La mayoría de nosotros ha afrontado en algún momento la muerte de alguien cercano y el dolor que esto conlleva. Este generalmente aparece como una respuesta a cambios drásticos en las maneras de vivir que suelen brindarnos una sensación de confort y estabilidad. La pérdida de un ser querido representa un cambio en la vida usual que lamentablemente no puede ser revertido. Si bien cada luto es distinto para cada persona, se pueden identificar ciertas fases en el proceso de manejar el dolor. La teoría de las cinco etapas del duelo se maneja desde el siglo XX y está basada en los estudios de la psiquiatra suizo-estadounidense Elisabeth Kübler-Ross. El modelo principal sigue cinco fases:
Negación: Esta primera etapa consiste en negar el evento de manera que nos forcemos a aplazar parte del dolor que nos causa la noticia. Esta fase es importante para el manejo de las emociones y la evasión de cambios violentos en el estado de ánimo.
Ira: Una vez que enfrentamos la realidad y entendemos que no se puede hacer nada para revertir la situación, se genera frustración que desemboca en rabia y resentimiento.
Negociación: Con esto se intenta crear una situación ficticia en donde nosotros, de algún modo, podamos impedir la muerte. Tras esto, se crea la ilusión de que nosotros poseemos el control completo de la situación.
Depresión: Si bien la depresión es un trastorno mental de larga duración por definición, la autora concibe esta fase como un conjunto de síntomas y actitudes similares a las de una verdadera depresión. En esta etapa, dejamos de fantasear con realidades ilusorias, y volvemos a la realidad con una tristeza profunda y sensación de vacío.
Aceptación: En este momento, se acepta el hecho y se aprende a seguir viviendo sin el ser querido. Al final se extingue la marca del dolor emocional con el tiempo y solo quedan memorias y recuerdos gratos. Es necesario que, en esta etapa, se reorganicen activamente las ideas y se reanuden nuestras actividades cotidianas.
Ahora, ¿qué sucede cuando algo interrumpe este proceso?
La llegada de la pandemia por el virus SARS-CoV-2 nos ha enfrentado directamente con la posibilidad de que alguien de nuestro entorno (o incluso nosotros mismos) fallezca. Asimismo, esta posibilidad no solo está más presente, sino que también es mayor, ya que a las causas de muerte que encontrábamos anteriormente, se les suman las derivadas de la covid-19; sea directa o indirectamente a través de la saturación de los establecimientos de salud y la falta de atención al resto de enfermedades preexistentes. Paloma Rosado, especialista en duelo del Instituto de Interacción de Madrid, nos explica que, durante esta situación, a las emociones que acompañan normalmente un proceso de duelo se les añaden el miedo y la soledad. La primera, derivada de la incertidumbre constante; y la segunda, ligada a las medidas restrictivas tomadas para controlar la pandemia como el distanciamiento social
El decano del Colegio Oficial de Psicología de Cataluña (COPC) apunta lo siguiente: “El duelo consta de dos fases: la personal y la social. Esta segunda fase se ha visto disminuida considerablemente durante la pandemia, así que la personal será más dolorosa y duradera”. Es esta etapa social la que frena el proceso de duelo; sin embargo, es el proceso personal el que se ve afectado y deriva en un deterioro de la salud mental. Pensamientos de culpa pueden invadirnos como “¿por qué no estuve ahí?”, “¿por qué no me despedí?” o “¿por qué no aproveché el tiempo cuando pude?”. Fallar en darles un adecuado control podría desencadenar en que la fase de depresión se perpetúe y se convierta finalmente en un trastorno mental.
Entonces, ¿cómo podemos manejar la muerte?
Una de las cosas que este proceso afecta es nuestra sensación de soporte. Por ello, utilizar las herramientas tecnológicas para conectar con esas personas que ocupan un lugar importante en nuestra vida es un primer acercamiento para romper la sensación de soledad y encontrar el confort que tanta falta nos hace. Además, la imposibilidad de realizar un velorio que permita despedirte y darle cierre a esta situación puede ser reemplazado por otro ritual: escribir una carta, recopilar recuerdos en un álbum, etc. Asimismo, es bueno mantener presente que existen más personas a nuestro alrededor sufriendo por la misma pérdida que nosotros, por lo que existe la posibilidad de encontrar un apoyo mutuo a través de la expresión de sentimientos que nos permita superar la situación en conjunto. Finalmente, es importante mantenernos conectados con nuestras emociones, de manera que podamos identificar lo que está sucediendo y, de ser necesario, buscar ayuda psicológica que nos guíe en el proceso y nos permita sanar.
Finalmente, es bueno recordar que no existe fórmula milagrosa ni tiempo determinado para afrontar el duelo. Este es un proceso muy personal que no debe ser apresurado ni escondido debajo de la alfombra. Lo más importante es seguir avanzando en nuestro proceso e identificar si nos estamos estancando en alguna fase. Si conocen a alguien que está pasando por esto háganles saber que tienen una red de apoyo detrás y que estarán cerca durante el tiempo que lo necesite. Ser ese confort que alguien necesita puede ser clave en el impacto de la situación en su salud mental.
Edición: Paolo Pró