Entre 1980 y 2000, el país vivió el proceso de violencia más intenso y extenso de toda la historia de la república. De acuerdo con el informe de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación (CVR), se estima que la cifra de víctimas fatales ascendió a 69,280 personas. Esta cifra superó el número de pérdidas humanas sufridas por todas las guerras externas y civiles en Perú hasta la fecha. Los dos actores con la mayor responsabilidad en las muertes y desapariciones fueron los grupos terroristas (54%) y los agentes del Estado (29%). Es durante este periodo que se acuña la palabra “terruco”. A lo largo del artículo, buscaremos entender su origen y su aplicación a lo largo de los años.
El uso del terruqueo como insulto
Como explica Carlos Aguirre, historiador de la Universidad de Oregon, conforme avanzaba Sendero Luminoso (SL), tanto el grupo como sus militantes fueron denominados terroristas de manera unánime. Asimismo, este adjetivo sería utilizado para calificar al Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA) luego de su fundación en 1984. Otras connotaciones como revolucionarios o guerrilleros fueron abandonadas en el discurso tanto oficial como cotidiano, ya que hacían referencia a una especie de idealismo. De acuerdo con Flores Galindo, historiador y escritor de “Buscando un inca”, el poder del lenguaje permitió alejar estos grupos de su llamada revolución y reducirlos a grupos criminales ante los ojos de la sociedad.
Es en medio de esta situación donde el término terrorista comienza a utilizarse no solo para denominar a simpatizantes o miembros de SL o MRTA, sino también como una manera de difundir miedo. El miedo venía de la posibilidad de ser estigmatizados, confundidos, rechazados y hasta violentados. Tal es el caso de grupos de oposición a los Gobiernos de turno u organizaciones en favor de los derechos humanos.
«Dicen [que] esa zona es liberada, o sea, zona de Sendero, “terrucos” como aquí les dicen».
La evidencia sugiere que la forma coloquial “terruco” nace en Ayacucho. Una de sus primeras apariciones fue en la última carta escrita por el periodista Willy Retto, quien fue asesinado en la comunidad de Uchuraccay el 26 de enero de 1983. De la misma forma, aparecieron más columnas y prensa escrita utilizando este adjetivo de manera coloquial. Es así que, para finales de ese año, el término se había popularizado.
De acuerdo con la información recogida por la CVR, expresiones de la época incluían este adjetivo para abogados de los detenidos o para los familiares en búsqueda de sus desaparecidos, como es el caso de la Asociación Nacional de Familiares de Secuestrados, Detenidos y Desaparecidos del Perú (ANFASEP). Asimismo, el terruqueo toma un rol relevante en la política, especialmente en la recuperación de la derecha peruana luego de su declive entre 1950 y 1980. Su uso se posicionó como forma de deslegitimar posturas de izquierda consideradas muy radicales para la corriente neoliberal.
El terruqueo en la actualidad
Durante las marchas del noviembre pasado, los líderes políticos se vieron obligados a manifestarse casi de inmediato. Es así que Martha Chávez, congresista de Fuerza Popular, decidió utilizar su cuenta de Twitter para lanzar calificativos contra los manifestantes. Específicamente acusarlos de estar ligados con la izquierda terrorista, SL y MRTA. La posibilidad de que vestigios de estos grupos tuvieran oportunidad para atacar las fuerzas del orden reabrió una herida profunda, y se prestó para poner el adjetivo terruco de nuevo en boca de todos.
Asimismo, este terruqueo indiscriminado y el estigma cargado a los partidos de izquierda ha venido recargando una polarización en la política peruana. De acuerdo con Feline Freier y Soledad Castillo, investigadoras de la Universidad del Pacífico, la polarización entorpece la posibilidad de reconocer tanto aciertos como fallas en las propuestas de las diferentes bancadas. Como adelantaron en su columna de enero, de mantener esta polarización y minimizar las manifestaciones, podríamos llegar a dos posibles desenlaces: que las nuevas generaciones resten importancia al insulto “terruco” o, en el peor de los casos, una radicalización en las posturas políticas de la población.
El escenario actual se asemeja más al segundo desenlace: nos vemos en una situación donde el 80% de la población no ha elegido a ninguno de los candidatos que pasaron a segunda vuelta, y se ven obligados a encontrar dentro de esas opciones a alguien que represente un menor peligro para el país. Lamentablemente, ambas posturas se alejan del consenso y representan extremos sin voluntad de compromiso. En medio de las conversaciones actuales, utilizar adjetivos como “terruco” o, en el caso de la derecha, “facho” impide la creación de puentes entre ambos grupos y el trabajo en conjunto tan necesario luego de la fatídica crisis sanitaria, política y social que enfrenta el Perú.
Edición: Paolo Pró