Me encontraba en el asiento trasero de un taxi camino a casa, después de una larga noche de intentar aprender el idioma del amor (hasta ahora, «omelette du fromage» sigue sin fallarme con las damas), pensando en por qué una pizza de 30 centímetros es más grande que dos pizzas de 20 (hemos sido engañado), cuando el conductor se dispuso a preguntarme sobre mi vida y aspiraciones. Después de la típica charla de cómo es posible que estudie en Cayetano y no sea médico (sí, señores, existen otras carreras en Cayetano), intenté explicarle que tengo como objetivo ver al hombre llegar a Marte.
En un semáforo en rojo, me miró a los ojos y empezó una tertulia de casi media hora en la cual me explicaba cómo EL ESTADO ocultaba a los aliens y otras maravillas conspiranoicas sobre las líneas de Nazca.
Hoy estaba dispuesto a escribir sobre una recopilación sobre una serie de experimentos nazis no muy conocidos y sobre por qué es importante no olvidar a aquellas almas que perecieron sin pena ni gloria a manos de seres repudiables. Pero, creo que necesitaba sacarme del pecho este asunto. Así que les pido me acompañen en esta travesía que, aunque corta, espero sea lo suficientemente convincente para que la gente me crea cuando digo que no soy médico podamos entender por qué es poco probable que seres intergalácticos se estén llevando a nuestras vacas.
Podríamos abarcar este problema desde una infinidad de ángulos. Así que, en esta nota, solo nos concentraremos en tres: la imposibilidad física, la dificultad evolutiva y la paradoja de los viajeros del tiempo.
Primero, sobre la imposibilidad física. Domar la luz ha sido quizá uno de los retos más grandes que el hombre ha podido enfrentar durante su corta presencia en la Tierra. Desde que la luz nos troleó diciendo que era onda y partícula al mismo tiempo, ya le veníamos agarrando todo menos cariño y, encima, no quiere que seamos más rápido que ella. Y ese es el mayor problema.
La velocidad de la luz es, aproximadamente, 300,000 kilómetros por segundo. Eso significa que en un segundo puede dar siete vueltas y media a la Tierra. No sé ustedes, pero para mí, eso es casi como la snitch dorada con dos FourLokos encima.
Sin embargo, cuando empezamos a hablar de distancias espaciales, todo se vuelve un poco más relativo y algo más complicado. Cuando miramos hacia el sol, no estamos viendo al sol en tiempo real, sino el pasado. Estamos viendo una imagen del sol de hace exactamente ocho minutos y 19 segundos. Es como si alguien tomara una fotografía e intentara enviarla con el internet de la universidad. El sol podría haber explotado en ese mismo instante, y solo lo sabríamos dentro de ocho minutos. Ahora pensemos en una distancia un poco mayor. Para llegar a la galaxia más cercana, la luz se demoraría 25,000 años. Tan solo atravesar la Vía Láctea nos tomaría 100,000 años.
Ahora, suspendamos por un momento la realidad e imaginemos que existen los aliens, ¿vale? Existen muchas especies distintas alrededor del universo, hasta tal punto que las especies de Star Wars nos quedan cortas. Imaginemos también que, por alguna razón, una de esas especies hubiera tenido una máquina con una función similar a un telescopio.
Aquí es donde se suma a la ecuación la dificultad evolutiva.
Entonces, tenemos una especie extraterrestre que habita un ente estelar miles de millones de años luz lejos de la Tierra y han creado un telescopio. Aquí es donde digo, «párame el caballo», por favor. ¿Por dónde empezar? Supongo que por el inicio.
Se tiene que haber dado una combinación de eventos en un orden que no podemos conseguir siquiera artificialmente después de más de 50 años (pregúntenle a Miller o a Urey), con la concentración adecuada de agua, moléculas orgánicas, iones, la temperatura perfecta y en el lugar perfecto; y no solo eso. Además, necesitamos que eso sobreviva, crezca, se multiplique, trabaje como comunidad y, a través de millones y millones de años, evolucione hasta el punto de generar seres suficientemente complejos. Y ahí no paramos.
