Hace muchos años, las empresas priorizaban los conocimientos técnicos al momento de contratar a sus nuevos trabajadores. Con el paso del tiempo, cada vez existen más profesionales muy bien preparados en el mercado y, para ellos, diferenciarse se torna un gran reto. Ahora se valoran aún más las habilidades blandas y la capacidad que tienen las personas de sobreponerse a problemas complejos, a influir en los demás y solucionar problemas.
Es así que una de las habilidades más valoradas en el mercado es el liderazgo. Un gran líder es aquel que tiene una historia que contar, es un maestro de sí mismo y llega a ser un maestro de los demás. Es una persona con propósito, un agente de cambio que busca trascender, ser recordado como un gran individuo y profesional. Además, es todo aquel ser que impacta de manera positiva en la vida de la gente, humilde, que siempre está aprendiendo. El líder tiene metas, busca desarrollar capacidades, se interesa por el crecimiento de los demás, cree en el talento de su equipo, fomenta una cultura de confianza y colaboración que lleva a todos a lograr un objetivo común.
Así, se identifican en las empresas diferentes tipos de liderazgo: el liderazgo Laisses – faire que se basa en la libertad de los empleados, en juzgar los resultados y no el proceso mediante el cual se alcanzan. También existe el liderazgo democrático, que defiende la relevancia de tomar en cuenta las apreciaciones y opiniones del equipo. Del mismo modo, hallamos líderes autocráticos, quienes ostentan su poder y trabajan bajo un régimen de “jefe y subordinado”, donde los miembros del equipo se limitan a obedecer los mandatos de su líder. Asimismo, encontramos el liderazgo transaccional, que suele basarse en incentivos económicos que motiven a los empleados a lograr el objetivo. Finalmente, el liderazgo transformacional apela al compromiso de los trabajadores, confía en ellos, busca participación y los mantiene motivados.
Cada líder puede aplicar un tipo de liderazgo distinto y, a veces, varios a la vez o en distintos momentos del tiempo. Este suele estar condicionado al contexto que se está desarrollando en la empresa o la situación que enfrenta el equipo. No hay algún estilo que sea particularmente bueno, pero sí es importante que un líder sepa conocer a los miembros de su grupo y moldear sus actitudes de modo que funcione mejor para todos, considerando los recursos con los que cuenta.
Un buen liderazgo trae muchos beneficios: mantiene a los trabajadores motivados, mejora la productividad del equipo, el clima laboral, las ganancias, la capacidad de resolver conflictos y el consecuente logro de objetivos. Se basa en las necesidades de las personas y eso es lo que lo va a llevar a conseguir todo lo anteriormente mencionado.
La buena noticia es que todos tenemos la capacidad de convertirnos en líderes y no solo si tenemos algún puesto gerencial o alguna jefatura que así lo amerite. Influir de manera positiva en nuestros amigos, colegas, familiares nos convierte en líderes. Un buen líder es el que trasciende en el tiempo, en la mente y en el corazón de las personas, eso no es fácil de lograr y hace la diferencia.
Editado por: Isabella Solimano