Halloween está a la vuelta de la esquina y, como cada año, la oferta de dulces y productos temáticos se hace visible para aquellos que más se emocionan por esta espeluznante fecha: los niños. Es de conocimiento público, que estas fechas inspiran a que los más pequeños se disfracen y traten de conseguir la mayor cantidad de dulces que sea posible, pero, si cambiamos al chip economista, ciertas preguntas pueden comenzar a surgir en nuestras mentes: ¿Cuál es la cantidad óptima de dulces que uno puede recolectar y después comer? ¿de qué manera la aterradora competitividad y adicción por el azúcar pueden impactar sobre el bien común?
Y es que el concepto de la Tragedia de los Comunes, utilizado en la teoría de la economía ecológica, ayuda a explicar la relación entre los impulsos de los individuos y los incentivos que tienen para consumir, en gran magnitud, un recurso. Al adaptar esta teoría a estas épocas terroríficas, es muy probable que los niños deseen conseguir muchos dulces lo más rápido que puedan antes de que otro lo haga porque, a corto plazo, priorizan su beneficio personal.
Para ahondar mucho más en los conceptos económicos, la Tragedia de los Comunes es una idea introducida por el economista ecológico William Foster Lloyd en 1833. Esta argumenta que, cuando los recursos son limitados, el interés privado es lo que prevalecerá en el uso de estos, por lo que cada uno querrá sobreexplotar el recurso o bien respectivo. Dicho concepto es mayormente utilizado para explicar la disponibilidad de recursos naturales y su impacto en la sociedad, ya que su sobreexplotación lleva a su escasez y produce efectos perjudiciales en la población. Algunos ejemplos de este uso excesivo de recursos:
- Deforestación.
- Gasto innecesario de agua.
- Sobrepesca.
- Minería informal y actividad minera intensiva.
Ahora bien, para aterrizar en la situación adaptada al 31 de octubre, sabemos que la mayoría de los niños buscan conseguir todos los dulces posibles, ya sea para comerlos o guardarlos para después. Usualmente, como vemos en las películas, se deja una fuente con golosinas afuera de una casa para que los niños puedan coger uno para su botín. Sin embargo, al ver ese recipiente, este podría encontrarse vacío: ¿por qué? Pues, un niño pudo llevarse todos los dulces posibles antes de que otros niños lleguen.
Siguiendo esta línea, el niño que va a más casas a pedir golosinas y se lleva todas puede terminar igual de perjudicado que aquellos que no actuaron como él. Esto se debe a que puede comer todas sus golosinas y, en consecuencia, terminar con un dolor de estómago. Por otro lado, los demás niños se quedan sin dulces y su Halloween puede ser arruinado.
Por lo mencionado anteriormente, la situación plateada formula la interrogante principal de la Tragedia de los Comunes: qué pasa cuando un grupo de individuos abusa del mismo recurso o se encuentra disponible libremente para repartirse entre un grupo de individuos. Se puede evidenciar que, en estos escenarios específicos, a corto plazo el interés privado prima ante el bien común, teniendo un resultado perjudicial para todos. La Tragedia de los Comunes sucede cuando se le brinda la oportunidad a un individuo de beneficiarse a él mismo produciendo efectos negativos en la población.
En otras palabras, optimizar una cantidad de dulces para uno mismo en el corto plazo, no es óptimo para ninguno en el largo plazo. Al inicio puede parecer buena idea llevarse todos los dulces, porque se podrá comer más y el nivel de satisfacción aumentará, pero otros no tendrán golosinas suficientes y es muy posible que esta cantidad escasa o nula les produzca malestar. Por lo tanto, se podría decir que la cantidad óptima de dulces recolectados debe ser prudente, ya que estos no son buenos para su salud.
A pesar de que el panorama podría entristecer a cualquier niño en estas fechas, se debe de tener en cuenta que, frente al problema planteado por la Tragedia de los Comunes, hay soluciones que ayudan a alcanzar la eficiencia. Dado que, la libertad sobre la recolección de caramelos perjudica a todos, sería conveniente que el envase con golosinas no se deje en la calle. De esta manera, cada niño tendría que tocar la puerta y un adulto sería el responsable de repartir una cantidad decente de dulces. Esto reduciría la posibilidad de cierto riesgo moral al no saber cómo se comportarán los niños cuando no hay supervisión.
En definitiva, la Tragedia de los Comunes deja muchas lecciones sobre el aprovechamiento óptimo de los recursos y del comportamiento humano frente a impulsos e incentivos. En fechas como Halloween, la emoción por una decoración de terror y dulces innovadores puede llevar a muchos a consumir más de la cuenta, sin tener en mente las consecuencias de sus actos sobre los demás. Si lo vemos dentro de un panorama macro, los problemas relacionados a los recursos naturales pueden encontrar una salida óptima en la elección responsable de autoridades, los cuales, como agentes independientes, consideramos que pueden apaciguar nuestros impulsos individuales. Por ello, tener funcionarios públicos confiables que prioricen la formulación de políticas a partir del bienestar de toda la población es fundamental para un desarrollo integral.