Varios son los problemas con los que hemos lidiado en el camino a nuestro bicentenario. Uno de los más complejos es la corrupción, generada por las autoridades que hemos elegido. Sin irnos muy lejos al pasado, en lo que va del siglo XXI, la ciudadanía ha venido lamentando que cada cinco años siempre postulen más de lo mismo, que los aspirantes sean corruptos o que solo quede votar por quien haya obrado más y haya robado menos. En los años recientes, y sobre todo en los últimos días, la coyuntura nacional ha generado discrepancias entre nosotros, pues los líderes de los partidos con más seguidores y más portátiles, el Apra y el Fujimorismo, se encuentran nuevamente envueltos en acusaciones ligadas al problema ya presentado.

SOLALLEGA

No es común hablar sobre Keiko Fujimori y Alan García sin pensar en la corrupción. Podemos desconfiar de ambos y pensar que forman parte de este gran problema nacional, o podemos creer en su inocencia y que en realidad luchan contra este deplorable mal. Sea cual sea nuestra postura frente a ambos personajes, después de todo prima la libertad de expresión, se puede afirmar que la confianza en ellos ha caído considerablemente en los últimos años. Sin embargo, no podemos negar que ambos aún mantienen un gran poder político. Fujimori, actualmente en prisión, estuvo a casi cuarenta mil personas de ser la presente Jefa de Estado; mientras que García, dos veces presidente y actualmente investigado, ya busca ser asilado. Probablemente seguirán una vida política activa que continuará generando posiciones encontradas entre los ciudadanos, siempre que las investigaciones de hoy no les determinen prisión por los siguientes años.

Analizando objetivamente la historia, creo que es más fácil optar por no ser partidario de ninguna de esas agrupaciones políticas que llegar a ser un ferviente seguidor de cualquiera de ellas. Aun así, considero necesario recalcar lo que nos permite decidir correctamente: el conocimiento de la historia de nuestro país. Conocerla implica que siendo partidario o no, tienes argumentos para defender tu postura. Eso es lo democráticamente más adecuado y lo que garantiza un gran debate político.

Por otro lado, generalmente en períodos electorales, es muy frecuente escuchar que un candidato, usualmente un expresidente o familiar de uno, no es malo (así es, ni siquiera se dice que es bueno, solo que no es malo) debido a que hizo algo específico catalogado como correcto, óptimo o hasta heroico. Ejemplos son muchos, tales como acabar con el terrorismo y estabilizar la economía, o crecer al 6.9% en promedio por cinco años y construir el estadio nacional.

FUJIHÉROE

Realmente uno reflexiona al pensar cómo celebramos y consideramos a un expresidente o congresista como bueno porque hizo algo que se supone debía hacer. Explicaciones hay varias. Una primera puede ser la siguiente. Las personas que más sufrieron del terrorismo, en carne viva, nunca van a olvidar a quien mostró a Abimael Guzmán Reynoso encarcelado o a Néstor Cerpa Cartolini acribillado. Del mismo modo, en un quinquenio de hiperinflación, las personas que padeciendo de hambre y que sí podían conseguir alimento por llevar un carné con una estrella roja, difícilmente olviden el rostro de quien acompañaba a esa estrella cuando acudieron a votar. Una segunda es la falta de educación, del conocimiento de la historia completa y objetiva. Algunas personas por realmente no poder educarse, y otras porque de los candidatos pueden beneficiarse: táperes naranjas o plata como cancha.

Sobrevivir a la tragedia o a la necesidad puede compensar en un primer momento la corrupción, ¿pero hasta cuánto? ¿Y hasta cuándo? Electoralmente, y en mi opinión, a Alberto Fujimori le ha durado mucho tiempo, la última segunda vuelta de su hija lo demuestra; a Alan García también, pero como ya es conocido, ahora con menos fuerza. Si consideramos las graves acusaciones (solo de hoy) impuestas sobre Keiko y García, así como las medidas tomadas por la fiscalía y por quien asilo suplica; podría uno pensar que el apogeo político de ambos ya ha pasado o está culminando. Sin embargo, aún quedan sus partidos, los cuales conjuntamente son mayoría en el actual Congreso. Entonces, uno podría preguntarse: ¿podrá tener el fujimorismo un líder que no lleve el apellido? ¿Podrá haber un líder para el Apra que no necesite de Alan?

K_A

Resulta interesante cómo se podría presentar un candidato que no se apellide Fujimori, que defienda el fujimorismo y que pida marcar la K de Keiko; así como un candidato aprista que pueda desvanecer a Alan García de la imagen asociada al Apra, con gran elocuencia y uso de la palabra. Si consideramos que el mínimo de 36 meses para Fujimori realmente se hace efectivo, ¿quién vendría como el próximo candidato de su partido? Uno podría decir que Kenji calzaría perfectamente con los requisitos, es más, también lleva la K. Sin embargo, difícilmente tenga la fuerza de su hermana como para amistarse con quienes lo sacaron de su bancada. Por este lado, no hay nadie.

Por el lado del Apra, los apreciados compañeros del señor García son de su generación y la crítica sobre su desempeño en el congreso no tiene compasión. Si el partido de la estrella busca postular de nuevo (es muy probable), necesitará de alguien como Alan para que olvidemos a Alan. Por aquí solo queda este mismo, asumiendo que el asilo político le es concedido. Después de todo, antes lo ha podido conseguir, aunque difícilmente tenga luego una edad oportuna si es que sus probables delitos vuelven a prescribir.

Finalmente, es posible que ambas agrupaciones reaparezcan en unos años como alguna rara alianza por un nuevo y gran cambio. Tal vez vuelven tanto Alan como Keiko juntos, para que ahora sí sean un voto seguro. Sin embargo, no es trascendental si llegan a venir o no. Sí lo es que se haga justicia el día de hoy, así como que no olvidemos lo que estamos observando actualmente, pues de aquí a un futuro cercano sí serán más de doscientos años los que haya vivido nuestro país, y deberíamos poder demostrar que ya aprendimos a elegir.