El dinero no solo influye en nuestra percepción de poder, éxito o estatus, sino también en las interacciones de pareja. Este tema se ha convertido en un tabú en las relaciones sentimentales, especialmente a lo largo de este siglo en el que “vivir es consumir”, donde el dinero y los problemas financieros están entre las principales causas de estrés en la familia y divorcio en matrimonios jóvenes.
Es un error pensar que las parejas y el dinero no se mezclan. Si bien los problemas económicos siempre han estado presentes en las relaciones, recientemente, los derivados de la infidelidad financiera han probado que pueden afectar igual o incluso más a la salud emocional de la pareja que una infidelidad común.
La infidelidad financiera implica ocultar deliberadamente a la pareja nuestra forma de administrar nuestros recursos. Este tipo de infidelidad incluye acciones desde las más pequeñas e “inocentes” hasta las más arriesgadas que llegan a considerarse delitos. Desde compras secretas, la posesión de tarjetas de crédito a escondidas hasta incluso endeudarse a nombre de la otra persona o eliminarlo de las cuentas conjuntas son algunas de las formas que toma este tipo de infidelidad. Al igual que en el caso de la infidelidad común, cada pareja puede diferir en cómo define la infidelidad financiera.
Según un estudio de CreditCards.com, los millennials tienen el doble de probabilidades de cometer este tipo de infidelidad. Esto podría tener relación con la facilidad que da la tecnología para ocultar información financiera. Por ello, es importante conocerla y analizar en qué medida cometer este tipo de infidelidad es eficiente en una relación.
Es conocido que uno de los supuestos más fuertes de la microeconomía es que los agentes son racionales, por tanto, cada persona busca maximizar su bienestar o, en términos económicos, su función de utilidad. La función de utilidad de una persona puede estar compuesta de diversos elementos como el tiempo de ocio o las horas de estudio. Pero ¿qué pasa con esta función cuando entramos a una relación de pareja?
No es que nuestra felicidad ahora dependa de otro, sino que necesitamos incluir, como uno de los elementos de nuestra función de utilidad, la relación con esta nueva persona: el tiempo en pareja, los regalos y demás factores que mejoren nuestro bienestar. Cuando la relación va escalando, los elementos a incluir en esta función de utilidad cada vez tienen mayores implicancias: familia, hijos, dinero y, considerando que vivimos bajo un modelo de bienestar basado en la posesión y acumulación de bienes, este último suele convertirse en un aspecto caótico para las parejas.
Así, algunas personas suelen optar por la infidelidad financiera para mantener este nivel de utilidad conjunta alto, maximizando su propio bienestar y el de su pareja. Sin embargo, esto en ocasiones genera lo contrario. Aquí es donde entramos en un dilema explicado por la teoría de juegos.
En este dilema, los jugadores, es decir, los enamorados, novios o esposos tienen la posibilidad de aplicar dos estrategias: ser infieles y ocultar información financiera o ser “fieles” y sincerar su información financiera con su pareja. Si ambos deciden por la fidelidad, en un escenario ideal, ambos buscarán maximizar su utilidad conjunta y con ello, los beneficios de la pareja, en otras palabras, el pago por confesar sería alto. Si ambos deciden ser infieles, el beneficio sería bajo, los problemas económicos pueden superar la capacidad de pago de ambos e incluso llevarlos a la bancarrota, según la gravedad de las acciones de infidelidad.
Sin embargo, existe un escenario en el que cada uno busca “el beneficio común” y una de las dos partes decide ser infiel para evitar problemas con su pareja. En este caso, se abre un abanico de posibilidades para los beneficios de esta maravillosa jugada. Si se trata de algo “inofensivo” como una compra pequeña o una apuesta que puedes pagar con el vuelto del pan, la utilidad del infiel puede aumentar sin afectar la de su pareja. Mientras la otra parte no se entere, puede ser una estrategia eficiente; sin embargo, si la infidelidad implica algo más grave como una deuda millonaria a nombre de la otra persona, la utilidad del infiel puede aumentar al inicio, pero caería abruptamente al ser descubierto.
Para verlo con mayor claridad, asumiremos que un nivel de utilidad de 10 indica que una persona es feliz. Si sube a 15 será muy feliz. Un nivel de utilidad bajo es cero y menor a 0 es muy bajo. En el primer caso, si ambos son fieles, serán felices, si ambos son infieles su utilidad llegará a cero. Pero, si uno es infiel, su utilidad sube y la de su pareja se mantiene: un escenario eficiente. En el segundo caso, la fidelidad de ambos dará el mejor resultado, los problemas económicos ocasionados por la infidelidad reducirán fuertemente la utilidad de ambos como se observa en la tabla, donde las soluciones eficientes son las resaltadas en amarillo.
En conclusión, la infidelidad financiera suele suceder cuando las personas, buscando el máximo beneficio común, en realidad, persiguen la utilidad individual máxima y finalmente terminan logrando el máximo perjuicio común al ocultar información financiera a sus parejas. La eficiencia de la decisión que tome cada agente depende del tipo y el grado de infidelidad, además de las consecuencias que esta pueda tener. Por ello, normalicemos preguntar por las deudas en la primera cita es importante la comunicación y definir la estrategia que se utilizará en la pareja para maximizar su utilidad conjunta.