Regresaba de compartir con jóvenes de distintas partes del Perú una experiencia en caseríos y comunidades rurales de Cajamarca, cuando vi un video TED: “El peligro de la historia única”. Pensé entonces en nuestra “historia citadina” sobre la población rural en el país, a veces agrupando a todos en la misma condición y cayendo en categorizaciones simplificadoras. ¿Cómo ayudar si no conocemos bien o, peor aún, creemos que tenemos las respuestas cuando no sabemos qué es lo que los afectados piensan en su interior?

Compartiendo con estas personas – viviendo y trabajando junto a ellos – creo que pudimos aprender mucho de sus historias. El amor y desprendimiento de las personas más humildes es increíble, y es algo difícil de entender si no se vive en carne propia (por más que ya me lo habían repetido varias veces antes) y, por un instante, nos separamos de la lógica de nuestro entorno inmediato, principalmente de la ciudad. Este texto es también un agradecimiento a todos ellos.

Rural

La imagen de personas que no viven cerca a nosotros puede ser muy difusa.

La solidaridad total, el dar sin esperar algo a cambio, suena como algo difícil de creer, especialmente para los economistas que a veces pensamos que las personas actúan siempre de acuerdo a sus propios intereses. Ya sea dinero, poder, prestigio, reconocimiento… pareciese que eso moviese el mundo. Sin embargo, ¿por qué una comunidad alejada, dedicada a la agricultura, otorga alojamiento y comidas gratuitas (¡muy abundantes!) a un grupo de casi desconocidos? No llevábamos regalos ni nos aceptaban ningún dinero a cambio, e incluso se enojaban cuando queríamos pagar algo por estas comidas – para las cuales sacrificaban a sus animalitos o cosechaban de sus propios sembríos. Tal vez nunca regresemos, y no pudimos trabajar mucho porque no sabíamos bien cómo hacerlo, pero siempre nos esperaban felices por el simple hecho de compartir con ellos y acompañarlos en estos lugares.

En este compartir, cuando ambos – tanto nosotros como ellos – nos sinceramos y caímos en la cuenta de que ninguno buscaba nada a cambio (dinero, votos, favores…), los relatos y testimonios de vida fluían con naturalidad. Y no se trata de una única historia, sino de diversas y complejas realidades, donde migraciones, pobreza, clima, política, se entremezclan para construir múltiples historias de trabajo y superación.

Pensaba entonces en la imagen única que a veces tenemos de la población rural en Cajamarca, ya sea por la historia que se cuenta en los medios de comunicación o por sus posturas políticas. Estas últimas son más fáciles de entender cuando se convive con ellos, se entiende su vínculo especial con la naturaleza más allá del dinero, o se profundiza en el papel que cumplen las rondas campesinas en estos lugares donde no llega la Policía (así empezó Goyo Santos a distinguirse). Y existen otras múltiples historias, por ejemplo, respecto a la reforma agraria – la cual más allá de afectar la productividad agrícola – devolvió la dignidad a personas que nos cuentan cómo vivían sus padres en condiciones de casi de esclavitud en las grandes haciendas. Esta variedad de historias, que pueden diferenciarse de las que teníamos previamente, nos ayudan a respetar y entender mejor a nuestros compatriotas; a no juzgar tan fácilmente y buscar soluciones acordes a esta diversidad de realidades.

Es verdad que falta mucho por avanzar en estos lugares: en educación, salud, vivienda o vías de comunicación. El desarrollo debe llegar a la zona rural del país, pero no puede ser impuesto desde una perspectiva centralista o realizado de una única manera, así como no existe una sólo historia. Para el desarrollo de este sector de la población que vive de su trabajo en el campo, pensemos, por ejemplo, en cómo mejorar la productividad en la agricultura, el acceso a créditos agrícolas especiales, o en seguros para los años de sequía o de mal clima (esto último es desastroso para la población). Como bien se señala en el video a continuación, a veces la historia única que construimos de personas que viven lejos a nosotros – y no necesariamente por la distancia – es simplemente una historia de pena y lástima por su (mala) suerte. Si este fuese el caso, deberíamos sentir un poquito más de pena por nosotros mismos, antes que por ellos, al caer en esta trampa: tenemos mucho por aprender de los demás y de sus historias. Así podremos ayudar mejor.

Video (parte del mensaje principal se resume entre los minutos 4:50 y 6:40)