A la fecha, han pasado más de dos años desde que se dictó la declaratoria del Estado de Emergencia Nacional en Perú. Realmente es sorprendente lo rápido que ha pasado el tiempo y gracias al avance de la campaña de vacunación contra la Covid-19 parece que ya hemos llegado al fin de la pandemia.
Incluso muchas de las restricciones tales como el uso de la mascarilla, el presentar el carnet de vacunación para ingresar a locales comerciales y los requisitos de viajes internacionales y nacionales se han dejado sin efecto hace tiempo atrás. Sin embargo, pese a todo esto, cabe preguntarse ¿por qué el gobierno central está demorando tanto en levantar el Estado de Emergencia Nacional? Podrá parecer algo insignificante y que realmente no nos afecta en nuestro día a día, pero encontrarnos que una declaratoria de Estado de Emergencia que se mantuvo por tanto tiempo sí tuvo ciertas consecuencias que realmente afectaron nuestros derechos como ciudadanos.
Antes que nada, debemos partir por entender qué es un Estado de Emergencia. Al respecto, la actual Constitución por la que nos regimos señala lo siguiente:
“Estado de emergencia, en caso de perturbación de la paz o del orden interno, de catástrofe o de graves circunstancias que afecten la vida de la Nación. En esta eventualidad, puede restringirse o suspenderse el ejercicio de los derechos constitucionales relativos a la libertad y la seguridad personales, la inviolabilidad del domicilio, y la libertad de reunión y de tránsito en el territorio comprendidos en los incisos 9, 11 y 12 del artículo 2° y en el inciso 24, apartado f del mismo artículo. En ninguna circunstancia se puede desterrar a nadie. El plazo del estado de emergencia no excede de sesenta días. Su prórroga requiere un nuevo decreto. En estado de emergencia las Fuerzas Armadas asumen el control del orden interno si así lo dispone el Presidente de la República”.
En cristiano, el Estado de Emergencia es un régimen de excepción, en donde, debido a los ataques zombies las graves circunstancias, se justifica que el gobierno tome medidas extraordinarias que restringen nuestros derechos como ciudadanos. Ahora bien, el primer punto que debemos cuestionarnos es ¿hace cuánto que no seguimos en una situación catastrófica o crónica, que afecte la vida de las personas, que perturbe la paz o el orden interno? Realmente, hace mucho, no, pues incluso, siguiendo la evolución de cifras del MINSA, registramos una cifra mínima de fallecidos e internados por la Covid-19, al mismo tiempo las cifras de vacunación son altas; por lo que está claro que la situación ha sido controlada. En ese sentido, hace tiempo atrás que no existen circunstancias que justifiquen que, legalmente, sea válido mantener la declaratoria del Estado de Emergencia.
Por otro lado, y lo que deberíamos saber como ciudadanos informados, esta situación sí representó un recorte de nuestros derechos pues durante el Estado de Emergencia el ejecutivo puede suspender los derechos a la libertad, a la inviolabilidad de domicilio, a la libertad de reunión y a la libertad de tránsito. Aunque, a la fecha, estos derechos ya no se encuentran suspendidos entonces, ¿por qué me afecta? Pues el ejecutivo puede volverlos a suspender durante este periodo, sin necesidad de acudir a alguna autorización del congreso. Asimismo, las potestades de las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional aumentan para enfrentar las “circunstancias graves” que se estén presentando.
Así pues, es lógico preguntarnos: ¿es razonable que hayamos pasado tanto tiempo en Estado de Emergencia? Pues al ritmo del gobierno, parece que será eterno. En referencia a ello, justo hace unas semanas se ha terminado de eliminar la gran mayoría de restricciones que limitaban sustancialmente nuestras libertades, por lo que no hay verdadero sustento para que nos hayamos mantenido en dicha condición. Más aún, considerando que ni siquiera el gobierno ha estado “aprovechando” sus facultades extraordinarias para aplicar medidas en este sentido.
Y ¿por qué el gobierno no levantó el Estado de Emergencia antes? De hecho, nos hacemos la misma pregunta y nos gustaría tener una respuesta segura. Pero realmente, parece que nadie la tiene. Más que aún, pensamos que se trata de un tipo de temor injustificado a salir de esta suerte de status quo en el que venimos viviendo por más de dos años y medio. Sorprendemente, pasamos de tener miedo a lo que nos traería la pandemia, a tener miedo a retornar totalmente a la nueva normalidad post-pandemia.
Edicón: Anel Ochoa