No existe tal cosa como un ser humano imparcial. Desde el momento de nuestro nacimiento, nuestro ambiente (la sociedad) nos inculca ciertos valores, paradigmas, cosmovisiones e ideales propios del momento y lugar histórico en el que nos hallemos. Es por ello que nunca podremos hallar un registro histórico objetivo.
La profesión de historiador tan solo capacita para reconocer patrones, tendencias e influencias en los diferentes registros, realizar un trabajo de comparación o contraste en fuentes y emplear el sentido crítico para discernir la veracidad de cada una. Este sistema solo puede aspirar a alcanzar “el mayor entendimiento posible”, lo cual también varía porque diferentes sociedades y épocas manejan una diferente comprensión sobre los mismos asuntos (Baggini & Fosl, 2020).
Sin embargo, la inexactitud sobre el conocimiento histórico puede llevar a una disyuntiva binaria: es verdad o no lo es. La realidad es más compleja: nuestro entendimiento del mundo es constante y permutante. En momentos, hemos tomado rutas erróneas, como la eugenesia, la esclavitud o la anarquía; pero no por ello habría que condenar la filosofía o los filósofos del pasado desde un registro histórico que no ilumina un panorama completo (Baggini & Fosl, 2020).
Por ejemplo, leyendo a Herodoto, el padre de la historia, es sumamente útil para entender el tiempo en que vivió, las ideas populares y sus posturas personales. Que en dos mil años más como especie hemos avanzado el pensamiento no torna inválido su aporte.
En 1840, el historiador y filósofo escocés Thomas Carlyle dio una serie de charlas donde propuso su revolucionaria teoría de los “Grandes hombres” (Carlyle, 2021). Esta postulaba que ciertos individuos nacen con cualidades excepcionales que los destinaban a tornarse en grandes líderes que forjan la historia. Dependiendo del momento y lugar histórico donde surgen, estos hombres destinados a ser líderes podían tomar seis diferentes roles de héroe (divinidad, profeta, poeta, sacerdote, rey u hombre de letras) (Carlyle, 2021). Según la teoría, si Alejandro Magno se hubiese encontrado en otro momento que no necesitara de un rey conquistador, de igual forma habría sido un gran líder tomando alguno de los otros roles. Estos “grandes hombres” se caracterizan por ser carismáticos, poner en orden al caos, nacer con habilidades inherentes y pertenecer a uno de los seis roles (Lindberg, 2021).
A pesar de recibir mucho apoyo en su génesis, la teoría de los “Grandes hombres” ha sido rotundamente desacreditada por la comunidad de historiadores en el último siglo. En primer lugar, no existe ninguna evidencia científica que apoye la noción de que los líderes nacen siéndolo. En segundo lugar, desde una perspectiva sociológica, la popularidad de esta teoría puede efectivamente desmotivar a los muchos potenciales líderes que no consideren que cuentan con todas las herramientas desde su nacimiento (Lindberg, 2021). En tercer y último lugar, la teoría falla en reconocer la agencia de los numerosos actores secundarios sobre los líderes como sus enemigos, rivales, familiares, consejeros, amigos y amantes. Posiblemente, esto se explica ya que la historia es una narrativa, donde uno suele prestar la mayor atención al protagonista como punto focal del relato; la historia, sin embargo, es un intricado organismo de diversas relaciones en colisión que no se reducen a un “protagonista de la vida”.
Igualmente, aunque la teoría de los “Grandes hombres” se encuentre mayormente desacreditada el día de hoy (aunque muchos historiadores la apliquen de manera inconsciente) no significa que Carlyle esté olvidado. Al contrario, sus aportes siguen siendo fundamentales para entender la agencia que tienen los diferentes actores sobre los procesos históricos vistos desde una perspectiva mucho más compleja que “es verdad o no lo es”. Sin duda, existen procesos históricos donde compete analizar relaciones individuales; por ejemplo, el caso de la disolución de la dinastía Ptolemaica, donde la relación entre Julio César, Cleopatra y Marco Antonio es crucial para entender los movimientos políticos y bélicos.
Hoy en día nos enfrentamos a la pregunta: ¿por qué creerle al historiador del presente sobre el historiador del pasado si ellos también puedes ser desacreditados en el futuro? Considero a esta pregunta una falacia, ya que no se podría aplicar esta misma lógica al científico o al matemático puesto que, como mencioné previamente, el conocimiento histórico está en constante mutación. Significaría aceptar la premisa binaria de que existen solo los dos extremos: verdad absoluta (que la filosofía insistiría en que no existe) o falsedad absoluta (que implica que no podemos conocer nada de la realidad excepto nuestra propia existencia) (Baggini & Fosl, 2020).
Finalmente, es muy sencillo caer en la trampa de visualizar la historia desde los valores del presente. Para una persona del siglo XXI, es comprensible pensar que eventos como guerras por motivos raciales, genocidio xenofóbico, santas inquisiciones y bombas atómicas solo pueden ser motivados por malicia, egoísmo o codicia. Sin embargo, entre las más populares navajas filosóficas (principios o reglas generales), la más pertinente a la discusión presente es la navaja de Hanlon, que postula “Nunca atribuyas a la malicia aquello que puede ser explicado adecuadamente por la estupidez”. Al final del día, los seres humanos no somos ni robots automatizados ni actores completamente racionales (Moreno, 2018).
Edición: Paolo Pró
REFERENCIAS:
- Moreno, R. 2018. Breve tratado sobre la estupidez humana. El boomeran. Fórcola ediciones.
- Carlyle, T. (2021). Sobre héroes, la cultura y la heroica en la historia por Thomas Carlyle: Edición Ilustrada Clásica. Publicación independiente.
- Baggini, J., & Fosl, P. S. (2020). The Philosopher’s Toolkit: A Compendium of Philosophical Concepts and Methods (3rd ed.). Wiley-Blackwell.
- Lindberg, C. (2021) The Great Man Theory of Leadership. Leadershipahoy. https://www.youtube.com/watch?v=8GL9EfM3AIk
- Arte: Jacques-Louis David (1748-1825)
- Juramento de los Horacios (1784)
- La muerte de Sócrates (1787)
- Los lictores llevan a Bruto los cuerpos de sus hijos (1789)
- El rapto de las sabinas (1799)
- Napoleón cruzando los Alpes (1801)
- La consagración de Napoleón (1808)
- Marte desarmado por Venus y las Gracias (1824)
- Leónidas en Termópilas (1826)