El mundo está siendo testigo de un fenómeno sin precedentes: una grave crisis sanitaria y, como consecuencia, la proyección de una profunda crisis financiera. Si bien la humanidad ya ha vivido múltiples pandemias, ¿por qué solo esta última ha causado el cierre de las fronteras de varios países y el colapso de múltiples sistemas de salud? Incluso, ¿por qué la crisis financiera causada por el COVID-19 no se compara con ninguna anterior? ¿Qué la hace “sin precedentes”?
En este artículo vamos a comparar la pandemia del COVID-19 con la del A-H1N1 (conocida como gripe porcina) y luego compararemos sus efectos económicos con los de la crisis financiera del 2008. Son temas muy extensos, pero trataremos de rescatar las principales diferencias para que no te quedes jato sea más comprensible. Así que, antes de que veas toda la temporada 4 de La Casa de Papel o aprendas 50 coreografías de TikTok, quédate a leer este artículo que te lo cuento en facilito rápido.
COVID-19 versus A-H1N1
Recordemos cómo fue la pandemia del A-H1N1. Entre el 2009 y el 2010 se vivió la primera pandemia del siglo causada por un nuevo virus que mutó en los animales y se transmitió a los humanos. La también llamada gripe porcina fue identificada por primera vez en abril del 2009 en México y Estados Unidos. En cuatro meses se propagó en 120 países de la misma forma que el COVID-19: al toser, estornudar y estar en contacto directo con contagiados o secreciones respiratorias.
¿Por qué no se cerraron fronteras como ahora?
Primero, el COVID-19 es mucho más contagioso que el A-H1N1. Según la OMS, mientras que una persona con A-H1N1 contagiaba entre 1.2 y 1.6 personas, el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades en Europa (ECDC) encontró una tasa promedio de contagio de 2.79 personas para el COVID-19: casi el doble (BBC).
Además, el COVID-19 es más letal. La OMS estima una tasa de mortalidad del 3.4%, aunque podría estar sobrestimada ya que muchas personas no son incluidas en la población total por no tener síntomas. Según consultores científicos del gobierno británico, la tasa real estaría entre 0.5% y 1%. Aun así, considerando la estimación más baja, esta es mucho más alta que el 0.02% del A-H1N1.
Si tomamos en cuenta que las tasas de contagio y de mortalidad son más altas, resulta comprensible el hecho de que un tercio de la población global esté bajo medias de confinamiento (BBC). En aproximadamente 16 meses de pandemia por A-H1N1, la OMS contabilizó 493 mil casos y 18 mil muertes. La pandemia actual ha registrado 750 mil casos y más de 36 mil muertes hasta el 31 de marzo, según la OMS.
Efectos económicos del COVID-19 versus la crisis financiera del 2008
El COVID-19 está causando una crisis económica derivada de una la crisis sanitaria. Esta conexión es muy importante para entender las diferencias con otras crisis pasadas. Según el World Economic Forum (WEF) la crisis financiera del 2008 fue causada por un factor endógeno (interno) mientras que esta crisis es causada por un factor exógeno (externo). Ahora veremos qué implica cada cosa.
Por un lado, la crisis del 2008 se originó en el mismo sistema y dentro las
interacciones de sus participantes. Para ser más específicos, se debió a la
mala evaluación de los productos crediticios hipotecarios, la venta
indiscriminada de “activos tóxicos” caleteados empaquetados en productos
financieros, fallas en las regulaciones financieras, entre otros.
En resumen, tras la quiebra del banco de inversión Lehman Brothers, el sistema financiero global reaccionó en cadena y se derrumbó, generando una contracción en la economía de diversos países. El hecho de que haya sido un problema interno del sistema financiero significa que se pudo evitar y que, ahora, los bancos y las entidades regulatorias están mejor preparadas, por lo que es poco probable que ocurra un evento similar (en teoría).
