Cuánta razón tenía Luis Hernández cuando comparaba el amor con un número irracional. Y es que, mientras más se intenta entender este sentimiento, más conflictos genera. Para algunos puede ser un mero capricho espontáneo, para otros un azar del destino, o una resignación por no estar solos en una sociedad que ve con malos ojos a las personas solitarias.
Érase una vez en los Andes trata este tema. Escrita y dirigida por Rómulo Sulca, la película se estrenó a nivel nacional el 05 de septiembre, ofreciendo una historia de amor en las pampas ayacuchanas en tiempos de la Guerra del Pacífico.
Érase una vez…
Margarita (Maribel Baldeón), es una campesina quechua-chanka que vive con sus padres en un pueblo de Ayacucho, protegido por las pampas y montañas de la guerra con Chile, que se gesta en la costa y que poco a poco se va acercando a la sierra. Un día, mientras pastorea las ovejas de su familia, Margarita nota a alguien tirado entre el ichu. Se trata de un soldado chileno llamado Lautaro, está herido de bala y pide agua. Margarita, a diferencia de lo que haría cualquier persona de su comunidad, le da de beber un poco de agua, y lo lleva a su casa para ayudarlo.
El encuentro de dos mundos…
Este acto de generosidad marca el inicio de una relación inusual entre Margarita y Lautaro, dos personas pertenecientes a mundos completamente distintos. Por un lado, Lautaro se siente perdido en medio de la pampa ayacuchana; no es su hogar, su lengua, ni su patria. Extraña a su familia e intenta calmar su angustia leyendo pasajes de una vieja biblia que guarda consigo. Por otro lado, Margarita es una campesina con una cosmovisión andina: respeta las tradiciones y agradece a las montañas, sus “apus”, que la vigilan a ella y a su comunidad. Desconoce la lengua castellana, y lo que es el cristianismo. Aunque en su comunidad adoran a una cruz, para ellos es una amalgama entre una religión traída por extranjeros barbudos y Wiracocha, el principal de sus dioses.
A pesar de lo mencionado anteriormente, el amor nace entre ellos, de forma espontánea. Cada uno hace el intento de entender y ser entendido por la otra persona. Pero no funciona, Lautaro aprende a decir “comida” en quechua, y le lee versículos bíblicos a Margarita. Ella le intenta enseñar un poco de quechua, pero no es muy buena maestra. Aún así, ambos logran conectarse, a tal punto que Margarita desafía las leyes de su comunidad por defender a Lautaro, así como Lautaro cede (¿o se resigna?) a comenzar una nueva vida con Margarita lejos de la comunidad campesina.
Aspectos a señalar de la película…
La película no logra asentar con eficiencia la idea del amor entre los personajes; la pasión queda en un segundo plano y lo que se presenta es un amor que intenta ser complejo, pero solo es tocado superficialmente. El guión no llega a ser del todo convincente: la historia comienza con el final de uno de los personajes protagonistas, dejando el resto como un detalle con poca relevancia. El director no logra desarrollar por completo la angustia e incertidumbre emocional de Lautaro, así como el supuesto conflicto intrapersonal de Margarita al querer poner en primer lugar lo que siente por el soldado chileno y en segundo lugar la desconfianza de su comunidad por la presencia de Lautaro.
Sin embargo, la película tiene tres puntos a su favor: las escenas contemplativas del paisaje andino; la musica de fondo que acompaña y potencia la narrativa; y cómo Maribel Baldeón y Juan Cano supieron desenvolverse con eficiencia en sus respectivos personajes.
Edición: Cristóbal Contreras