La tormenta arrasaba y mientras el capitán dormía, los navegantes de aquella tripulación intentaban adivinar una manera de escape. En plena encrucijada, cada uno defendía la manera de salvarse y algunos se preguntaban quién los salvaría. Al parecer, la historia del barco en plena tempestad se asimila a la peruana cada cinco años: el candidato de muchos es el candidato de pocos y viceversa. Y es que las elecciones del domingo 11 de abril nos recordaron que las decisiones colectivas en una democracia no siempre generan la alegría de todos cuando nadamos en un mar de opiniones y preferencias sumamente arraigadas.
Si usted, querido lector, está convencido de que el barco de la tormenta simboliza a nuestro país, está en lo correcto. Los últimos meses han demostrado que el Perú tiene distintas realidades y percepciones sobre el rumbo que debería tomar. Pero entonces, ¿cuál es el camino correcto? Aunque pueda parecer algo difícil de creer, la respuesta a esta pregunta podría tener una explicación económica desde la economía pública y el teorema de imposibilidad de Arrow.
Para comenzar, existen problemas estructurales como también, aquellos generados a raíz de la pandemia que han dejado en evidencia la ineficiencia del Estado y han generado un clima de desconfianza entre los peruanos. Es debido a ello que, en época de elecciones, es responsabilidad de cada votante reconocer estos problemas y poder determinar aquellos que necesitan ser priorizados y solucionados. Como consecuencia, cobra mucho sentido que cada votante se incline por aquel candidato que crea que le asegurará la maximización de su felicidad y lo “salve” de su insatisfacción personal; sin embargo, las inclinaciones políticas difieren en gran medida y el resultado electoral no será motivo de alegría para todos. En esa misma línea, el economista Kenneth Arrow afirmaba que las decisiones colectivas en una sociedad difieren de las individuales.
Por lo general, los seres humanos toman decisiones sobre una base racional; sin embargo, la contienda electoral ha evidenciado cierta toma de decisiones influenciada por las pasiones y sufrimientos. El modelo electoral de Arrow expone que, en una democracia, la elección popular puede llegar a prescindir de la racionalidad. El modelo se basa en tres aspectos:
- Transitividad: señala que no debe haber contradicciones entre las preferencias. Por ejemplo, si tengo que elegir entre 3 candidatos, es usual que construya un orden: prefiero al candidato A que al B y al B que al C. Por lo tanto, prefiero más al candidato A que al C.
- Universalidad: señala que se pueden hacer combinaciones entre las opciones disponibles; es decir, se pueden comparar las veces que se permitan.
- Reflexividad: cualquier opción es tan buena como ella misma.
De igual forma, el modelo se guía por otros supuestos mucho más políticos:
- No dictadura: ningún individuo puede obligar a otro a votar por un candidato. De esta manera, se asegura el voto privado y secreto a partir de las preferencias individuales.
- No restricción: el individuo solo puede establecer un orden de candidatos sobre la base de su preferencia personal; no puede dejarse llevar por otros factores como tradiciones, religión, etc.
Si bien estos supuestos parecen fáciles de cumplir, la verdad es que es muy común que los resultados electorales demuestren algo totalmente distinto a lo que esperábamos. El ejemplo simplificado del teorema de la imposibilidad lo demuestra a partir de una tabla que ordena a los individuos y sus respectivas preferencias sobre los candidatos A, B y C:
Se puede ver que cada individuo cumple con el principio de transversalidad; sin embargo, cuando se quiere tomar una decisión colectiva, las preferencias A vs B y A vs C salen ganando. En la realidad, siempre se rompe con el principio de transitividad: en una democracia, no se puede satisfacer a todos. En otras palabras, lo que demuestra el teorema de imposibilidad de Arrow es que el orden de preferencias colectivo no reflejará un equilibrio de bienestar general, pues siempre quedará alguien insatisfecho. También, se evidencia que las personas rompen los supuestos políticos por influencias externas (como vemos en la realidad): religión, condición socioeconómica, etc. Esto último también demuestra que el votante se deja llevar por factores que se escapan de la razón y de su uso para discernir entre candidatos.
Es decir, ¿el deseado bien común tan hablado por políticos no está a nuestro alcance? Aquí la respuesta. Según Arrow, es concreta y quizás un poco desconcertante en términos de participación ciudadana. Se podría argumentar que, frente a la imposibilidad de consenso popular, se tome a una opción como la definitiva. Sin embargo, eso implicaría una dictadura.
Definitivamente, en el contexto peruano, Arrow adquiere una mayor relevancia, ya que siempre se elige entre muchos partidos y candidatos, lo cual impide un modelo de calidad electoral que cumpla con total racionalidad y valores políticos rumbo al #bicentenario. Por lo tanto, el teorema de la imposibilidad conlleva a una reflexión en los peruanos acerca de la viabilidad de las propuestas para tomar una decisión racional. Es importante reconocer que cada individuo tiene un orden de preferencia sobre sus candidatos “favoritos” y que, en un contexto de democracia, si bien la satisfacción general no siempre reinará, es la voluntad para trabajar por un país mejor lo que mayor valor tendrá.
Edición: Camilla Chirinos