Tenemos que creer que la evolución se da siempre igual en todo el universo, aunque todas las condiciones de ese planeta sean completamente distintas a la Tierra. A parte de que evolucionen igual que en la Tierra, esas especies tienen que desarrollar inteligencia. No solo eso: tienen que llegar al punto de desarrollar un lenguaje, sentido de ética, sociedades, aprender matemáticas, física, arquitectura, ingenierías, astronomía; si nos ponemos a pensar realmente, tienen que desarrollar hasta filosofía, ¡por dios! Tienen que entender que son seres vivos y que ese planeta quizás no sea el único lugar donde hay seres vivos (y Dios sabe cuánto tiempo nos costó aceptar eso a nosotros).
En el supuesto (en el enormísimo supuesto) de que toda esta serie de eventos casi imposibles pasaran, y hubieran podido crear un telescopio tan potente como para ver en ULTRA HD 4K 1080P, y por alguna razón decidieran apuntar ese telescopio hacia la Tierra, NO VERÍAN ABSOLUTAMENTE NADA. ¿Qué hace a la Tierra tan especial? ABSOLUTAMENTE NADA. Y es que no solo es eso, es que, al igual que nosotros vemos el pasado del sol (dependiendo a la distancia a la que este supuesto planeta esté ve esto puede variar) pero puede que cuando apunten hacia nosotros, vean la fotografía de la Tierra donde ni siquiera esta está formada, o cuando está formada, pero no tenía más que bacterias microscópicas, que no las podríamos ver ni nosotros a simple vista.
Y nos vamos a saltar la parte en la que se han desarrollado tecnológicamente hasta tal punto que pueden superar la velocidad de la luz, porque para ello necesito un par de meses.
Terminemos con lo que me gusta llamar la paradoja de los viajeros del tiempo. Desde aquellos días de mi infancia en los que quería ser Marty tocando Johnny B. Good en alguna fiesta de prom o en los que me traumatizaba con Bruce Willis en 12 Monos, siempre me terminaba haciendo la misma pregunta: si en el futuro existen las máquinas del tiempo, ¿cómo es posible que no veamosmiles personas provenientes del pasado o del futuro? Es decir, si viajan en el tiempo y pueden regresar a este instante, ¿dónde están todos los viajeros del tiempo? En este punto, tendría que haber, por lo menos, dos en cada esquina. Y eso solo me llevaba a las mismas dos conclusiones: primero, que los viajes en el tiempo quizá no existan en el futuro; y segundo, que nunca llegaría a conocer a Doc.
Lo mismo sucede con los aliens. ¿Dónde rayos están todas esas naves secuestrando a mis vacas? ¿Dónde están esos cabezones grises cuando uno más los quiere ver? Para este punto, si hay tantos aliens visitándonos a través de decenas de años, ¿dónde están ahora? Es interesante ver cómo, ahora, en la época con más tecnología, donde un método para documentar visualmnete con calidad está al alcance de casi todos, el número de avistamiento se ha reducido brutalmente. Creo que eso nos da una idea.
Como ser humano y, sobre todo, como futuro científico, me encantaría que la vida inteligente fuera de la Tierra pudiera existir. Sin embargo, por más de que esta exista, personalmente, no me gustaría que vinieran a visitarnos. Me emociona más la idea que el ser humano descubra alguna manera (como él siempre hace) de domar a la luz en su totalidad, y que seamos nosotros los que vayamos por el universo aterrando planeta tras planeta, robándonos vaca espacial tras vaca espacial.
Referencias y Misceláneos:
- Guía para las Leyes del Universo- Penrose, R (2004). The Road to Reality: A Complete Guide to the Laws of the Universe. Vintage Books. pp. 410–11.
- Algo de evolución: Kutschera, U., Karl J. Niklas (2004). «The modern theory of biological evolution: an expanded synthesis». Naturwissenschaften (en inglés) 91 (6): 255-276.
- Algunas paradojas de viajes en el tiempo: http://www.pbs.org/wgbh/nova/physics/Sagan-Time-Travel.html