Es muy probable que quien esté leyendo esto no haya asistido a la marcha organizada en víspera de año nuevo contra la decisión de nuestro ilustrísimo ex Fiscal de la Nación, Pedro Chávarry. Uno puede hacer esta suposición debido a que la cantidad de asistentes estuvo en el orden de unos pocos miles en una capital de varios millones. Debo aclarar, sin embargo, que esta no es una llamada de atención sino más una forma de presentar este evento de comportamiento colectivo que tuvo efecto sobre una situación política nacional tambaleante.
Un comportamiento colectivo se usa para dar un mensaje, el que sea.
¿Por qué se organizan marchas o concentraciones en locaciones céntricas en las ciudades? ¿Por qué los grupos de amigos que salen juntos son tan reconocibles, en comparación a desconocidos? ¿Te han dicho que somos seres sociales y simplemente estuviste de acuerdo a ciegas sin detenerte a analizar y ver el trasfondo? Tranquilo, todos lo hacemos en algún momento. Por ello, veamos algo sobre cómo se comportan los seres humanos, no individualmente, sino en grupo.
‘¡Todos para uno y uno para todos!’.
Para comenzar, estoy seguro que también has estado de acuerdo en que la calidad supera a la cantidad. Pero, como con muchos otros aspectos, esto no ocurre tal cual con el comportamiento colectivo. De hecho, los seres vivos en la naturaleza se valen de grandes grupos de individuos para sobrevivir. Por ejemplo, los grandes rebaños de búfalos en las sabanas africanas mantienen a los depredadores alejados, los lobos cazan en manadas presas que les quintuplican el tamaño y las termitas están a nada de crear civilizaciones modernas subterráneas. No obstante, aunque la cantidad represente un requisito para el éxito de varias estrategias en la vida silvestre, la calidad de esa estrategia resulta determinante para el éxito del grupo. Como parte de la biósfera, los seres humanos también exhibimos este ‘comportamiento colectivo animal’ (CCA), que, en realidad, va más allá de una simple analogía.
Grupos de individuos, como estas aves, en conjunto, se asemejan a moléculas moviéndose fluidamente.
Grandes grupos de humanos pueden emular fenómenos naturales que nos fascinan cuando se observan en la naturaleza, pero que raramente logramos diferenciar en el día a día de la sociedad. Estas emulaciones se evidencian aún más cuando enfrentamos condiciones extremas como desastres naturales, conciertos de rock o manifestaciones contra ciertos personajes indeseables. Te sorprendería saber que los seres humanos sí compartimos similitudes comportamentales con bancos de peces o bandadas de aves, en las cuales las acciones se dan sin pensar o sin dirección, como moléculas en un gas o en un material sólido. Lo que esto implica es que, a veces, condiciones que se ven caóticas, en realidad, no lo son.
Sin embargo, más allá de que varios individuos pueden exhibir un CCA, debe haber algo más específico que podamos decir sobre este fenómeno de organización, que se base en las reglas que gobiernan a un grupo y los patrones que se generan. Esto significa que, al comparar un conjunto de mariposas y una audiencia en un teatro, es importante notar que ambos se asemejan en que la sincronización de sus acciones se restringe por la variación de sus individuos, y no solo las diferencias en tamaño, forma o método de comunicación. De la misma manera, aunque las aves vuelen, los peces naden o un ciudadano camine, todos tienden a alejarse de aquellos que están muy cerca mientras evitan quedarse demasiado lejos. Estas simples observaciones, que resultan ser la regla, resultan en patrones similares de agregación y movimiento dirigido y, por tanto, hacen posible realizar modelos y analizar los comportamientos colectivos de la sociedad en general.
El comportamiento colectivo no solo se utiliza como método de defensa. También es señal de peligro, método de socialización o forma de confundir al observador.
¿Por qué es importante no solo estudiar, sino entender, cómo se comporta un grupo de personas en conjunto? Pues porque, como siempre se te ha dicho, somos seres sociales. Las bases de las sociedades antiguas y modernas poseen un componente social muy arraigado. Desde la cola que haces en el Metropolitano, hasta aquellas marchas a las que has pensado si deberías ir, las acciones del grupo determinan el funcionamiento de un colectivo, una institución, una comunidad, una nación y del mundo. Los científicos han demostrado que la fuerza de una cultura acumulativa depende del tamaño y la interconectividad de los grupos sociales. Por ejemplo, aborígenes en Tasmania perdieron varias habilidades y tecnologías valiosas cuando sus poblaciones se redujeron tras la colonización. De alguna manera, una sociedad dividida puede, literalmente, dividirla más y afectar esta evolución cultural a la que estamos sujetos.
Los patrones de comportamiento colectivo se evidencian hasta en el tráfico de autos. No están muy cerca, pero tampoco muy lejos uno del otro.
Ahora sabemos que el comportamiento en grupo no pertenece solo a conferencias de sociólogos o psicólogos, sino también de físicos y biólogos. Las técnicas de la física permitirían describir e incluso predecir el comportamiento humano en tiempos de crisis, mientras que la biología busca contestar preguntas de evolución cultural y cómo afecta y se ve afectado el comportamiento grupal. Ambas apoyadas por fórmulas matemáticas que les permiten decir que los grupos sí son ‘más que las sumas de sus partes’.
Lo cierto es que cuando vemos una línea de carros en el tráfico y nos recuerdan a una fila de hormigas, se debe a que podemos reconocer similitudes de comportamiento colectivo. Un grupo bien organizado, bajo ciertas condiciones, muestra un comportamiento coherente marcado que se extiende más allá de la escala de un solo individuo. Así, una variación de aquello que siempre escuchamos es que, de hecho, la cantidad también puede dar una mejor calidad. Por ello recuerda que si quieres cambiar alguna situación, probablemente estás dejando de lado la perspectiva general: no estás solo.
