En esta oportunidad conversamos con un bombero universitario que busca ayudar a su comunidad local día a día dando un poco de su tiempo para atender emergencias de todo tipo. Por motivos de seguridad, protegeremos su identidad.
¿Por qué decidiste ser bombero?
Desde que era pequeño me han enseñado a ayudar y realizar actividades que beneficien a la comunidad, sobre todo la del distrito. Iba a visitar la compañía de bomberos a la que pertenezco y me gustó lo que hacían ahí: el compromiso, el equipo, todo. Ya cuando cumplí con los requisitos necesarios fue que pude postular a la escuela y, luego, volverme bombero.
¿Cuál fue la primera impresión de tu familia cuando les dijiste que querías ser bombero?
Mi papá me dijo “si quieres, hazlo” porque pensaba que solo iba a estar un par de semanas y de ahí lo iba a dejar. Mi mamá no quería por miedo a que me pase algo; y ahora con el último gran incendio que ha habido, sus temores han vuelto.
¿Te han dicho que abandones?
No. Al final, siempre me dicen que es mi decisión y que, si en verdad quiero ayudar y arriesgarme, que lo haga, aunque con cuidado. Y que sea consciente de lo que estoy haciendo porque no es solo ayudar a los demás, también hay una familia detrás de cada bombero en la que están pensando constantemente, sobre todo al momento de decidir si entrar o no al fuego. Si me pasa algo, no solo me pasa a mí, sino también afecta a terceros.
¿Cómo es tu día a día de bombero y cómo lo manejas con la universidad?
Siempre intento priorizar los estudios. Recuerdo que cuando recién ingresé a la escuela de bomberos era más complicado manejarlo con la universidad. Cuando entré a la escuela tenía que ir lunes y miércoles de 7 a 10 pm y los domingos todo el día al Champagnat. Y, lamentablemente, la universidad no brinda facilidades: si hay un cruce de horarios, debía decidir entre ir a la escuela de bomberos o a mi curso en la universidad. O en caso haya tenido un examen, debía tomar las precauciones del caso; es decir, debía estudiar antes y organizarme como una persona cualquiera lo haría cuando practica otra actividad fuera de lo académico.
Ahora, tengo más flexibilidad porque ya me gradué de la escuela de bomberos y puedo, además, aprovechar el tiempo en la compañía para estudiar cuando no hay alguna emergencia que atender. Trato de ir todos los días, aunque usualmente voy entre cuatro a cinco veces a la semana y de guardia (es decir, que me quede a dormir en la compañía) solo dos veces. El problema de quedarme toda la noche es luego venir a clases temprano y tener profesores que me toman controles sorpresa (risas).
¿Alguna vez se te ha cruzado una emergencia con un deber de la universidad?
Cuando postule a la escuela, me dijeron que en promedio atendían entre 3 o 4 emergencias al día, por lo que sabía que en algún momento se me iba a cruzar. Justo la semana de parciales del ciclo pasado, recuerdo que el fin de semana previo tuve mi examen final de la escuela básica de bomberos. Y, debo admitirlo, quería sacarme buena nota, porque soy bien competitivo y porque los puestos en la escuela determinan las responsabilidades que tendrás en las emergencias (por ejemplo, dirigirlas, etc.).
Realmente, fue agotador. Después del examen práctico terminé muerto y al día siguiente tenía examen de Contabilidad. Sin comentarios sobre ese examen, aunque, bueno, nunca me fue bien en Contabilidad (risas).
Entonces, si hay un incendio en medio de un examen…
Termino mi examen y voy. Como te digo, siempre intento priorizar mis estudios y el hecho de que la universidad no brinde beneficios para el bombero hace que deba priorizarlos aún más de lo que me gustaría.
Cuando hay muchas personas en riesgo, ¿a quién salvar primero?
Por suerte, hasta ahora no me ha pasado, pero siempre hay que ponderar lo más rápido posible. Tomar la decisión, siempre es complicado, aunque debemos priorizar al bombero: una pérdida de vida de un bombero, al final, genera una pérdida mayor para la sociedad porque tenemos un voluntario menos que arriesgue su vida por salvar a los demás. Perder a uno de nosotros, significa que luego vamos a poder ayudar menos.
