El 2 de febrero de cada año se conmemora el Día Mundial de los Humedales. Estas áreas son ecosistemas poco conocidos, pero de gran importancia para el mundo. En el Perú, varios de ellos se encuentran amenazados y en peligro. Por ejemplo, a consecuencia del derrame de petróleo en la refinería de La Pampilla, se puso en grave riesgo a los humedales costeros. Descubramos qué los hace tan importantes, por qué es vital conservarlos y por qué están tan amenazados.
Un humedal es un tipo de ecosistema acuático, complejo, dinámico y de gran biodiversidad que podemos encontrar alrededor del mundo. Es un espacio de transición entre ambientes permanentemente acuáticos y zonas completamente terrestres. Usualmente están cubiertos por aguas bajas, o son inundados periódica y temporalmente. El agua presente puede ser dulce, salobre o salada, y será el componente que dicte las características de estos ecosistemas.
En el Perú, contamos con distintos tipos:
1) humedales marinos, como los costeros y arrecifes;
2) humedales estuarinos, como los manglares y deltas;
3) humedales lacustres, los asociados a un lago;
4) humedales ribereños, los adyacentes a ríos y arroyos;
5) humedales palustres, como los pantanos, marismas y ciénagas.
A primera vista, la mayoría de los humedales podría resultarnos un ambiente «problemático», que no permite el desarrollo de actividades y que ocupa un espacio que podría destinarse a la producción o construcción. Sin embargo, silenciosamente, estos ecosistemas nos ayudan y son claves para nuestro futuro.
Los humedales costeros nos protegen disminuyendo la intensidad del oleaje. Los ribereños reducen los efectos y daños de inundaciones y desbordes, eventos que han ido sucediendo a lo largo de la costa peruana. Cada hectárea absorbe más de 1.5 millones de galones de aguas de inundación. Los de gran extensión ayudan a estabilizar la temperatura del ambiente y mejoran las condiciones climáticas de la zona. Además, la vegetación de los humedales estabiliza los márgenes de riberas y laderas, por lo que reduce la erosión del agua y la posibilidad de deslizamientos.
Adicionalmente, retienen y ayudan a almacenar agua en los acuíferos subterráneos, agua que se usa para el consumo humano o para actividades como la agricultura. Otro beneficio es que preservan sustancias contaminantes y sedimentos del agua, filtrándolas y contribuyendo a mejorar la calidad de esta. En otras palabras, juegan un rol fundamental en la obtención y disponibilidad de agua dulce de calidad (crisis del agua), uno de los mayores problemas que la humanidad enfrenta y que, cada vez, empeora.
Asimismo, las marismas y, sobre todo, las turberas almacenan más carbono que cualquier otro ecosistema. Para darnos una idea, solo las turberas contienen más del doble de carbono que todos los bosques del mundo y solo representan un 3% de la superficie terrestre. Sanas e intactas son invaluables. Esto las hace parte crucial de la solución en la lucha contra el cambio climático. Su degradación o pérdida, por el contrario, contribuiría al empeoramiento del calentamiento global.
Por si fuera poco, aportan belleza al paisaje y contienen una biodiversidad gigantesca. El 40% del total de especies de animales y plantas viven o se crían en ellos, de los cuales el 25% de estos habitantes están en peligro de extinción. Es claro, por lo tanto, que son espacios de importancia para la conservación de la biodiversidad del planeta.
Sin embargo, por años, fueron considerados ambientes marginales y se les ha hecho de todo. Un ejemplo de ello es, en nuestras narices, los humedales costeros como los pantanos de Villa que, hasta la fecha, se han reducido cerca del 90% de la extensión que tenían a inicios de siglo. Mundialmente se ha perdido el 85% de los humedales desde 1700 y, desde los 2000, la tasa de pérdida se ha acelerado hasta ser casi tres veces más alta que la tasa de pérdida de bosques tropicales. Las principales amenazas que enfrentan estos ambientes son el avance de las ciudades, la expansión de la agricultura en desorden, la contaminación, el aprovechamiento ilegal y el cambio climático.
Perder los humedales pondría seriamente en peligro al planeta y las condiciones en las que hemos vivido durante años. Debido a esto, el 2 de febrero de 1971 se realizó la Convención sobre los Humedales de importancia Internacional o «Convención Ramsar» (por la ciudad donde se celebró), que estableció un marco para la conservación y el uso racional de estos ecosistemas, de los que dependen 4 mil millones de personas. El Perú se adhirió a este tratado en los noventa, y el país cuenta con catorce «humedales de importancia internacional». Pero… por años, el interés por los humedales se quedó solo en el papel.
Hoy en día debemos rescatar y difundir los vitales que son los humedales y la importancia de exigir su conservación y uso sustentable. Estos son ecosistemas con un rol principal en nuestro desarrollo, que podrían ser aliados y solución para varios problemas de los que nos quejamos. A pesar de los esfuerzos, siguen siendo marginados, dañados y olvidados. No hay que esperar hasta que desaparezcan. Tenemos la suerte de tener varios cerca de nosotros, por lo que no vendría mal una pequeña visita para conocer mucho más de ellos.
Edición: Claudia Barraza