En el ámbito internacional, Benjamín Netanyahu, primer ministro y jefe del partido de centro derecha Likud de Israel,  ha vuelto a captar los reflectores de la prensa debido a que, para sorpresa de nadie, la Fiscalía General de Israel finalmente lo acusó por diferentes casos de corrupción (el Keiko israelí). Esto tiene como fin que se le investigue por los distintos casos de sobornos, malversación de fondos, fraudes y tráfico de influencias que pesan en su contra – los casos 1000, 2000 y 4000. ¿A esta altura (y por nuestra realidad política) ya estamos familiarizados con estos términos, no? Bien, porque lo que ha llamado la atención no son tanto los crímenes del primer ministro, sino las repercusiones que estas acusaciones tienen sobre las relaciones internacionales de Israel.

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Para empezar, tenemos una de las más enigmáticas, a cargo del afable presidente Donald Trump. Él indica que “detesta a los que pierden”, y que los últimos acontecimientos en Israel, sobre todo relacionados a su líder y al Congreso de ese país – llamado también Knéset –, son las principales razones por la cual las relaciones entre ambos países se están diluyendo poquito a poquito suave suavecito. ¿Qué se puede esperar de esto? Bueno, no es la primera vez que se intuye que el entripado binomio Estados Unidos-Israel se está debilitando. Solo basta con recordar las reiteradas veces que Netanyahu no pudo formar un gobierno sólido, tanto por sus problemas de corrupción como por la incapacidad para conseguir la mayoría parlamentaria. ¿Ya ven de dónde sale que a Trump no le gustan los que pierden?

Esta relación, no obstante, tiene mucho más tiempo para trabajarse en los próximos años. Este no es el caso del Estado Islámico, dado que, según Netanyahu, lo que está por venir es una guerra sin cuartel con los islamistas, que puede tener incluso armas nucleares. Además de ello, Netanyahu cree firmemente en una brecha internacional de seguridad, la cual sería mayor que la de los años 70, cuando se dio la Guerra de Yom Kippur (conocida también como guerra árabe-israelí). Cabe mencionar que los conflictos entre el Estado Islámico e Israel no han nacido en la última década, estos ya llevan mucho más tiempo y son mucho más complejos de lo que se piensa como para minimizarlos de esta forma (o creer que recién están tomando forma en los últimos años).

Finalmente, más allá de las relaciones y lo que digan los líderes mundiales, da mucho que pensar lo que le viene a Israel en la próxima década. Tomando en cuenta los esfuerzos de China por hacerse el líder del mundo, y la incapacidad hasta ahora vista de EE.UU. por frenar esta intrusión, lo que pudiésemos esperar es que Israel se encuentre en los manotazos de ahogados entre ambos países – también conocida como la Guerra Comercial. Es decir, en un mundo en el que EE.UU. no podrá sustentar sus propias deudas, por un balance comercial que ya no le daría los mismos réditos que en años anteriores. En esa situación, ¿creen que los americanos tendrán suficientes fondos como para seguir defendiendo a Israel de los bombardeos que tienen lugar sobre Jerusalén? Ciertamente, el no tener un liderazgo sólido en Netanyahu sí les ha cobrado una alta factura a los israelitas, en un contexto que necesita de un roadmap claro para recuperar la confianza de los norteamericanos y mantener a raya a los kurdos e islamistas.

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Esta tal vez sea una medicina súper amarga; pero, al fin y al cabo, buena para el futuro de Israel. Esta incluye dejar de depender de Norte América y de Likud – el partido de Netanyahu – para tomar las decisiones. Decisiones que van a ser claves para moldear el rol de Israel, y sus diferentes castas, en un mundo cada vez más globalizado.

Para conocer un poco más:
https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-50511203
https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-49995549