La grandeza no se manifiesta en la historia, hace la historia. Es por hombres como Napoleón, Pablo y Kanye West (sí, Kanye West) que la historia toma un rumbo distinto cada día, sorprendiéndonos siempre con su originalidad y su aparente incapacidad de repetirse; pues, por más que intentemos relegar a estos superhombres como genios prodigios, nadie en Francia del siglo 18 d.C hubiera previsto que un joven militar de familia noble pero empobrecida conquistaría casi todo Europa, mucho menos que se convertiría en emperador de Francia. ¿Cómo es, entonces, que estos hombres se hicieron superhombres y por qué es que me atrevo siquiera a listar a Napoleón junto a Kanye?
Como dice Burckhardt, “espíritus grandes muchos nacen, pocos se hacen”. Jacob Collier puede haber nacido con oído absoluto, pero el mundo está lleno de niños capaces de reconocer notas. Bad Bunny ni siquiera sabe tocar instrumentos y, sin embargo, se encuentra revolucionando el género de la música urbana. Ninguno de estos hombres nació siendo grande, tomaron la decisión de serlo. El superhombre se vuelve una figura mítica necesaria el segundo en que nos detenemos a echar un vistazo a la historia, reconociendo que fue hecha por estos hombres, hombres que ejercieron su voluntad de poder y decidieron apuntar al cielo. Pues, ¿qué era Julio César a los 30 sino un joven patricio cubierto de deudas y manchado de escándalos? Y qué distinta es la historia para nosotros ahora, recordando al padre del Imperio Romano.
Les debemos nuestra calidad de ser actual a estos descendientes directos de la divinidad. Napoleón, Henry V, Voltaire y Goethe no son superhombres porque nacieron siéndolo, sino porque acataron lo que creían era su mandato divino Todos lo hicieron de modo distinto, pues la voluntad de poder puede manifestarse de distintas formas, ya sea escribiendo sobre un Estado justo gobernado por filósofos, componiendo música microtonal, o conquistando las Galias. Todas son formas de cambiar el mundo y sin hombres con la pretensión de hacerlo la historia dejaría de ser escrita. Qué importa si Alejandro creía ser descendiente directo de la divinidad, de no creerse inmortal no hubiera llegado hasta la India y el mundo no hubiera sido helenizando; si César no hubiera cruzado el Rubicón, no habría Roma; si Pablo no hubiera propagado las enseñanzas de su profeta, no habría Iglesia; y si Kanye no creyera haber sido tocado directamente por Dios, no tendríamos rap góspel. Si estos hombres no hubieran ejercido su voluntad de poder, no seríamos quienes somos ahora. Y si no sigue habiendo hombres con las mismas pretensiones de grandeza, no tendremos historia. La historia, como la conocemos, fue y seguirá siendo hecha por hombres como ellos. Entonces celebremos a aquellos que escogen vivir como si fueran la segunda venida de Cristo y si reconocemos en nosotros espíritus de tal fortaleza, pretendamos ser dioses.
“Que vuestro amor por la vida sea el amor de vuestras más elevadas esperanzas; y que vuestra más elevada esperanza sea el pensamiento más elevado de la vida”
Así habló Zarathustra