¿Quién no ha chismoseado alguna vez? Aunque muchos lo toman como un estilo de vida para gente inmadura, es imposible negar que el chisme forma parte de nuestras vidas. Y es que, por definición, un chisme puede ser algo tan banal como un rumor de secundaria como también una campaña de desinformación mediática masiva.
Un reciente estudio ha demostrado que las personas se ven fuertemente influenciadas por rumores o chismes aun cuando estos son presentados como poco confiables. Este estudio descubrió que el uso de palabras como “aparentemente” y “supuestamente” o frases como “escuché que” no tienen un efecto significativo en reducir los efectos de información negativa. Como método, este estudio les presento a 56 ciudadanos alemanes fotos de personas aleatorias y se les contó algo sobre la persona. Algunos recibieron información de manera precisa (“Él abusaba de sus alumnos”) mientras que otros recibieron la misma información pero en forma de rumor (“Se dice que él abusaba de sus alumnos”).
A continuación se les pidió a los sujetos de prueba emitir juicios acerca de las personas que habían visto en las fotos y se monitoreó su actividad cerebral durante este proceso. El experimento demostró que las personas reaccionaron de manera similar en cada uno de los casos sin importar que tan confiable sea la información. Un descubrimiento preocupante si tomamos en cuenta que últimamente los diarios recurren al clickbait generando encabezados alarmistas con el fin de atraer a una mayor audiencia (que generalmente no llega a leer la noticia completa).
Por otro lado, se ha demostrado que los chismes afectan también nuestra visión. Se realizó un estudio en el que se mostraba a sujetos de prueba fotos de rostros con información acerca de la persona la cual podía ser negativa, positiva o neutral. Posteriormente se les colocaba un estereoscopio (un dispositivo que presenta imágenes distintas a cada ojo). En un ojo se les mostró una de las fotos anteriores y en el otro la imagen de una casa y se les pidió que presionaran un botón cada vez que la imagen se alterne en sus cerebros. Este experimento se basa en que el cerebro al ser sometido a 2 imágenes distintas en cada ojo alterna cuál de estas nos “muestra”, sin embargo tiende a escoger y “mostrarnos” por más tiempo la que considera más importante.
Los resultados indicaron que al ponerse las fotos de las personas que se habían asociado con información negativa los sujetos de prueba pasaban más tiempo “observándolas” que a la imagen presente en su otro ojo (la casa). Si bien este fenómeno se repetía también cuando se colocaban las fotos de quienes habían sido descritos de manera positiva, la cantidad de tiempo que la imagen permanecía en su mente antes de alternarse con la casa era significativamente menor que en el primer caso (4.3 segundos en promedio para información positiva y neutra en comparación a 5.9 s. para información negativa).
Esto puede ayudar a explicar el por qué las personas tienden a recordar más los sucesos negativos y a sus actores que los positivos. Una posible razón para la existencia de este fenómeno es que el cerebro, subconscientemente y como mecanismo de defensa, considera más importante resaltar a las personas que sospechamos pueden herirnos que a quienes no. Retornando al tema de los chismes, este estudio demostraría que aun inconscientemente oír un rumor sobre alguien influiría en nuestra percepción de esta persona por más que no tengamos pruebas o dudemos de lo que ha sido dijo.
Conociendo el poder de influencia que tiene un chisme, ¿qué nos lleva a esparcirlos?. Se ha demostrado que la cultura del chisme contribuye al establecimiento de reglas sociales implícitas. Nadie quiere ser el foco de un raje colectivo; por tanto, al escuchar un chisme las personas evitarán realizar la acción que originó el chisme. Añadiendo a esto, el mismo artículo afirma que contar a alguien un chisme aumentaría la confianza y cercanía que esta persona siente por el chismoso pues, aunque de manera equivocada, le brinda “información necesaria” para adaptarse a un nuevo ambiente y conocer que es considerado aceptable y de quienes mantenerse alejado.
Además, un estudio realizado en 22 estudiantes mujeres concluyó que al encontrarse en una conversación acerca de un chisme se produce una mayor cantidad de oxitocina que en una conversación normal. Esta hormona es considerada un agente estimulante en la creación de vínculos sociales y afectivos. También se reportó que chismosear ocasiona una reducción en la producción de cortisol, hormona ligada al estrés. Uniendo estos últimos dos estudios se podría afirmar que el chisme es una gran herramienta social para formar y fortalecer vínculos.
Para terminar con este artículo, es nuestra responsabilidad social aclarar que no apoyamos el raje intenso y sólo buscamos brindarles un poco de conocimiento científico para hacer la vida más llevadera. Citando a Eleanor Roosevelt: “La gente brillante discute ideas; la gente ordinaria discute eventos; la gente mediocre discute sobre otra gente”.
Edición: Daniela Cáceres.