia histórica y los valores que él representa. Este punto en común, que enlaza la racionalidad del principio con la práctica cotidiana y que trasciende, inclusive, a la creencia en una divinidad es, precisamente, lo que Küng defiende en su propuesta de una ética mundial. Es decir, «te sigo porque eres bueno, no porque crees o no crees en determinado dios».
Con ello, Küng no se refiere a crear una nueva ideología o una religión universal y unitaria, más allá de las religiones existentes, ni al predomino de una religión sobre las otras. Por el contrario, alude a un consenso básico sobre una serie de valores vinculantes, criterios inamovibles y actitudes éticas fundamentales que deben conformar la convicción de la persona y de la sociedad humana. Para él, hay una regla de oro que se encuentra presente en casi todas las tradiciones éticas y religiosas del mundo: «No hagas a los demás lo que no quieres para ti». Es un hechizo simple, pero inquebrantable.
En la práctica, de esta regla se desprenden cuatro compromisos fundamentales:
1. Compromiso con una cultura de la no-violencia y de respeto a toda vida: «Respeta la vida»;
2. Compromiso con una cultura de la solidaridad y con un orden económico justo: «Obra con justicia y honradez»;
3. Compromiso con una cultura de la tolerancia y con una vida en veracidad: «Habla y actúa desde la verdad»;
4. Compromiso con una cultura de igualdad de derechos y de camaradería entre el hombre y la mujer: «Respetaos y amaos los unos a los otros».
Entonces, quizás, el día en el que todos podamos celebrar la Navidad nunca llegue. Sin embargo, lo que sí podremos festejar, en un futuro, con mucho diálogo y buena voluntad será un mundo donde la regla dorada del «No hagas a los demás lo que no quieres para ti» prime por encima de los fundamentalismos.
Edición: Claudia Barraza