Probablemente a estas alturas, te encuentras sentado con tu laptop o con tu móvil, aceptando que una vez más que el Gobierno, ahora con nuestro vallejo Sagasti a la cabeza ha decidido mandarnos a una segunda cuarentena, dado que los contagios de la Segunda Ola parecen no querer descender un solo punto. Más allá de los cuidados, ya la mayoría ha internalizado que la única solución que se viene dando en el mundo no es la automedicación con Ivermectina, sino la vacunación.
Muchos países ya vienen desarrollando campañas masivas de vacunación como Inglaterra, Estados Unidos, España, y en tierras más cercanas como Chile y Brasil.
Nos preguntamos, ¿por qué en nuestro país la adquisición demoró tanto? ¿es que acaso los otros países acapararon todo? La respuesta a ello se podría resumir en una negociación accidentada con los grandes pioneros de la industria farmacéutica y a las posibles “cláusulas leoninas o abusivas” de carácter confidencial que estos contratos poseen.
En esta oportunidad, Voz Actual, te cuenta un poco más acerca de qué son estas cláusulas y cómo habrían afectado la negociación con el Perú y, en general, con el mundo.
Para comenzar a explicar un poco del tema, debemos recordar que las condiciones que cada laboratorio le impone a sus clientes (los países) son completamente secretas, algo así como la receta de las kangreburgers de Bob Esponja, guardadas por siete llaves. Es decir, no se sabe cuánto piden, cuánto se paga y a razón de qué. A este tipo de cláusulas en el derecho de los contratos se le denomina cláusulas de confidencialidad, las cuales se encargan de proteger algunas clausulas o el contenido completo dentro del contrato. Lo que se busca prioritariamente es que no se enteren terceros ajenos a la relación jurídica, por lo cual casi siempre están revestidas de cuantiosas penalidades para la parte que revele esta información.
Incluso en países de la Unión Europea, el secretismo de estos contratos y los altos precios que se vienen pagando han hecho que se cuestionen las compras de empresas que hoy escuchamos como pan de cada día: Pfizer y AstraZeneca.
Pero, ¿qué paso en el Perú? Pues la verdad, hay poca información al respecto de por qué las primeras negociaciones de nuestro país fueron tan infructuosas. De lo poco que se conoce, se dice que no se firmó el contrato con Pfizer porque no se aceptó una cláusula leonina que pedía que nuestro país, en caso de perder un arbitraje internacional con el laboratorio, se allanara a que este último pudiera cobrarse con activos peruanos en el extranjero. O sea, que el laboratorio podría embargar cuentas de nuestras embajadas, cobrarse con navíos o cualquier bien en el extranjero.
Como ya habrán podido sacar sus primeras conclusiones, Pfizer quería asegurarse sí o sí el pago, sin considerar el perjuicio que podría causar a nuestro país. A este tipo de cláusulas que solo benefician a una de las partes de manera arbitraria, se les denomina cláusulas leoninas o arbitrarias y, por ende, requieren que el equipo de la negociación encuentre un punto medio.
Este tipo de cláusulas no solo fue un problema con nuestro país, sino que incluso en las negociaciones con Brasil: su agencia oficial advirtió a finales del año pasado que al igual que Perú, se pedía la renuncia de la soberanía de sus activos en el exterior e incluso constituir un fondo de garantía con montos depositados en una cuenta exterior. Y no solo eso, sino que Pfizer también solicitaba que se incluya en el contrato que no haya penalización ante un retraso en la entrega de las dosis y que se firme un término de responsabilidad por los efectos secundarios del uso de la vacuna. Esto eximiría al laboratorio de cualquier responsabilidad civil por los efectos secundarios graves a tiempo indefinido.
Sin embargo, esta no fue la única causa que frustró las negociaciones en un inicio, sino también un viejo conocido en el Perú: la inestabilidad política. Definitivamente, los funcionarios a cargo debieron establecer de manera clara su posición teniendo como prioridad la vida de los 33 millones de peruanos – o los que sobrevivan a esta segunda ola– y no el manejo de recursos del Estado.
Nos animamos a pensar, que eso los hubiese animado a vencer al menos ese miedo de cargar con la responsabilidad que la función pública. Y es que, a la hora de imponer una firma, nadie quiere ser el voluntario.
Al menos, al día de hoy el Perú ha logrado conseguir la firma de otros laboratorios para la tan ansiada vacuna, como son Sinopharm, AstraZeneca, y el fondo de Covax Facility. Si bien han ofrecido condiciones económicas mejores, también se desconoce del contenido de sus contratos.
Esperemos no quedarnos solo en la carrera y que en un futuro cercano esto pase del papel a la aguja para todos los peruanos.
Edición: Raisa Escudero.