Las películas de Luis Buñuel son formidables y muchas veces consideradas adelantadas a la época en tanto el planteamiento discursivo critica, casi de manera lúdica, la problemática que acontece en el contexto narrado. Una ironía simbólica, hasta cierto punto sutil y respetuosa es la que empapa sus películas, y “Los olvidados” (1950) es un claro ejemplo de lo mencionado.
La cinta se nutre de una estética diametralmente opuesta a la que tradicionalmente buscaba salvaguardar las imperfecciones, e incluso hace guiños al Neorrealismo en tanto acoge la intención de mostrar la realidad como es, a través de calles al desnudo (no grabaciones en estudio). Cabe recalcar, que este movimiento configura su esencia a partir de un contexto europeo posguerra que da a los autores las condiciones para plasmar su interés por mostrar la realidad deshecha que los rodeaba. En el caso de México, en cambio, se concibe dentro del fracaso del sistema “moderno” instaurado en la sociedad, que deshace las promesas de la Revolución mexicana, como afirma el escritor y crítico limeño Salvador Luis Raggio.
Después de los créditos iniciales (que tienen de fondo una casa de esteras) se presenta tras las rejas, icónicas vistas de grandes ciudades modernas: Paris, Nueva York, Londres y luego Ciudad de México. México en una calle marginal, terrosa y arrinconada, como si se tratase de la mugre que se esconde debajo de la alfombra (y que nadie quiere limpiar). Debajo de todo ese escenario moderno y ostentoso se esconde el hambre, el abandono, la violencia, una existencia fúnebre.
Estas brechas se retratan a lo largo de la película a través de las múltiples vivencias de los personajes (en su mayoría niños y adolescentes) y de manera particular en la escena en la que Pedro, uno de los niños protagonistas, trabaja juntos a otros empujando un carrusel. Los personajes que se observan no pasan de los diez años. Sin embargo, solo los niños burgueses pueden gozar de su infancia, del disfrute del juego, el resto debe empujar el carrusel para ganarse la vida.
“Los olvidados” muestra el estado de crisis permanente en el que vive dicho sector. La borrachera como escape para apaciguar los malestares del día a día, el inicio de la maternidad tras una violación que socava a esta mujer, incapaz de darle afecto a su hijo; la violencia en plena infancia y adolescencia. A diferencia del Neorrealismo, que muestra un estado “uniforme” en tanto afecta a la sociedad en su conjunto, en este contexto la miseria, el hambre y el abandono, no es una afección para todos.
Además, el film se nutre, complejiza y complementa del Surrealismo en tanto añade el componente del mundo interior. Se consolida el malestar y el concepto de lo deshecho en el mundo ficcional en su totalidad, en tanto se muestra a los personajes como víctimas no solo de la precariedad y la marginalidad a la que quedan sometidos, sino también, en palabras de Raggio, “como víctimas directas de su inconsciente, en una línea introspectiva que el Neorrealismo canónico no llega a explorar”.
“Ojalá nos mataran a todos antes de nacer. A todos los no deseados, a todos los marginados, a todos los olvidados”. Esta es una de las frases con la que Buñuel deja, una vez más, alborotado, preso del cuestionamiento y conmovido al espectador.
Edición: Kelly Pérez