En el mes del amor y la amistad, la farándula peruana se encarga de poner sobre la mesa lo que todas las parejas temen: la infidelidad. Así, mientras los medios de comunicación se deleitan con los escándalos de los famosos cof cof Cueva, cof cof Domínguez, ¿qué mejor momento para reflexionar sobre la ética y la infidelidad? En las próximas líneas descubriremos qué argumentos ofrecen los pensadores más representativos de la historia para comprender este complejo fenómeno que involucra relaciones abiertas amor, traición y ética.
Sección I: La Antigüedad y sus Amores Ilícitos
Comenzamos con la Edad que sentó las bases de la filosofía occidental.
Aristóteles, el maestro del pensamiento lógico y ético, podría haber condenado la infidelidad como un acto que va en contra de la virtud y la amistad. En su obra “Ética a Nicómaco”, sostiene que la virtud se encuentra en el justo medio entre dos extremos, y la infidelidad sería una desviación de esta virtud, un exceso de deseo que daña la relación de confianza entre las personas. Como afirmó: “La amistad es un alma que habita en dos cuerpos; un corazón que habita en dos almas”. Para él, la infidelidad erosionaría esta conexión fundamental entre las personas.
Sócrates coincidiría con Aristóteles, pero podría haber abordado el tema desde una perspectiva más introspectiva. En sus diálogos, él promueve la autoconciencia y el autoconocimiento como pilares de la virtud. Así, podría haber sugerido que la infidelidad surge de una falta de comprensión de los propios deseos y necesidades, así como de los de la pareja. Como afirmó: “Conócete a ti mismo”. Para él, la infidelidad sería un síntoma de ignorancia sobre uno mismo y sobre cómo mantener una relación ética y saludable con los demás.
Por otro lado, Diógenes, el filósofo favorito de Christian Domínguez cínico que despreciaba las convenciones sociales, podría haber adoptado una actitud más indulgente. Desde su perspectiva, la búsqueda del placer y la satisfacción personal podría haber sido prioritaria sobre las preocupaciones éticas convencionales, siendo por ello no necesariamente un acto condenable en sí mismo. Para Diógenes, el amor y las relaciones humanas estaban sujetos a las mismas leyes naturales que el resto de la vida, y la infidelidad podría ser vista simplemente como una expresión de la libertad individual y la búsqueda de felicidad. “La felicidad es un modo de vida” afirmaría.
Sección II: La Edad Media y sus Amores Prohibidos
Continuamos con la etapa donde la fe religiosa y la razón se entrelazaron; pero como es aburrida y predecible la resumimos en un párrafo cof cof.
Por un lado, estaban aquellos que relacionaban la infidelidad con el pecado como resultado de la debilidad humana y la ruptura del orden divino establecido por Dios, entre ellos se encuentran San Agustín de Hipona o Santo Tomás de Aquino. Por otro lado, había quienes pensaban que la infidelidad es un tema moral complejo que no se presta a soluciones simples o absolutas y que se deben considerar las circunstancias individuales y el contexto cultural al juzgar los actos, entre ellos Guillermo de Ockam y Pedro Abelardo.
Sección III: La Modernidad y sus Relaciones Complicadas
Terminamos con la Edad en donde la razón, la ciencia y la libertad individual se alzaron como pilares fundamentales, transformando radicalmente la forma en que la humanidad concebía sus good times el mundo.
René Descartes, el padre del racionalismo moderno, podría haber considerado la infidelidad desde una perspectiva de la razón y la moralidad. En su obra “Discurso del Método”, Descartes aboga por la claridad y la distinción en el pensamiento y la acción. Podría haber condenado la infidelidad ya que distrae la mente de los asuntos más importantes y fundamentales, ergo, un obstáculo para la búsqueda de la verdad y la virtud. Para él, la infidelidad podría bien ser una creencia subjetiva y pasional que debe someterse a la duda metódica y la razón objetiva.
Immanuel Kant probablemente también se manifestaría en contra, al considerarla una violación de los principios morales universales. En su obra “Crítica de la razón práctica”, Kant desarrolla su teoría ética basada en la idea de que ciertas acciones son intrínsecamente buenas o malas independientemente de sus consecuencias. Así, la infidelidad violaría el deber moral de respetar la dignidad y los derechos de los demás, y por lo tanto sería considerada moralmente incorrecta. Como bien señalaba: “Obra solo según aquella máxima por la cual puedas querer al mismo tiempo que se convierta en ley universal”.
Por contraste, Jean-Jacques Rousseau, conocido por su enfoque sobre la libertad individual y su crítica a las normas sociales opresivas; y Voltaire, defensor de la libertad de pensamiento y crítico de la religión y la moralidad convencional, muy posiblemente no hubieran sido tan categóricos.
El primero conceptualizando a la infidelidad como una manifestación de la búsqueda de la felicidad y la satisfacción personal en un entorno social restrictivo. Aunque no necesariamente habría apoyado abiertamente la infidelidad, Rousseau podría haber visto la monogamia y la fidelidad como construcciones sociales que limitan la autenticidad y la libertad del individuo. Mientras que el segundo, podría haber considerado que la infidelidad es una forma de rebelión contra las restricciones impuestas por la sociedad y la religión, y podría haber defendido el derecho del individuo a seguir sus propios deseos y pasiones.
Conclusión
A lo largo de la historia, la infidelidad y la ética han bailado una danza intrincada, tan compleja como las teorías de la relatividad. Los filósofos han intentado comprender y justificar y en muchos casos condenarlos amores ilícitos; sin embargo, siguen siendo un concepto cambiante, moldeado por la cultura, la sociedad y la moral de cada época. ¿Tú de qué lado estás?
Nota: Todas las ideas vertidas en el siguiente artículo son a partir de la interpretación propia del autor.
Edición: Cristobal Contreras