Por otro lado, el COVID-19 es un factor externo al sistema financiero y lo ha tomado por sorpresa. La actual pandemia ha causado estragos económicos básicamente porque las personas no se pueden mover (paro abrupto de la producción), aparte de la reducción de la oferta laboral por las personas enfermas o fallecidas producto de esta crisis sanitaria. Esto quiere decir que buena parte de la sociedad se ha visto impedida de producir y consumir la mayoría de bienes y servicios. En consecuencia, la cadena de pagos se está rompiendo porque las empresas no tienen consumidores que compren su producción; por lo tanto, no tienen ingresos, lo que dificulta que estas puedan pagar a sus acreedores (proveedores, empleados, entidades financieras, impuestos, etc.); y que sus acreedores paguen, a su vez, a sus acreedores; y así se interrumpe el circuito económico.
Si nos centramos en la producción y distribución, el confinamiento ha causado una baja en la producción global y la ruptura de la cadena de suministro. Según la BBC, la industria manufacturera china ha caído a su nivel más bajo desde el 2005. El impacto ha sido enorme debido a que China concentra un tercio de la producción global y es el mayor exportador del planeta. Así, conforme el COVID-19 se ha propagado por otros países, sus economías han sufrido una contracción debido a lo mencionado anteriormente, y a ello faltaría añadirle el colateral chino. Adicionalmente, se pronostica una caída de la producción global aún mayor si este virus sigue ganando terreno en economías altamente productivas, como en E.E.U.U., la India, los tigres asiáticos, la Unión Europea, entre otras.
Entonces, la principal diferencia entre ambas crisis está en cómo se recuperan las economías. Para la crisis financiera del 2008, las principales medidas fueron la inyección de liquidez, el sinceramiento de las tasas de interés y la aplicación de nuevas regulaciones. Los efectos de estas medidas se vieron en el mediano y largo plazo, pues los participantes de la economía adoptaron una postura conservadora (o sea, menor liquidez en el sistema) la cual demora en revertirse. Mientras tanto, para esta crisis, existe un panorama más alentador porque la recuperación está directamente relacionada a que tan rápido se combata la enfermedad: una vez controlada, se espera que la producción y el consumo vuelvan rápidamente a sus niveles normales. Sin embargo, a pesar de que se estima una recuperación para el último trimestre de este año, sigue siendo incierto cuándo exactamente los países podrán contener la expansión del virus.
La estancia y la salida
Mientras no tengamos una cura, tratamiento efectivo o una vacuna para el COVID-19, lo mejor que los gobiernos pueden hacer para manejar la crisis sanitaria y económica es, primero, controlar la cantidad de contagiados para no saturar los sistemas de salud e invertir en el desarrollo de un tratamiento o vacuna. Segundo, ayudar a las empresas inoperativas a cubrir sus costos fijos mediante facilidades fiscales o crediticias. Tercero, ayudar a los trabajadores independientes, informales y desempleados a poder adquirir la canasta básica, y que no entren a la pobreza.
Finalmente, cuando la enfermedad esté controlada, los gobiernos deberán centrarse en reactivar la producción y el consumo tan pronto como sea posible mediante inversión pública (sin ser desmedida) o, tal vez, con el impulso del consumo en los sectores más golpeados, por ejemplo. Sin duda, esta crisis hará repensar la globalización tal como la conocemos y su alta sensibilidad: los gobiernos deberán fomentar el consumo y producción local. Por ahora, como individuos, solo nos queda esperar que Netflix no colapse evitar la propagación del virus mediante el aislamiento social, el lavado de manos y el uso de mascarilla en lugares públicos.
Fuente: Al Jazeera
#QuédateEnCasa
Referencias:
https://www.bbc.com/mundo/noticias-52115504
https://www.weforum.org/agenda/2020/04/the-coronavirus-crisis-is-no-2008
https://www.bbc.com/mundo/noticias/2011/01/110127_economia_eeuu_crisis_evitable_jrg
https://gestion.pe/economia/origino-peor-crisis-financiera-historia-48101-noticia/
https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-51695563
https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-52048856
Edición: Daniela Cáceres