¿Hay alguna ponderación específica? Tal vez por edad, por sexo…
Más allá de lo anterior, tenemos tres categorías de víctimas: las que están fuera de peligro, las que están intentando salir y las que no sabemos si están dentro o no. Por eso, apenas llegamos debemos saber quiénes estaban en el lugar.
Aunque no haya una ponderación definida, la edad juega un rol importante, al menos para mí, porque preferiría salvar un niño o una niña que tiene mucho más por vivir y es más difícil que pueda salvarse por sí mismo. Con respecto al sexo, no es relevante en absoluto. Los bomberos somos personas que salvamos personas.
¿Qué tan común son las llamadas falsas de emergencias?
Casi el 90% de las llamadas a la central son llamadas falsas o de broma, o en algunos casos en las que se exagera la emergencia. Recuerdo que una vez una señora llamó diciendo que había un gato que estaba atrapado y que lo escuchaba desesperado. Cuando llegamos, no era el caso, pero el miedo de la señora era real y por tanto procedimos a ayudarla.
Con cifras como esta, a uno le da la impresión que no se está valorando al bombero…
Más que cómo nos sintamos nosotros, creo que las llamadas falsas generan un problema mayor: les quitan la posibilidad de ser atendidas a emergencias que en realidad están ocurriendo porque tenemos un número limitado de líneas.
¿Y crees que debería haber una sanción para las personas que realicen este tipo de llamadas?
Pero hay un problema: cuando uno llama, a la central le aparece como si el número fuese desconocido, es por eso que primero se le pregunta cuál es su número. Al ser una llamada falsa, estas personas no lo darán o darán cualquier otro número. Y, aunque creo que se debe respetar la privacidad de datos personales de cada uno, esta revelación de información nos permitiría sancionar con una multa, tal vez, a esta persona.
Ahora último ha salido la propuesta del ministro del Interior Carlos Basombrio sobre un paquete normativo en el que se los dejará de tratar como funcionarios públicos y pasarán a ser un sistema autónomo privado, que podría involucrar hasta una remuneración de por medio. ¿Qué opinas al respecto?
Yo, como parte del cuerpo de bomberos, pienso que el problema de privatizar la institución, en este caso, podría chocar con la mística de los bomberos: ¿por qué hacemos lo que hacemos? Tenemos una razón más allá de ganar dinero y es salvar personas como parte de un sistema de voluntariado. La remuneración como incentivo podría atraer a personas que no necesariamente están comprometidas con la institución y que, a la hora de la hora, no realizarán sus tareas eficientemente.
Calidad mejor que cantidad…
¡Exacto! Pese a que somos voluntarios, lo hacemos de la mejor manera y buscamos siempre realizar nuestro mejor trabajo posible. Esta es mi opinión como miembro del cuerpo de bomberos.
Pero, siendo objetivos, también tenemos un problema de voluntarios, sobre todo al momento de salir a atender una emergencia porque casi ningún bombero se queda en la compañía. Así, a la larga, sí considero que sería una buena manera de atraer más personas. Además, este ingreso nos permitiría costear nuestros propios equipos y, como consecuencia, hacer nuestro trabajo de manera más eficiente.
Entonces, calidad y cantidad.
Habrá que encontrar un equilibrio. En caso haya una remuneración, la mística deberá de ser bien inculcada desde que entran a la escuela. Puede que el dinero los lleve hasta la compañía, pero una vez que ves que suena la alarma veremos quién realmente quiere salvar vidas. Finalmente, solo quedamos dentro quienes realmente estamos comprometidos.
Los bomberos somos personas que salvamos personas.
¿Qué mensaje le dirías a quienes te están leyendo?
No hagan llamadas falsas, cedan el paso cuando vean un camión de bombero y, sobre todo, familiarícense y solidarícense con la compañía de bomberos más cercana a su casa. Al final, serán ellos quienes los salvarán cuando tengan una emergencia.
Gracias por tu tiempo.
A ti.
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