“El crepúsculo de la desaparición lo baña todo con la magia de la nostalgia”
(Milan Kundera)
La película “Medianoche en París” de Woody Allen cuenta cómo un joven guionista, Gil Pender, tiene un viaje intertemporal a la época de 1920, donde conoce a sus mayores ídolos. Sin embargo, más adelante, se revela que muchos personajes que vivían en lo que él consideraba los mejores años de expresión artística y literaria, no lo consideraban como tal. Todo lo contrario: se plasma la idea de nostalgia al pasado por parte de esos personajes.
Este sentimiento que se vive en la película no es ajeno a lo que vivimos ahora. Aunque no podamos viajar en el tiempo─ y de eso estamos bien conscientes─, ansiamos vivir épocas antiguas. Hay muchos “Gil Pender” alrededor del mundo, que desearían vivir alguna época dorada. En el contexto en el que nos encontramos ahora, estamos pasando por una crisis que no solo está generando caos a nivel mundial, sino también espiritual. De alguna forma, extrañamos nuestras rutinas anteriores y tenemos miedo a lo nuevo y a lo desconocido. Esto último vendría a ser “la nueva normalidad”, una frase que se escucha en varios medios, el cual explica las nuevas conductas que la sociedad tendrá que adoptar luego de esta pandemia. En economía, todo lo que un individuo o un conjunto de individuos desea puede tener un precio en el mercado. Si valoramos el pasado o, al menos, todo lo que aquello significa, y estamos en una época en la que casi todo se puede adquirir, ¿podemos comprar algo como el pasado?
Pasado, presente y futuro
Los economistas ya definimos un precio para el tiempo presente, que es que el puedes notar en el producto cuando vas a cualquier establecimiento. Pero, cuando hablamos del precio del futuro, también utilizamos algunos conceptos para definirlo. Dentro del campo de las finanzas, estos procedimientos son de capitalización (llevar un monto de dinero al futuro) o de traer un valor al presente (monto del futuro a la actualidad). En ambos casos, estamos considerando el espacio temporal de los flujos de dinero. Por ejemplo, no es lo mismo recibir 100 soles hoy que dentro de un año.
Pero nuestra relación con el tiempo no termina allí. Dentro de la modelación del comportamiento del homo economicus, se tiene en cuenta un “factor de descuento” que nos ayuda a traer a valor presente distintos flujos de variables; es decir, mide la paciencia que puede tener cada individuo según sus preferencias. Pero no nos basta eso. Según los estudios de economía conductual, las personas poseemos un sesgo por el presente; es decir, preferimos la inmediatez antes que la dilatación. Esto, por ejemplo, puede explicar por qué es tan difícil ahorrar o hacer dieta #MeLavoLasManos.
El presente es algo inmediato, de hecho, es tan fugaz que ni siquiera podemos sentirlo. El futuro es algo que no conocemos, pero que podemos apreciar de alguna forma porque tenemos la esperanza de que llegaremos ahí. De igual manera, los agentes, también conocidos como adversos al riesgo, tienen cierto grado de temor a la incertidumbre del futuro y valoran tener información sobre este. Asimismo, aprecian todo lo que les asegure la manera en la que se darán las situaciones. No obstante, cuando se trata del pasado, en primera instancia, parece que nunca vamos a poseer algo como tal.
Dado que el volver al pasado no está a la venta, en un futuro muy lejano, si aún no suena descabellado, quizá los viajes intertemporales como en “Medianoche en París” podrían darse turísticamente. Dado que no es posible ahora, podemos inventar un proxy con alguna época ya ocurrida. El pasado se puede capturar en fotos, cartas, videos, objetos e historias. Por esa razón, tiene sentido que muchas personas coleccionen pertenencias u objetos que alguna vez fueron muy famosos, pero que, en términos técnicos, son chatarra ahora.
Desde un mercado de pulgas hasta una subasta millonaria de reliquias, todos guardan en común la importancia del pasado valorizado en el presente. Las lámparas con diseños antiguas, las máquinas de escribir y las fotos Polaroid son algunos de los ejemplos de cómo ahora se comercializa nuestra nostalgia al pasado. Actualmente, a esto se le conoce como moda vintage. Sin duda, a pesar de que ahora contamos con cámaras con mejor resolución, con computadoras e impresoras a láser, estas no tienen la misma esencia que sus pares antiguos.
Por ello, cuando pensamos en comprar algo como el pasado, nos referimos más bien a adquirir la sensación de poseer un pequeño recuerdo del tiempo que, en su momento, fue especial. Es nuestro romance con la antigüedad lo que nos impulsa a valorar un objeto en particular y, por ende, querer capturarlo. Así también, muchas de las acciones que hacemos durante el fugaz presente formarán parte de un pasado, el cual en algún momento añoraremos. Quizá el mensaje final de la película mencionada al principio no trate de enfatizar únicamente la nostalgia por el pasado, sino lo importante también que es el presente. ¿Quién sabe? De aquí a unos años, algo nuestro podría valer millones.
Edición: Claudia Barraza