El COVID-19 o coronavirus ha afectado la vida de todos, algunos lo llaman pandemia, otros una plaga divina. Sin embargo, todos los peruanos tenemos que reconocer que, incluso si no nos infectamos, habremos sido afectados por este, ya que ninguno puede escaparse de su casa ni irse por una chelitas. Algunos lo intentan, pero terminan abofeteados por el ejército, literalmente. Pero, además de ser una enfermedad extremadamente contagiosa, también ha afectado la economía global de una manera sin precedentes.
Un artículo previo en Voz Actual mencionó el lunes negro que ocurrió hace dos semanas, aunque otros días también han sido negros para las bolsas mundiales. Para que se den una idea, el índice bursátil Dow Jones – muestra la volatilidad del precio de las acciones de las 30 principales compañías de EE.UU- ha perdido aproximadamente un tercio de su valor en el último mes.
Con ello, una de las preguntas que más se me han venido a la mente y la que más le he podido dar cabida esta semana que he pasado en pijama o con pantalón de pijama y camisa en el caso de videollamadas (espero que mis jefes no lean esto #SorryNotSorry), ha sido si la crisis puede reducir la desigualdad de ingresos. ¿Por qué pensar en eso?, pues porque las crisis normalmente reducen la incidencia al riesgo de los inversores y promueve el alza de sueldo para fomentar el gasto entre la población asalariada.
Pensé en compararla con la última crisis: la recesión del 2008. Esa crisis fue causada por una política irresponsable de préstamos que generó una burbuja inmobiliaria. Sin embargo, el gobierno de EE.UU. le dio bail outs (rescate) a los bancos que habían generado esta crisis, no arrestaron a nadie y los que quedaron más afectados fueron los que perdieron sus casas y sus trabajos; es decir, el americano promedio. La diferencia es que la crisis del 2008 se fue generando por 20 a 30 años de acciones financieras irresponsables. En este caso, no tiene nada que ver con el sector financiero, los países han cerrado sus fronteras al estilo Trump para prevenir el contagio. El sector turismo ha caído en picada y se presume que aproximadamente 28 aerolíneas tendrán que declararse en bancarrota al final de la crisis. Es un shock que nadie pudo ver venir.
Por un lado, tenemos al dólar en este momento para las empresas trasnacionales (o cualquier empresa que quiera quedarse a flote). Los dólares son como el papel higiénico en los supermercados: las empresas no los están gastando y se los están quedando como inversión. Tal ha llegado el caso que en Perú el dólar ha llegado a valer S/ 3.50. No alcanzábamos un tipo de cambio tan alto desde el 2003 cuando podía comprar mi milanesa del colegio con un dólar. El acaparamiento del dólar está colocando demasiada presión sobre los mercados de créditos, y si estos fallan sería una catástrofe global. Los bancos dejarían de funcionar. Por eso, los bancos centrales de muchos países están bombeando cantidades inimaginables de dólares al mercado; pero los bancos centrales no son suficientes para salvar la economía.
Perú legisló que pagaría un bono de S/ 380.00 a las personas con menos recursos, lo cual es una excelente medida, los gobiernos tienen que intervenir (a pesar de mi odio a la intervención gubernamental) para mantener a flote el libre mercado. Alemania ha legislado un bono equivalente al último salario que recibieron aquellas personas que han visto sus horas reducidas o han sido despedidas. Políticas similares se han visto aplicadas en Dinamarca e Inglaterra. Pero en EE.UU. tenemos la misma discusión política de siempre. Los republicanos diciendo que los demócratas están obstruyendo sus políticas por simplemente querer obstruir (lo cual es cierto) y los demócratas acusando a los republicanos de favorecer demasiado a los intereses de las industrias y Wall Street (lo cual también es cierto). Es ver la misma pelea de tonto y re-tonto una y otra vez.
El tema es que en EE.UU. no es necesario que muestre las falencias de sus políticas económicas, alrededor de 20 millones (1 de cada 5) americanos no tiene licencia por enfermedad remunerada. Sin una población capaz de gastar poscrisis, su economía tiene muy pocas probabilidades de recuperarse. No hay manera de saber si es que al final de la crisis, tendremos más o menos desigualdad. En este momento, los enfoques de los gobiernos están en contener la pandemia, que es donde deben estar, pero no podemos olvidarnos de que este shock ha venido acompañado de elementos que no se previeron y que van a generar un reto para los legisladores alrededor del globo. Con eso en mente, voy a preparar mi canchita para ver cómo lo maneja Vizcarra.
Edición: Daniela Cáceres