Tras las elecciones en Colombia y México, se ha definido el mapa regional latinoamericano en tanto van las alianzas políticas. Dos figuras anti-establishment (entiéndase: populistas de izquierda) tuvieron suertes distintas al postularse a la presidencia. El camino que seguirá cada uno es un tema para el porvenir. En esta ocasión, se analizará el interés geopolítico que hay en la situación de Latinoamérica.
Para empezar, el gran punto de discusión en la región ha sido Venezuela, hecho que observamos por su relevancia en la Cumbre de las Américas realizada este año. Tanto México como Colombia son miembros del Grupo de Lima, alianza formada en oposición a las acciones tomadas recientemente por el régimen venezolano. Como tal, no es demasiado suponer que Maduro y compañía estarían interesados en obtener mayor influencia regional luego de que casi todos los gobiernos del Foro de San Pablo hayan sido reemplazados por otros que lindan más a la centroderecha el año 2016.
Como tal, Colombia era un punto importante. Además de contar con una frontera con Venezuela que, a diferencia de la que mantiene con Brasil, está rodeada por múltiples áreas urbanas, es la base de operaciones de las FARC-EP y del ELN, grupos a los que se les atribuye apoyo por parte de los gobiernos venezolano y cubano. Sorprendentemente, la noticia de que Colombia iba a ser el primer socio global de la OTAN en Latinoamérica -coincidentemente poco antes de las elecciones- pasó mayormente desapercibida. Al respecto de este evento, ya Chávez sabes qué gobierno publicó un comunicado en el que se refería a este suceso como “una amenaza a la paz regional”, además de rechazar las “amenazas extrarregionales que pretenden intimidar a los pueblos latinoamericanos”.
Siguiente país: México. ¿Qué es peor que ser eliminado del mundial? Que te eliminen y elijan a López Obrador de Presidente. Así es, un día antes de su derrota contra Brasil, Andrés Manuel López Obrador fue elegido como el siguiente mandatario de México. Un populista como AMLO es ideal para usar a Trump de chivo expiatorio por todos los problemas de México, exactamente igual a como hace Trump con México. Como indica Forbes, el Acuerdo de Libre Comercio Norteamericano puede ahora tener dos populistas en su contra. Como nuevo aliado, México podría terminar trabajando con el otro gran enemigo de Trump: China.
Y no es solo Trump, sino que los líderes de izquierda latinoamericanos tienden a recurrir a China como socio político-económico, de los cuales el mayor ejemplo fue Lula en Brasil. Ahora, el gobierno chino puede estar interesado en México y Colombia, pues ambos forman parte de la Alianza del Pacífico, bloque regional más pequeño que Mercosur, pero en una muchísimo mejor posición económica. Agencias como BBVA han elogiado los logros de la AP en cuanto a TLCs, atracción de capital externo y niveles de inflación. Nada más México tendrá un crecimiento del PBI real entre el 2015 y 2025 superior al de Brasil y Argentina combinadas –con buena diferencia, las economías más grandes de Mercosur, pues juntas duplican el PBI real mexicano–. Por tal motivo, la Alianza del Pacífico probablemente sea el “mercado de crecimiento” más importante fuera de Asia emergente.
El sistema de apoyo internacional chino es bastante interesante porque es hasta ahora la única nación en desarrollo en tener proyectos de este tipo a gran escala. Por ejemplo, con la formación de su propio banco de desarrollo con juegos de azar y mujerzuelas: el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura -que, a pesar de haber iniciado operaciones el 2016, ya cuenta con dos tercios del capital del Banco Asiático de Desarrollo-. Si bien el nombre indica que no operará en Latinoamérica, China ha lanzado una señal clara sobre sus aspiraciones a expandir su esfera de influencia. Y uno de los principales objetivos fuera de Asia será la Alianza del Pacífico.
Hay otro asunto en juego para China: APEC. Dentro de este bloque, los Estados Unidos presentaron el TPP con el fin de fortalecer el comercio entre las principales economías que limitan con el Pacífico, con una importante omisión: China. Pero, por cosas del destino, Trump le ganó a Clinton y decidió retirarse del tratado. En respuesta, los demás signatarios crearon el Acuerdo Comprensivo y Progresivo para el Tratado Trans Pacífico, un acuerdo casi idéntico al TPP. La economía más grande restante es Japón, que tiene incluso más motivos para oponerse a China que Estados Unidos. China necesitará los aliados que pueda conseguir para que el comercio trans-pacífico se dé bajo condiciones favorables.
Tras la Gran Recesión, las naciones desarrolladas entraron en una severa crisis de liderazgo político. Mientras tanto, China ha tenido tiempo para desarrollar sus proyectos en el exterior. Los gobiernos proteccionistas solo aceleran lo inevitable: que se viene la Pax Sinica. En los países en desarrollo debemos tomar las precauciones del caso. Es sabido que a China no le gusta jugar por las reglas y es un régimen autoritario. Si este es el modelo económico del futuro para que se desarrolle una nación, todo será distinto a como lo hemos conocido. Trump está en lo cierto: la influencia internacional china es un asunto a ser tratado cuidadosamente. Lamentablemente, sus políticas no son el modo de afrontarla.