La pandemia ha sumergido al mundo en una incertidumbre sin precedentes, donde se han destapado todas esas carencias que ya se vivían durante años, pero no se “veían”. La economía, el medio ambiente, relaciones internacionales y los problemas sociales son algunas áreas que la crisis impactará. Ante esto, el protagonismo recae indispensablemente en las autoridades, cuyas decisiones se deben basar en enfrentar de la mejor forma la situación, buscando el bienestar común. Sin embargo, la situación ha destapado la fragilidad de algunos gobiernos para afrontarla, principalmente aquellos que evidenciaron un liderazgo populista. Los gobiernos de Manuel López Obrador, Trump y Bolsonaro son claros ejemplos de esto. El  Perú no se queda atrás, el legislativo se encarga de la tarea de entorpecer aún más los esfuerzos para enfrentar la pandemia, con decisiones sin fundamento técnico que solo pueden provocar agravios a un mediano plazo. En este contexto, no solo podemos evidenciar una crisis sanitaria, sino incluso una peor, una crisis política cuyo origen sería el populismo.

EL POPULISTA: LÍDER MESIÁNICO

El politólogo Cas Mudde explica que el populismo es la idea de que la sociedad está dividida en dos grupos enfrentados: el verdadero pueblo y una élite corrupta conformada por los “poderosos”. De esta forma, en medio de las crisis, impulsan esa imagen extremista de buenos y malos, y componen así un discurso que no es capaz de evidenciar los límites de nuestros recursos para cumplir nuestros deseos el congreso 100% identificado. En este contexto, dan respuestas para tranquilizarnos y dicen que no ocurre nada y que estamos en una eterna meseta para que la población respire aliviada.

Fuente: El Montonero

POPULISMO PERUANO

Las autoridades populistas han existido desde fechas históricas en el país y este rótulo ha sido tildado en regímenes distintos, desde el gobierno caudillista de Nicolás de Piérola hasta el de Alberto Fujimori. En la actualidad, se pensaría añadir a esta lista a Vizcarra; no obstante, no se le puede nombrar como populista en el sentido más estricto. Sin embargo, su creatura de Congreso ha estado implementando leyes poco estructuradas, con un afán populista y sin el procedimiento adecuado que, nubla su juicio legal; pues, las leyes y la constitución son infringidas, además que debilitan aún más nuestro sistema económico.

Si bien las normas, hasta cierto punto, pueden ser bien intencionadas, las soluciones que se brindan deben ser bien asesoradas, estudiadas y basarse en evidencias, porque estas suponen un daño colateral. No solo se debe improvisar ante un clamor popular. Gran parte de los legisladores se esfuerzan por representar a un grupo minoritario, mientras otros consideran al sistema económico como el enemigo ¡hey! este sistema económico es el que nos permitió salir de la crisis de los 90 y muchos de ellos se dejan llevar por el ánimo consensual. Ánimos que obstaculizan las medidas para enfrentar la pandemia y sus consecuencias. Al final, terminan aprobando leyes cuya solución será peor que el problema. Tal como la formalización de colectivos que vuelve al sistema de transportes más caótico y afecta la seguridad vial.

¿Cómo llegamos a esta situación? En palabras de Roberto Abusada, presidente del Instituto Peruano de Economía, este vergonzoso escenario fue impulsado por la imprudente propuesta del presidente sobre el adelanto de elecciones y posteriormente su cuestionable disolución del Congreso. Es que ¿en realidad había fe de elegir a un “mejor” Congreso con los incentivos de que estos permanecerían tan solo un año?

LA DESCONFIANZA

En un primer plano describimos que el populismo nace de las crisis y una de las situaciones que el país sobrelleva desde hace mucho es la desconfianza. Alberto Vergara, politólogo peruano, plantea que el país está definido por el desencuentro de dos promesas: el republicanismo y el neoliberalismo. Mientras que el primero que supone igualdad, instituciones y estado, nos sigue fallando; el segundo, se ha esforzado por cumplir lo establecido, el emprendimiento y con este, el crecimiento económico sostenido. Sin embargo, estas promesas incumplidas, de parte del republicanismo, causaron en el peruano una desconfianza en sus instituciones, representantes, en su ley.

Informe del Global Entrepreneurship Monitor (GEM) y ESAN 2018

Empero, la pandemia está provocando también una desconfianza en el sector empresarial, en esa promesa que sí se nos cumplió. Este “mejor” Congreso, con las medidas que piensa tomar y ha estado tomando, ha creado una incertidumbre en el empresariado y el consumidor. ¿Cómo? Mediante instrumentos que implican un manejo de precios y una propuesta de impuesto a la riqueza, además de otros ejemplos. Asimismo, no es disparatado creer que, si la reactivación fracasa, le daremos razones al populismo para que crean que el capitalismo “también falla”. El panorama del sector económico se torna aún incierto, la disminución del PBI es inminente y el desempleo incrementa aún más.

POPULARES Y POPULISTAS ¿AL RESCATE?

Este tipo de crisis sin precedentes demandan líderes que, con herramientas técnicas, diseñen políticas que puedan hacer llevadera la situación, necesitamos soluciones realistas. Si bien el Congreso está haciendo esfuerzos por hacernos extrañar al antiguo creo que ya lo logró, el gobierno también se ha visto, en cierto modo, decepcionante en su gestión.

Ahora, no podemos juzgar de una manera radical las acciones que toma el estado, mas sí lo que hizo antes de que el coronavirus nos invadiera. Mientras la enfermedad ya alcanzaba a varios países, ¿qué se hizo en el nuestro? ¿se tomaron medidas en los aeropuertos? ¿se implementaron hospitales? Solo después del primer caso, se empezaron a radicalizar restricciones, el gobierno, lamentablemente, actuó de forma lenta.

Alfredo Thorne, ex ministro de economía, dijo “el estado se enredó en su propia telaraña” ¿Por qué? Pues, se cometió el desatino populista de dar dinero a municipios para entregar víveres, la alternancia de sexo provocó aglomeraciones, la improvisada repartición de bonos implicó las gigantescas colas y luego, el alargamiento de una cuarentena fallida. Para muchos, la inconsciencia del ciudadano fue la principal causa de esta última, pero ¿cómo pedirle a la gente que decida entre morir de hambre o morir contagiada?

En estas circunstancias, es necesario entender que no solo le debemos hacer frente al coronavirus sino también al populismo. Sin embargo, esta enfermedad sí tiene vacuna, la construcción de instituciones sólidas y una población informada contra la tiranía. Porque si no podemos atacarla estaremos obstruyendo la reactivación económica, el que esta crisis sea solo temporal también está en nuestras manos, a un año de elecciones.

Editado por Isabela García