Pensamos en los héroes como seres de cualidades excepcionales que nos ayudan en situaciones de extrema necesidad. Particularmente, la literatura ha contribuido a ello, ya que, desde sus inicios en los mitos, ha contado las historias de estos individuos especiales que son capaces de marcar la diferencia en momentos cruciales. Sin embargo, la crisis mundial del coronavirus nos ha mostrado con crudeza, pero también con cierta dosis de esperanza, que los héroes no son tan singulares ni tan lejanos.
Ahora bien, el concepto de heroísmo y los criterios que definen a un héroe varían bastante dependiendo del contexto histórico y cultural, ya que el héroe es siempre una propuesta, una encarnación de ideales. La condición de héroe, por tanto, proviene tanto de sus acciones como del valor que los demás les otorgan. En ese sentido, evaluaremos la evolución del concepto desde la literatura occidental.
El héroe en la Antigüedad
El personaje del héroe se remonta hasta los albores de la literatura. La Épica de Gilgamesh, epopeya sobre las aventuras del rey Gilgamesh en su búsqueda de la inmortalidad, sienta las características clásicas de la narrativa épica de esta edad: batallas contra bestias sobrenaturales, hazañas imposibles y la intromisión de los dioses en la vida de los mortales.
Los héroes de la antigua Grecia y Roma siguieron esos preceptos y se hicieron conocidos hasta nuestros días por la magnitud de sus hazañas, así como la intensidad de sus temperamentos. Reordenaban el mundo a su parecer y se oponían a las jerarquías humanas, naturales y hasta divinas si era necesario. Además, los héroes estaban por encima de los humanos comunes tanto en el obrar como en el sentir, y eso se debía, en gran parte, al componente divino (P.ej. ser hijo de Zeus o poseer el favor de Afrodita)
El héroe en la Edad Media
Para esta época, el cristianismo cambió la percepción de las virtudes y cualidades que conformaban al heroísmo. Así, la asistencia de los dioses de la Antigüedad fue sustituida por el valor cristiano de la gracia divina. El mejor ejemplo de la influencia que tuvo en la figura heroica se puede ver en las leyendas artúricas.
Arturo y sus caballeros de la Mesa Redonda llevaron a cabo grandes hazañas similares a las de los héroes clásicos pero las leyendas se enfocaron en su carácter virtuoso, enmarcándolos como protectores del reino, guardianes de la justicia y ejemplos positivos a los que aspirar. Probablemente, el aspecto más perdurable de los héroes medievales es su función como figuras moralizantes, ya que nos mostraban con su ejemplo, la importancia de la justicia, la bondad y la virtud.
El héroe en la Era Moderna
La Edad Moderna significó una libertad de pensamiento e ideología, dejando de lado los valores propios de la monarquía teocrática que alimentaban los ideales del héroe medieval. Estos dieron lugar a nuevos arquetipos heroicos como el héroe barroco, atrapado en el fondo de la celda de sus cavilaciones preguntándose si la vida es un sueño o una pesadilla; o el héroe romántico, un “quijote” que se lanza febrilmente tras un ideal que parece solo ser visible para sus ojos.
A diferencia del pasado, los nuevos héroes abrazaron su esencia humana con sus triunfos y fracasos, divorciándose totalmente de la divinidad. Ya no dependían del favor o la gracia de un dios sino de sus propias habilidades y limitaciones.
En este punto de la historia, inicia la deconstrucción moderna del heroísmo. Ahora que los héroes son completamente humanos, se comienza a ver una tendencia en la cual se presentan como personas excepcionales en un ámbito, pero profundamente limitados o disfuncionales en sus demás facetas.
Los héroes de nuestros tiempos
A pesar de todas las diferencias de forma, el fondo del héroe fue el mismo en todas las eras pasadas: un individuo con características excepcionales que al final salvaba el día. No obstante, esta pandemia ha cambiado la idea de lo heroico, ya que ahora es plural. Ya no esperaremos más a que venga un personaje de condiciones únicas a salvarnos. La heroicidad se ha convertido en tarea común y compartida, realizada entre muchos.
Hemos comprobado en las últimas semanas que los héroes no son tan extraordinarios ni lejanos. Son las fuerzas del orden y las entidades sanitarias las que han continuado desempeñando diligentemente sus tareas profesionales, incluso con sobre tiempos y desprovistos de implementos, en vez de permanecer en la seguridad relativa del hogar. Son aquellos quienes voluntariamente han puesto en marcha iniciativas y acciones colectivas para ayudar de mil modos distintos a quienes se han visto más perjudicados.Somos todos los que cívicamente permanecemos recluidos en casa para protegernos recíprocamente ante la extensión del contagio. Los héroes, en definitiva, han resultado ser todas esas personas sencillas haciendo cosas ordinarias en tiempos de dificultad.
No, no vendrá ningún personaje extraordinario para manejar la complicada situación y devolvernos la normalidad a nuestras vidas. Y esta es precisamente una de las enseñanzas más revitalizadoras y evidentes que dejará esta crisis mundial: unidos lograremos superar la situación. Las cadenas de solidaridad y ayuda mutua son el mejor instrumento contra la pandemia.
Con los héroes de la literatura, la sociedad tiene la oportunidad de fabricar sus sueños de ser mejor; pero con los héroes de la realidad, tiene la verdadera chance de serlo.
Edición: Paolo Pró