Este artículo no se trata de cómo el campo de medicina no da las mismas oportunidades tanto a doctores hombres como a mujeres.
Como estudiante de medicina soy afortunada al decir que todavía no he experimentado eso.
Este artículo se trata de cómo en la medicina hay una parcialidad para subestimar los síntomas de las pacientes mujeres y eso, como estudiante, lo he podido presenciar a primera mano.
Hace unos años tuve la oportunidad de viajar a la selva peruana para ayudar a un ginecólogo en una campaña gineco-obstétrica gratuita. Llegó una paciente alrededor de los 60 años, vestida en polleras, cuya cara no reflejaba el dolor y la incomodidad que estábamos a punto de descubrir que ella estaba padeciendo todos los días.
Su motivo de consulta fue que hace unos meses había tenido una operación para una cistocele (parte de su vejiga había “caído” de su cuerpo), pero venía a la consulta porque algo andaba mal. Había ido antes al doctor que la operó, pero este no la volvió a examinar ni le dio la importancia respectiva a su molestia y solo le había dado una pastillas para el dolor. Cuando nosotros la examinamos nos dimos cuenta que las suturas (puntos) de la operación se habían salido y la señora hacía sus quehaceres del día a día con su vejiga fuera de su cuerpo. Su vejiga estaba fuera de su cuerpo y ella no había insistido en buscar ayuda porque el servicio de salud había subestimado sus molestias y la había ignorado previamente.
Pensé que este era un hecho aislado, que simplemente era la negligencia e idiotez de un doctor que no le había dado la debida importancia a esta mujer. Aparentemente no es así. Un artículo del The New England Journal of Medicine, publicado en el 2000, encontró que las mujeres son 7 veces más propensas de ser diagnosticadas incorrectamente que los hombres y que muchas mujeres deben de exagerar sus síntomas para poder ser atendidas. Esto se debe a que muchos doctores fallan en reconocer los síntomas claves en mujeres, los cuales pueden diferir de aquellos de los hombres.
Para poder entender por qué es que en el siglo XXI este sigue siendo un problema es importante conocer algunos hechos históricos de la medicina. Históricamente la salud de la mujer era denominada como “medicina de bikini” porque los médicos profesionales actuaban como si lo único en que diferían las mujeres de los hombres eran las partes del cuerpo que podían cubrirse con un bikini. Como resultado, por muchos años investigaciones fueron raramente realizadas en pacientes mujeres. Por ello, los resultados de investigación encontrados en hombres eran aplicados a mujeres sin preocuparse de la eficacia de los fármacos en ellas y es como resultado que muchas veces los doctores llegaban a diagnósticos y tratamientos errados.
Ejemplo 1: en 1989, la Universidad de Harvard publicó un estudio en donde probaban que tomar aspirinas interdiariamente reducía el riesgo de un ataque cardíaco en un 44% en personas sobre los 50 años. Este estudio se aceptó y fue aplicado a ambos géneros aunque solo se había probado en hombres. En el 2005, investigadores del Brigham and Women’s Hospital descubrieron que la aspirina no previene ataques cardíacos en mujeres debajo de los 65 años.
Ejemplo 2: La neurosis histérica fue el primer desorden mental en ser específicamente atribuido a mujeres. Los síntomas de esta condición incluían desmayos, nerviosismo, irritabilidad, ansiedad e insomnio. La forma en que los médico del siglo XIX trataban esta condición era por medio de la inducción de orgasmos o duchas de alta presión. Pasaban por alto que estas mujeres podrían tener enfermedades psiquiátricas o neurológicas serias solo por el hecho de ser mujeres. Luego de siglos de uso indebido de este término, la “neurosis histérica” fue eliminada en 1980 del Manual Diagnóstico y Estadístico de Enfermedades Mentales.
Actualmente hay enfermedades y condiciones que están alarmantemente más prevalentes en mujeres y en la mayoría, la ciencia todavía no sabe por qué. Las mujeres son cuatro veces más probables de sufrir de migrañas y fatiga crónica, tres veces más probables de ser diagnosticadas con un desorden autoinmune y dos veces más probables de sufrir Alzheimer, artritis reumatoide y depresión. Además en febrero del 2017, un estudio hecho por el Cancer Research U.K. predijo que en los siguientes 20 años, los casos de canceres aumentarán 6 veces más rápido en mujeres que en hombres.
Podría continuar escribiendo sobre estadísticas y ejemplos, pero el problema es este: muchos doctores tratan médicamente a las mujeres igual que a los hombres asumiendo que pueden diagnosticar y tratar a ambos géneros de la misma manera. Habiendo celebrado el Día de la Mujer esta semana, se busca que las mujeres sigamos luchando por la igualdad de género; pero cuando la igualdad se encuentra con la medicina busquemos que ambos géneros sean vistos por sus diferencias y sean tratados con equidad y respeto.