Este inesperado ataque es como si Trump gritase que no le tiembla la mano y que las victorias políticas que no ha obtenido en su propio país las conseguirá en el exterior. ¿Será esta intervención un regreso a la política invasiva de los Estados Unidos o será solo un intento por seguir mostrándose como la potencia dominante en el mundo?
Trump, ante la sorpresa de muchos, tiene la intención de cumplir con la mayor parte de sus promesas electorales. Trató de ejecutar el veto migratorio, dio marcha atrás a las regulaciones para frenar el cambio climático e intentó hacer efectiva una nueva reforma sanitaria, como había repetido en sus numerosos discursos. Lo malo para él es que, hasta ahora, sus intentos de llevar a cabo gran parte de estas medidas han sido frustrados por distintas instituciones, incluso por los propios republicanos en el Senado. Trump no ha conseguido ninguna victoria política importante desde que asumió el poder y su orden de atacar Siria podría estar vinculada a un deseo de demostrar que no le tiembla la mano y que el presidente del país más poderoso del mundo sigue siendo él: Donald Trump.
Para empezar, es necesario preguntarse qué gana Estado Unidos interviniendo nuevamente en la guerra civil siria. Como expliqué en un artículo reciente (en el que también hago una breve explicación de los orígenes de la guerra), los americanos ya se habían retirado casi en su totalidad de Siria durante el gobierno de Obama, y Rusia había quedado como el país dominante en los procesos de “paz” entre el gobierno sirio y la oposición. Con el apoyo de Rusia al régimen de Bachar Al Asad, la guerra estaba casi ganada para el régimen sirio. Por eso, el ataque químico al bastión opositor de Idlib, del que se le acusa, fue una jugada sin sentido y muy arriesgada. ¿Para qué enfadar a la comunidad internacional cuando ya tienes todo a tu favor? Ante ello, la respuesta de Estados Unidos fue inmediata e incluso más inesperada que la acción siria. Alrededor de 60 misiles crucero fueron lanzados a una base militar en Shayrat, causando 17 muertes y 6 aviones destruidos.
Superficialmente, todo parecería estar claro: otra vez Estados Unidos defendiendo la democracia y los valores sociales (nótese el sarcasmo). Pero la verdad es que hay algunas cosas que no cuadran con la decisión de Trump y que podrían estar ocultando otros intereses. En primer lugar, resulta extraño que el gobierno estadounidense haya cambiado de parecer tan repentina y drásticamente sobre el régimen de Al Asad. De hecho, ya había antecedentes de un atentado químico similar por parte del gobierno sirio en el año 2013 en Guta, cobrando cientos de vidas y recibiendo el rechazo internacional. Por lo que si ya se sabía que el gobierno sirio era capaz de realizar este tipo de actos, ¿por qué esperar hasta ahora para cambiar de actitud? También inquieta la falta de claridad en los últimos reportes de las Naciones Unidas sobre el ataque químico y la tan apresurada decisión del presidente estadounidense de lanzar sus misiles, con lo que resulta fácil encontrar similitudes entre este ataque a Siria y el mecanismo empleado por el gobierno estadounidense para meterse en guerras que no lo incumben, como en Afganistán. De esta manera, es preocupante presenciar estas reacciones del gobierno americano, porque ya es bien sabido de lo que es capaz.
Sin embargo, lo que sí se puede deducir con total seguridad es el mensaje que Trump ha querido transmitir. Sin duda, es un llamado de atención a la comunidad internacional con el que quiere demostrar que Estados Unidos sigue siendo la mayor influencia geopolítica en el mundo y que cualquier desobediencia a los estándares que ellos han ayudado a establecer será castigada inmediatamente. Representa también una oportunidad para que Trump pueda deslindarse de su supuesta amistad con Putin en Rusia y hacer frente a los grandes intereses del gobierno soviético en la región. Asimismo, esta nueva actitud estadounidense también se refleja en las últimas declaraciones de Washington sobre el caso norcoreano, sobre el que ha dicho que si China (país cercano a Corea del Norte) no colabora en frenar a Kim Jong-Un, ellos tendrán que actuar por su cuenta y, de hecho, ya están movilizando portaviones a la península coreana. Resulta claro, pues, que Trump quiere volver a poner a Estados Unidos en el centro de la escena, incluso a costa de enemistarse con dos de las economías más importantes en el mundo.
Por el momento, solo habrá que esperar que esta ofensiva estadounidense no sea el primer paso de una nueva intervención en Siria, sino solo una advertencia. Mucho daño han hecho ya los países de exterior que se han inmiscuido en una guerra ajena con el pretexto de buscar la paz. Prolongar esta guerra civil solo producirá más muertes y más familias abandonando sus hogares. Justo en un momento cuando las negociaciones de paz estaban avanzando, todo se vuelve a salir de control y la desesperanza vuelve a surgir en Siria. Hace un par de semanas, la situación parecía indicar que estaba en manos de la oposición y del gobierno llegar a una solución pacífica. Hoy, los principales actores vuelven a ser Estados Unidos y Rusia, qué ironía.