“Hoy no, pero mañana SEGURO que lo hago”

– Himno solemne a la procrastinación

Imagina que es martes. Te levantas ligeramente tarde y aunque has dormido bien, no estás seguro de sentirte lleno de energía. Sin embargo, necesitas empezar ese trabajo que tanto has postergado. Miras al reloj y son las 8:53 am. Decides entrar “unos minutos” a las redes sociales con el inocente cuento de “que sean las 9:00 y empiezo”. Esos minutos se convierten en horas y las horas, en una mañana y una tarde perdidas. Te suele pasar siempre. Piensas que seguramente tendrás más energía dentro de un rato. Pero la situación se repite. No resistes y sucumbes a la tentación: lo dejas para mañana. ¿Procrastinas más que ayer? ¿Alguien dijo malas decisiones? ¡Economía al rescate!

No solo eres tú, le está pasando a todo el mundo

¿Cómo podríamos averiguar si la procrastinación es un problema que aqueja cada vez a más personas? Embarquémonos en un viaje de descubrimiento por Google Trends. Se trata de una plataforma amigable donde puedes averiguar qué han estado buscando todas las personas en todo el mundo desde el inicio de Google. Es una plataforma entretenida que también puedes usar para procrastinar, pero por favor no lo hagas.

Lo que investigaremos en este caso será el interés a lo largo de los años por el término “procrastinación”. Si se tratara una situación que va en aumento, esperaríamos que las personas busquen cada vez más información en la web con el propósito de solucionar su problema. A continuación, en el Gráfico 1 (cortesía de Trends), observamos que la tendencia es bastante clara.

Fuente: Google Trends. Elaboración propia

En el eje horizontal tenemos a los años y el eje vertical tenemos a la variable “Interés”, un índice normalizado que facilita la comparación entre períodos. No tiene una interpretación numérica muy directa y tampoco debe interpretarse como “millones de búsquedas” por muy tentador que sea.

¿Qué nos dice la economía sobre esto?

La economía postula que las personas somos racionales y que, por ello, tomamos decisiones para maximizar nuestra utilidad de manera intertemporal. Es decir, escogemos lo que es mejor para nosotros considerando tanto el presente como el futuro, aunque hoy estas decisiones no nos gusten mucho. Algunas evidencias pueden reflejarse en hacer dieta/ejercicio para una mejor salud (por más que sea agotador y hasta doloroso) o asistir a la universidad para expandir tus capacidades (a pesar de que demande mucho tiempo e incluso sacrificio).

El modelo tradicional

Asimismo, incorporemos otra noción fundamental de la economía: el descuento de la utilidad futura. Este principio nos dice que las personas valoramos de forma diferente recibir un bien antes que después. De esta manera, tenemos una clara preferencia hacia el presente. Piénsalo por un momento: le prestas diez dólares a tu amigo hoy y el día de mañana se vuelven a encontrar, él te propone devolverte diez dólares ese mismo día o a fin de mes. La respuesta puede parecer obvia: ¿por qué esperar? Nos percatamos rápidamente de que “descontamos” la utilidad que recibiremos en el futuro. ¿Qué tan buenos somos haciéndolo?

Procrastinosaurio Rex, una especie ya extinta. ¿Puedes adivinar por qué?
(PD: los procrastinadores dirán que es un velociraptor)

Además, la economía tradicional considera el supuesto de consistencia. Este es un supuesto fuerte. Indica que una vez que hemos tomamos una decisión en el presente mantendremos firme esa idea en la cabeza. En todo caso, procrastinaríamos como mucho una vez o no lo haríamos en absoluto. ¡Pero eso no se ve en la realidad! Del Gráfico 1 entendemos que, las búsquedas sobre procrastinación van en aumento; lo que, según nuestra inferencia, significaría que nuestro supuesto falla. Entonces, necesitamos de otra herramienta.

Inconsistencia dinámica: el veredicto de la economía conductual

La economía conductual reconoce que nuestra condición humana nos sujeta al sesgo hacia el presente: nuestros cerebros están configurados para preferir el presente, aunque eso signifique sacrificar el futuro (lo infravaloramos). Así, no podemos juzgarnos, pues procrastinar casi está en nuestra naturaleza, lo que se validaría por este sesgo.

Búsqueda constante para liberarnos de la procrastinación

Definimos entonces la inconsistencia dinámica como la influencia del sesgo en nuestras decisiones: el procrastinador se convence de que mañana inicia y cuando ese futuro se materializa encuentra óptimo volver a posponer la acción. Pero como bien sabes, donde hay un problema, hay una oportunidad de llenarte de dinero. Tal es el caso de las empresas que emplean mecanismos de compromiso. Estos mecanismos restringen las alternativas futuras y mitigan el comportamiento impulsivo. Las membresías del gimnasio, de los servicios de telefonía y de las tarjetas de crédito son claros ejemplos.

Elaboración propia

El Gráfico 2 muestra el contraste entre la economía tradicional (curva azul) y la conductual (curva roja en línea discontinua). Vemos que existe una intersección entre los años 19 y 21 en la que nos concentraremos. El primer tramo antes de la intersección representa al futuro cercano y, el tramo posterior, al futuro distante. Esto ilustra las diferencias cuando incluimos nuestros sesgos en la ecuación: descontamos poco el futuro cercano y demasiado el futuro distante. En consecuencia, tomamos decisiones subóptimas.

Los perniciosos sesgos

Como sospecharás, la proliferación de las redes sociales tiene mucho que ver (YouTube, Instagram, Twitter, TikTok, tú los nombras). Justamente, su éxito se aprovecha de nuestros sesgos. La cultura de la inmediatez se propaga silenciosamente con el libre acceso a entretenimiento. La economía conductual nos da un consejo final: inclusive cuando reconoces la existencia de los sesgos, no eliminas por completo tu vulnerabilidad a ellos (¡Por mucho que lo intentes!). Es decir, conocer del sesgo del presente, no te vuelve inmune a futuras malas decisiones. Sí, esto quiere decir que incluso los economistas conductuales, grandes conocedores del tema, también procrastinan de vez en cuando.

EDICIÓN: ANEL OCHOA