A no muchos días de la gran final de la Champions segunda vuelta de elecciones, todos estamos como Bob Esponja comiéndonos las uñas de la ansiedad. Pero ¿conocemos realmente el sistema político peruano? La Constitución Política dice en su artículo 43 que “La República del Perú es democrática, social, independiente y soberana.” ¿Qué significan todos estos apellidos?
Claro que el papel muchas veces es letra muerta, pero para poder trazar los objetivos, es bueno conocer la meta.
Así pues, lo creas o no, el país de la papa es un Estado de Derecho, lo que quiere decir que las funciones del Gobierno se rigen por una ley, y que la Constitución es la norma de mayor jerarquía y la que contiene los derechos fundamentales de los ciudadanos. O sea, ni el presidente ni ningún funcionario público puede dar un paso si una ley no se lo permite; esto es, si no cuenta con un marco legal que lo habilite. Evidentemente, esto no aplica para ir al baño.
Por eso es importante la separación de poderes, los pesos y contrapesos que se tienen entre ellos y los organismos constitucionalmente autónomos. Estos son los que permiten que ni el Ejecutivo, ni el Legislativo ni el Judicial hagan de las suyas sin supervisión. Antes de que salga una norma, esta es revisada por el Ejecutivo, y si a pesar de las observaciones es promulgada, el Tribunal Constitucional puede declararla inconstitucional. Para un ejemplo, puedes dar click aquí (caso de la ley de retiro de las AFP).
Los gringos pueden ayudarnos a graficar ese equilibrio de poderes. Como siempre, la tienen más clara.
Pero los apellidos no acaban ahí. Como dice el art. 43 de la Constitución, el Perú también es un Estado Social de Derecho; es decir, que no solo defiende valores como la libertad, propiedad privada, seguridad e igualdad, sino que busca establecer las condiciones mínimas para materializarlos: derechos económicos, sociales y culturales.
En ese contexto, el ser humano se vuelve el centro del sistema, la razón de ser del Estado, y se les da importancia a los derechos fundamentales, justamente, como aquellas condiciones mínimas que garantizan la dignidad humana. Tiene sentido porque, evidentemente, sin un techo y sin agua, no tendrás una buena calidad de vida. Pero, nuevamente, tema aparte es que el texto sea un saludo a la bandera.
Last but not least, la blanquirroja también es un Estado social democrático de Derecho, porque el sistema político optado es el de una democracia, y una democracia es, básicamente, una forma de gobierno en donde el poder es ejercido por el pueblo, y en el que el pueblo es quien elige al mal menor a sus propios gobernantes.
A puertas del Bicentenario, el camino fácil es culpar al “sistema” de las desgracias del país, porque la culpa siempre la tiene alguien más. Pero, en el fondo, todos sabemos que no es así. El Perú puede ser un país en desarrollo, pero el sistema no es el culpable de las caídas que hemos sufrido.
Gráficamente, el sistema es el caballo, y los gobernantes son los que sujetan las riendas. Y en plural, porque no hablo solo del presidente. El Poder Legislativo tiene el guante de Thanos un poder inmenso, y aunque pase más caleta, no podemos hacernos de la vista gorda: ellos son los que sacan las muchas veces inconstitucionales e ineficientes leyes, ellos son los que cambian de presidente como de camisa, y ellos son los que “enjuician” a sus propios congresistas simio no mata simio.
Todos estamos hartos de lo mismo de siempre y pensamos que el sistema debe cambiar. Pero, debemos calmar los ánimos y cuestionarnos si vale la pena cambiar de caballo o si es que, en realidad, es el jinete quien no sabe domarlo.
Está bien tener derechos fundamentales, está bien que el Estado se preocupe por la dignidad de sus ciudadanos, pero no está bien que el esfuerzo de unos sea el sustento de otros. No está bien hacerles pensar a algunos que el dinero llueve y a otros que el dinero hay que ganarlo con sudor.
Sí, la calle está dura, pero depende de nosotros mismos cambiar el país. Al fin y al cabo, todos nosotros somos los que componemos la sociedad y el pueblo, y nosotros mismos somos los que decidimos a quién contratamos como jinete del caballo llamado Gobierno.
No se trata de cambiar la forma, sino el contenido. La buena noticia es que, afortunadamente, esa decisión está en nuestras manos: de ti y de mí depende que el impostor no se quede y nos mate a todos.
¿Estamos listos (para lo que se viene)? Sí, Capitán, creo que sí.
Editado por: Raisa Escudero.